Sobre uno más

El puño

Desde ese día, siempre que camino por al calle, cierro la mano en un puño. Lo recuerdo bien, vaya... ¡Cómo olvidarlo!
Estaba en mi aula de quinto de primaria, sentado en la primera fila, y mis ganas de ir al baño de la escuela aumentaban exponencialmente, sentía que mi vejiga estallaría en cualquier momento. Recuerdo bien que mi único objetivo era llegar, no me importaba cómo, cuando la clase acabó, alcé mi mano y le pregunté a la profesora si podía ir, no tardó en decir que sí, salí corriendo, literalmente, sin fijarme en nada más que en el pasillo que se extendía hasta la puerta blanca del baño de varones.   Y no me fijé en un gran trozo de vidrio se dirigía a mí desde arriba, si hubiese tardado lo que dura un parpadeo ( bueno, no tanto así, pero estoy seguro que no pasó de un segundo o dos) ese trozo me hubiera impactado en la cabeza, lo sentí rozando mi espalda, y recuerdo que se me erizó la piel, el trozo de vidrio se destruyó detrás de mí, los pedazos se esparcieron por el pasillo, el sonido resonó en las paredes, recuerdo ver la expresión en el rostro de mi profesora, tan sorprendida que parecía que sus ojos saldrían de sus cuencas como balas. Fui al baño igualmente, cuando salí, me acribillaron con preguntas, pero no sabía qué responder a la pregunta más típica: ¿Cómo te salvaste?
Ahora, fui muy tonto al no fijarme en la parte superior de la puerta por la que salí del aula, pude verla, no me fijé, y estuve muy cerca de quedarme con unas buenas cicatrices en la cabeza o peor, me asusta pensar que puede que una esquina del vidrio rectangular pudo incrsutarse en mi cabeza, desde ese día, siempre formo un puño cuando camino por las calles, para estar alerta de las cosas, así sé que debo fijarme en lo que me rodea y pensar en lo que puede ser peligroso para mí o el que camina junto a mí.