My hero

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-Buenos días, chicos. Espero que está vez se sientan con muchas ganas. Hoy vamos a jugar un poco entre nosotros. Algo así como una mancha. Y por favor, repito, por favor no lo tomen personal. Solamente vamos a jugar un poco, ¿De acuerdo? - Dije mientras observaba a los chicos. Ellos asintieron y comenzaron a transformarse. Está vez había sido más rápido y estaba sumamente feliz por ello.

Me transforme yo también y comencé a correrlos, dejándoles entender que la mancha era yo. Al primero que logré alcanzar fue a Collin. Este pareció enojarse un poco, pero rápidamente se calmo y comenzó a perseguir a sus hermanos. Decidí esconderme un rato entre los árboles. Así sería más difícil para ellos encontrarme. Mis orejas se movían en todas direcciones, escuchaba atentamente como ellos corrían por todo el predio y parte del bosque, evadiendo uno que otro árbol o planta del lugar. Sin embargo, pude detectar un olor fuerte en el aire. Eran fríos. Y Carlisle no me había dicho nada sobre nuevos fríos en la zona.

-¡Paren con el juego! - Les dije a los chicos a través de la comunicación telepática. Los tres se acercaron a mí y se escondieron detrás de mí cuerpo -. Quiero que me sigan, pero sean cuidadosos.

Solté un aullido, alertando a los miembros de ambos clanes de que alguien había traspasado los límites. A los pocos segundos escuché los aullidos a modo de respuesta por parte de ambos líderes. Comencé a correr entre los árboles, persiguiendo el aroma. Creo que los chicos pudieron sentirlo ya que comenzaron a gruñir y corrieron más rápido, adelantándose. Jacob y un par más de metamorfos aparecieron en el bosque, persiguiendo a esos dos fríos. Decidí tomar un desvío y rodearlos. Tal como lo pensé, los chicos y los miembros de las otras manadas terminaron chocandose los unos contra los otros. Los dos fríos se sentaron sobre una roca, sumamente tranquilos. No esperaban que nadie los atacará. Sin pensarlo un segundo más, salte sobre ellos. Los dejé tirados en el piso, con mi pata sobre sus espaldas. Mis colmillos estaban listos para atacar si era necesario, solamente necesitaba una señal. No creo que estos dos sean tan tontos como para atacar en este momento.

-¡Oruro, déjalos ir! Son conocidos nuestros, aunque no fueron invitados -. Dijo Carlisle. Asentí y me quite de encima de ellos, lanzando les un fuerte gruñido. Ambos se miraron entre sí un tanto confundidos y a la vez furiosos.

Me aleje de esos dos fríos y fui hacia donde se encontraba Leah. Ella me prestó un poco de ropa para que pueda volver a mí forma humana. Una vez que termine de cambiar pude sentir un nuevo aroma. Aunque este me parecía conocido. Más no lo había reconocido por ser un invitado de Carlisle. No. Este olor era de alguien que conocí hace mucho tiempo. Ingresé en la casa y observé a todos los fríos presentes. Ellos me devolvieron la mirada, aunque estamos fue muy amigable. Seguí de largo por toda la casa, hasta que termine en el jardín. Bella y Edward parecían estar practicando algo. Sin embargo, la búsqueda del dueño de este olor era más importante. Logré encontrar al dueño del olor en el patio, un tanto alejado de la pareja y otros fríos más.

-¿Garret? - Dije mientras fruncía el ceño y observaba al frío un tanto sorprendida. El hombre se dio vuelta y sonrió de lado.

-Él mismo, preciosa -. Dijo Garret mientras me guiñaba un ojo. Sonreí de lado también y me sonroje ante su cumplido. Iba a sonar absurdo lo que estaba pensando, pero ha cambiado desde la última vez que lo vi. Antes tenía el pelo largo hasta la cintura, ahora le llegaba por arriba de los hombros. Por desgracia, sus ojos seguían siendo rojos -. Garret, soy yo, Oruro.

-¿Oruro...? ¡Oruro, pequeña! Cuánto creciste, antes eras una diminuta bola de pelos blanca. Ahora ya sos toda una dama. Y no creas que no me doy cuenta de que estuviste entrenando, esos músculos si se pueden ver -. Dijo Garret mientras daba una vuelta a mí al rededor, inspeccionando me de pies a cabeza. Mí sonrojo empeoró aún más. Adoraba recibir halagos basados en mí musculatura. Era algo que lograba derretirme por dentro.

-Garret, ya basta... Sigo siendo una bola de peralos, pero crecida. No creí que fueras amigo de los Cullen.

-Bueno, digamos que conocí a Carlisle cuando trabajábamos con los Vulturi, pero nada más. Nuestra relación siguió a través de los años y ahora me mandó a llamar respecto a la niña.

-Interesante. Bueno, nunca pude darte las gracias... El miedo me paralizó y no supe que hacer. Es bueno que el destino me haya dado una oportunidad para agradecerte.

-No hay de que, bola de pelos. Fue un placer ayudarte. Y no te culpo, ese oso era mucho más grande que vos. Era obvio que ibas a entrar en un estado de shock. Lo bueno es que saliste ilesa y nada te paso. Aunque ahora creo que vos vas a ser la que ahuyente a los osos por mí, ¿No? - Dijo Garret observándome coquetamente. Le di un suave golpe en el brazo y él sonrió.

-¿Se conocen? - Dijo Edward llegando a dónde estábamos nosotros.

-¿Te importa? - Dije a la defensiva. Garret se tenso un poco y negó con la cabeza.

-No, solamente nos cruzamos. Por cierto, note que estaban practicando el don de Bella. ¿Podría unirme? - Dijo Garret observando a Edward, tratando de desviar sus pensamientos a otra cosa que no fuera nuestro encuentro pasado.

-Supongo que sí -. Dijo Edward frunciendo el ceño.

Garret se despidió con un guiño y yo volví junto con los chicos. El entrenamiento estaba suspendido por el resto del día. Después de todo lo que había experimentado, necesitaba un breve descanso. Los chicos también se relajaron y se fueron contentos a casa. Eso de que los  jóvenes tienen más energía es un mito. La energía depende más del ánimo que de otra cosa y ahora mismo, mis ánimos estaban en un nivel intermedio. Estaba feliz por haberme encontrado con Garret, pero no podía contarle a nadie sobre aquello. Ni siquiera a Paul.

• Aullidos de amor | Paul Lahote •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora