🌠

186 27 5
                                    

Siempre pensó que las estrellas eran las mismas todo el tiempo. 

Aquellos astros tan imponentes que iluminaban sus noches más tristes e incluso las más dolorosas, esas grandes esferas de plasma que emiten luz propia que arden con tanta vehemencia y con tanta puntualidad cada vez que el sol se ponía hasta que se dio cuenta que hasta en ellas era irremediable el cambio que constantemente avanzaban y se reformaban. 

Su favorita siempre fue la constelación de acuario; no por la estupidez de que había nacido en el tiempo estipulado en la temporada de la constelación mas bien, le parecía que ese conjunto de estrellas le transmitían tanta angustia, tristeza y melancolía que le hacía pensar horas y horas si la leyenda griega pudo haber llegado a ser cierta, un muchacho obligado a permanecer en un lugar donde nadie le tomaba aprecio y simplemente era utilizado como juguete que es guardado después de haber cumplido con su propósito. La fuerza con la que le golpeaban estos sentimientos era suficiente para borrar todo lo que estuviera pensando con anterioridad y es que no podía evitar pensar en que varias partes de su vida fueron como la de aquél chico, lleno de soledad y con un solo propósito por cumplir, se cuestionaba durante todo ese lapso de tiempo que hubiera sucedido si su vida hubiera sido buena desde el inicio ¿sería igual? ¿tendría la misma determinación? 

Por un tiempo, sintió que jamás en su vida dejaría su pasado atrás, que siempre regresaría a atormentarlo, que nunca podría cerrarle la página a aquél episodio tan horroroso de su vida, se dio cuenta que tal vez siempre tendría que recordarlo como un símbolo de fuerza y determinación de seguir adelante, sin embargo, ahora sentía una inmensa paz mental. Como si todo lo que había vivido con anterioridad hubiera decidido que era suficiente que ya había logrado bastante con ese dolor que mucho tiempo lo acechó y lo hundía nuevamente en el mar de desesperación. 

Por fin. 

Era libre. 

—Levántate... madre. 

La mujer mayor no se movió un centímetro aún cuando era la primera vez que su hijo la llamaba de esa manera, sollozando y gimiendo de arrepentimiento, temblaba como un pequeño ciervo recién nacido y se cubría con sus blancas manos su rostro provocando que los sonidos lastimeros salieran con un ligero tono de eco. Estaba idéntica a la última vez que cruzaron miradas, el mismo largo cabello y casi los mismo vestidos que siempre le recordaban a las épocas antiguas, esa piel blanca y aquellas manos tan duras y fuertes... sin embargo, había algo más en ella, había algo diferente en su voz y en su expresión facial. 

Algo. 

—Levántate, por favor.— Krest se agachó hasta su altura y le quitó las manos de la cara, admirando esos preciosos ojos color cielo que estaban completamente cristalizados por las lágrimas de dolor y culpa además de que su rostro estaba completamente rojo y la línea de las lágrimas se dibujaban en su afilado rostro. 

—No merezco... que me... llames así, Krest. 

—Yo sé que no... pero... quiero que dejes de atormentarte de esta manera, por favor, piensa por tí misma por una vez en la vida.— su madre dejó de temblar tan bruscamente y él aprovechó para tomarle del mentón y hacer que lo mirara a los ojos. —Quiero que sepas que te perdono.

La mujer abrió inmensamente los ojos y al mismo tiempo muy ligeramente los labios, de todas las posibilidades en las se había encasillado su mente no se había imaginado que aquél muchacho le hubiera otorgado el perdón de aquella manera tan inesperada. 

—Me lastimaste inmensamente, eso no te lo voy a negar nunca y el daño que me has hecho se va a quedar por siempre conmigo sin importar que vinieras y me dijeras todo esto... no me importa si fui tu hijo bastardo antes de casarte con él, no me importa que hayas tenido que romperte el corazón al tratarme de esa manera por haber estado amenazada por aquél monstruo... lo que me importa en este momento, es que ya estoy harto de tener todos estos sentimientos tan negativos dentro de mí, que no me dejan respirar, dormir o comer, estoy fastidiado de esta vida llena de rencor y arrepentimientos... quiero aprender a vivir con felicidad.— le tomó el rostro entre sus manos y limpió las lágrimas que salían a brotes de sus ojos —Ya basta de esta estupidez. 

Stage (Zaphiri x Krest)Where stories live. Discover now