Ojos dorados

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Las luces de la calle seguían fallando desde hace un mes, por lo que mucha gente evitaba salir de noche, no había nadie en la calle. Yo iba de vuelta a casa por las mismas calles de siempre, la enorme luna llena brillaba de un hermoso color blanco, el aire era frío y además de mis pasos solo había silencio.

—Otra noche tranquila...

Entonces escuché el chillido de un gato, un golpe y unas risas que venían de un callejón oscuro «Debería ignorarlo», pero mis pies ya andaban en dirección a aquel callejón, a penas lograba distinguir la silueta de dos chicos en la oscuridad, así que tome aire, saque mi celular, deje mis cosas en el piso y encendí la linterna.

—¡Hey! ¡¿Que están haciendo?!

Uno de ellos volteo casi de inmediato y empezó a caminar hacía mí.

—¿Quieres hacerte el héroe? Idiota —Dijo irritado.

—Ya llamé a la policía, vienen para acá — Aseguré.

—Vámonos — Lo llamó el otro desde el fondo del callejón.

—Estúpido — Replicó antes de irse corriendo.

Cuando estuve seguro de que salieron por el otro lado del callejón, entre y ahí estaba tirado, a un lado de un basurero, un gato negro, su pelaje color azabache brillaba con la luz de la luna y sus ojos dorados parecían tener una luz propia que brillaba feroz entre la oscuridad. Me acerque cuidadosamente, parecía respirar con dificultad y aún así el solo mantenía sus ojos fijos en mi sin hacer ruido alguno, entonces me di cuenta de que su cuerpo estaba lleno de heridas, sin pensarlo me quite mi suéter y lo envolví en el con mucho cuidado para cargarlo, el gato no se opuso, ni hizo ruido alguno «Que curioso...» pensé, en seguida lo lleve rápidamente a mí casa.

Cuando llegamos deje la bolsa con la comida que había comprado sobre la mesa, puse a el gato en el sillón de la sala y fui por el botiquín que tenía guardado para casos de emergencia, saque un poco de algodón, el isodine y el microdacyn, esperando que el gato no me rasguñara. 

Igual que en el callejón, él solo seguía viéndome fijamente sin moverse «Creó que está demasiado débil... », para que solo me mirara sin hacer nada, era raro «Quizás no sobreviva... » pensé mientras terminaba de limpiar sus heridas. El gato maulló casi inaudible, parecía estar muy cansado así que le hice una cama improvisada en una caja de cartón y lo deje en mi habitación junto a mi cama.

Luego de lavarme las manos volví a la cocina para guardar lo que había comprado mientras preparaba la sopa instantánea, comí y vi la televisión como cualquier otra noche, luego fui a mi habitación a revisar cómo estaba el gato, parecía dormido así que en silencio le dejé un poco de agua en un botecito.

—Espero que sobrevivas...

Al día siguiente cuando desperté me levanté para revisar al gato, me di cuenta de que esté no estaba en la caja de cartón, preocupado empezé a buscarlo por toda la habitación y nada, no me di cuenta que la puerta estaba un poco abierta, cuando lo noté salí a ver si el gato estaba en otro sitio, y para mí sorpresa estaba cómodamente dormido en el sillón, sobre el suéter sucio que había usado para traerlo, me acerque intentando guardar silencio pero aún así me escucho y levanto la cabeza volviendo a seguirme con esos ojos dorados, cuidadosamente me acerque para revisarlo, me senté junto a el en el sillón y lo revise de a poco, sus heridas casi habían sanado por completo «¿Cómo es eso posible? anoche parecía que iba a morir...», entonces de un brinco se sentó en mi regazo enseñando su barriga, volviendo a lograr dejarme sorprendido.

—Así que todo este tiempo eras una gatita... jajaja lo siento.

La gata negra maulló y bajo de mis piernas «Realmente parece que está mejor... eso es bueno» volvió a verme por un rato antes de maullar otra vez.

—¿Que pasa?

Mi estómago gruño, la gata negra maulló y se sentó frente a la entrada de la cocina «¡Oh! Ya entendí» pensé mientras me dirigía a la cocina.

—Que grosero fuí, ¿Tienes hambre?

La gata maulló detrás de mi entrando a la cocina y reí en voz alta mientras alcanzaba una lata de atún de la despensa, la abrí y se la deje en el piso. Por mi parte me dispuse a prepararme un huevo revuelto, termine de desayunar y al igual que todos los días salí a darle unas vueltas al parque.

Cuando volví me dí una ducha y pase el resto del día en casa, cuidando a la gatita y practicando con mi guitarra, a ella parecía gustarle mucho la música, ya que se quedaba muy tranquila junto a mí, incluso me dejaba acariciarla. Para el anochecer sus heridas parecían ya haber sanado completamente, luego de darle un baño la lleve a dormir junto a mi, en la cama, me asegure de cerrar la puerta y las ventanas para que no se escapara, la puse sobre una almohada y me dispuse a dormir.

Tuve un sueño extraño esa noche, en mi sueño pude ver de pie frente a mí, en mi habitación, a una chica que no había visto antes, pero que me resultaba muy familiar, su piel era aperlada, no tenía ninguna expresión en el rostro «O bien no podía distinguirla...», sus labios estaban un poco rojos y su cabello era un mar de color negro puro, que no me permitía ver sus ojos, sin embargo sabía que me estaba observando, podía sentir su mirada fija sobre mí.

Entonces extendió su mano en mi dirección, sus uñas estaban un poco largas, pero sus manos parecían suaves, se abrieron sus labios y me levanté de golpe buscando por todos lados a alguien en mi habitación, pues juraría haber escuchado que alguien me susurraba "Lo siento, tengo que irme".

El aire frío recorrió mi espalda, mire la cama y la gatita no estaba, voltee a ver el reloj sobre mi mesa de noche, eran las 3 a.m. y la ventana que había cerrado ahora se encontraba completamente abierta.

La gata negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora