Outsider

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Me encontraba arriba de un barco, la marea estaba calma y el cielo se encontraba despejado. Si seguíamos a este curso, lo más probable es que mi destino estuviera a poco menos de un día de viaje. Ashitake, un viejo amigo de la familia, se ofreció a llevarme en su barco pesquero. Si planeaba llegar a mi destino no podía utilizar los típicos medios de transportes humanos. Había estado oculta demasiado tiempo en la oscuridad e inmensidad del bosque. Todos mis documentos o registros estaban desaparecidos. Prácticamente, era una don nadie. Salvo, claro, por los que conocen el secreto de nuestra familia.

-Gracias por esta oportunidad, Ashitake. No solo te debo mis favores, sino también los del resto de mi familia -. Dije sonriente y apoyando una mano sobre su hombro. Él solamente pestañeo y siguió mirando al frente.

-Lo único que quiero a cambio, son esos ciervos que encuentras en lo profundo del bosque. Estoy cansado de comer pescado todo el tiempo -. Dijo Ashitake dándole una calada a su cigarrillo, para después apagarlo en el cenicero.

-Esta bien, lo prometido es deuda. Cuando vuelva de mi viaje, planeo conseguirte tres por lo menos... Sin embargo, también podrías comer un poco más de verduras y frutas -. Dije mientras retiraba mi mano de su hombro. Estuvimos unos segundos en silencio, hasta que escuche su estruendosa risa.

-Solamente he comido frutas y vegetales cuando era niño. Ahora que tengo mis elecciones, planeo abrirme paso a otras cosas. La carne de ciervo es deliciosa por si sola. No tengo idea de cuantas recetas hay en el mundo para la carne, pero cada una es distinta y única. Por lo que me gustaría probar cada una de ellas, sino te molesta -. Dijo Asitake sonriente y desviando su mirada hacia mi. Solamente negué con la cabeza y le di un suave golpe en el brazo -. Me sorprende que en tu forma lobuna puedas soportar comer todas esas ensaladas que fábricas en el bosque. Además, las raíces de los árboles son muy agrias. Sinceramente, no sé como lo haces.

-Son años de convivencia con el bosque. No puedo salir y cazar todo el tiempo a esos pobres ciervos. Si lo hiciera, no quedaría ninguno para ustedes los humanos y eso levantaría sospechas -. Dije mientras me cruzaba de brazos y olfateaba los nuevos aromas que poco a poco se hacían presentes.

-Eso es verdad. Lamento lo que le paso a tu padre. Jamás creí que le sucedería algo como eso -. Dijo Ashitake soltando el timón y observando me de frente. Fruncí el ceño y trate de evitar su mirada. Había superado la muerte de mi padre, pero su recuerdo me atormentaba hasta el día de hoy.

-Sí, yo tampoco podía creerlo. Pero bueno, son situaciones que no se pueden evitar. El destino no se puede cambiar -. Dije observando el suelo y mis pies. Jugué un poco con ellos, moviendo mis dedos de arriba a abajo, o simplemente moviendo los de izquierda a derecha.

-Te sugiero que te vayas preparando. Llegaremos a tierra dentro de unas horas -. Dijo Ashitake volviendo a tomar el timón y dejando de lado el tema de conversación anterior. Asentí y me retire del lugar. Apreciaba que Ashitake no hubiera seguido hablando sobre mi padre.

Me dirigí hacia mi camarote y guarde mis pocas pertenencias en la mochila. Solamente había traído una muda de ropa y un mapa. Además de unos bocadillos para pasar el rato. No conocía del todo bien la flora y fauna de Forks o de la reserva, pero a juzgar por la similitud que tenía con mi pueblo natal, no debería de ser tan es distinta. Sin embargo, no podía fiarme de ingerir algún alimento y que este fuera venenoso. Mi ingesta de carne es limitada, tal como dijo Ashitake, mi dieta se basa más en frutas y vegetales. El hambre de un metamorfo podía ser descomunal, por lo que uno solo podría acabar con una especie animal. El hecho de transformarnos requiere mucha energía, sin mencionar el resto que utilizamos para recorrer largas distancias o entrenar. Nuestro sistema digestivo requiere mucha atención y dedicación, por lo que mi padre siempre me enseñó que debía de mantener el equilibrio entre la caza y el consumo. Podía cazar animales de todo tipo sin ningún problema, no podía herirlos o matarlos todo el tiempo, solamente practicar la caza. Y una vez que sintiera el verdadero deseo de consumir carne o de recurrir a mi instinto depredador, podía ir y asesinar a mi presa. Pero siempre respetando el tiempo para dejar que la especie se reproduzca y genere más números en su población. Tiempo al tiempo, eso es lo que solía decir mi papá.

(...)

-Que tengas buena suerte, pequeña -. Dijo Ashitake golpeando mi espalda suavemente, con su ceño fruncido levemente. No quería admitirlo, pero estaba preocupado por mi y no podía culparlo. Estas tierras eran nuevas e inexploradas por nuestro clan, así que era un nuevo mundo. Sin embargo, si llegaba a tener algún problema, podría llamarlo cuando lo necesitará.

-Gracias por todo, Ashitake. Espero podamos vernos pronto -. Dije sonriente y asintiendo a modo de despedida. Él imitó mi gesto y volvió a subir al barco, para zarpar de vuelta a su hogar.

Observé el lugar detalladamente a mi alrededor, tratando de trazar un mapa mental, basándome en el mapa que tenía en la mochila. Tendría que ir a través del bosque para cortar camino. Según las cartas que recibía, el sitio a dónde tenía que dirigirme no estaba tan lejos de esta ubicación. Por lo que ir a través del bosque era la mejor opción. Ya había pasado una semana arriba de ese barco y necesitaba estirar un poco mis extremidades. Entre al bosque cuidadosamente, teniendo en cuenta que nadie me estuviese viendo. Me quite la mochila de la espalda y la dejé en el suelo. Comencé a desvestirme lo más rápido posible y terminé desnuda en medio del bosque. Rápidamente me transforme y colgué la mochila de mi cuello.

Una vez que estuve totalmente segura de que nadie estuviera observando y que mis pertenencias estaban aseguradas, fue que comencé a correr. Mi pelaje solía camuflarse más fácil en mi pueblo natal, debido a la nieve que había durante la mayoría del año. Sin embargo, este bosque no tenía ni una sola escarcha. Por lo que mi pelaje realizaba el efecto contrario, ya que lograba hacerme destacar aún más en la espesura de este lugar tan verdoso. Los primeros kilómetros intenté ir un tanto despacio, no deseaba sobre exigirle a mi cuerpo y lesionar lo en el camino. No planeaba pasar más tiempo del necesario en el lugar, por lo que cualquier riesgo o contratiempo estaba fuera de mis planes.

No fue hasta que pase por un claro, que note la presencia de alguien o algo. El aroma que desprendía este ser era un tanto único, casi incomparable con cualquier otro. Aunque también poseía ciertas similitudes con el entorno, como la madera y la sal del océano que estaban presentes en él, pero eran más tenues. Por lo que su verdadera esencia estaba escondida. No planeaba descubrir que era ese nuevo olor. No me resultaba lo suficientemente llamativo como para detenerme y averiguarlo. Mi objetivo principal era mi sitio de destino, nada más. Aunque mis temores comenzaron a agravarse cuando comencé a escuchar pisadas a mi alrededor. Iban un poco más lento que yo, casi como si estuvieran siguiéndome o acechandome. Decidí acelerar mi ritmo, creyendo que solamente era algún animal de la zona. Gran error, porque lo único que logré fue que esos seres aumentarán su velocidad. Me estaban persiguiendo a mi y por la vibra que emanaban, no era ninguna especie de bienvenida. No sabía a dónde huir, si deseara esconderme, no sabría en dónde. Me sería casi imposible ocultar mi aroma y mucho menos encontrar un sitio adecuado. Ellos eran nativos de esta zona, yo solamente era una simple turista.

Sin embargo, tenía una minúscula fortaleza. Mi velocidad. Al parecer estos seres no entrenaban sus dones, por lo que se mantenían en un ritmo estable y seguro. Comencé a correr aún más rápido, tomando una que otra desviación para intentar perderlos. Logré evitar algunos golpes y choques. Esto me permitió descubrir que los seres que intentaban herirme eran metamorfos al igual que yo. Quizás este es su territorio y yo acabo de invadir lo. Quizás no intenten herirme, sino más bien darme una notificación. Decidí frenar en seco y dar media vuelta, para poder enfrentarlos. No quería hacer enemigos. Este brusco movimiento fue tan inesperado que los lobos no lograron frenar a tiempo y me aplastaron con sus enormes y pesados cuerpos. Uno tras otro, los lobos fueron cayendo sobre mi. Solamente pude contar hasta tres lobos, cuando sentí como algunos de mis huesos crujían y mi visión comenzaba a desvanecerse. Debido al impacto, mi cuerpo se estrelló contra unas rocas, logrando herirme de gravedad. Lo último que pude ver fue un lobo de color negro con unos dientes enormes y afilados, listos para lo que sea...

• Aullidos de amor | Paul Lahote •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora