Been, ¿qué hiciste con ese ratón?

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Yo siempre me he sentido miserable, enormemente miserable, como te lo he dicho varias veces. Mucho porque yo he querido serlo, mucho porque me han hecho sentir lo que soy. Me han golpeado, sabes, me han dado duros golpes a eso que llaman sentimiento. No sé quién; pero sí sé que a veces cuando me examino el alma, la siento un poco quebrada.
Juan Rulfo/Cartas a Clara.

10:05, una casa que no es hogar:

La ceremoniosa casa con matices de la edad media, se mantenía caliente por la humareda de la fogata que estaba encendida aún. El niño sentía sin embargo, un frío que se colaba y perpetuaba en la profundidad de sus huesos aunque estuviese quizá, muy pequeño para entender la complejidad de la sensación. Hoy será una larga noche. - Pensó Been. Tía Amy yacía de costado en el suelo inquietantemente tranquila sin gritos ni quejas saliendo de su caja torácica que formaban a su vez un ruido en extremo desagradable; su voz. En cambio, el ambiente está apacible. El pequeño se arrastra hasta su cuerpo y le observa, la toca con miedo y de un respingo se aleja. ¿Por qué está tan quieta? Quiere gritar y pedir ayuda a alguien para que se levante y le prepare su pequeñísima porción de alimento que él debiere agradecer y comer con gusto porque a pesar de ser parásito inservible para la familia, tiene un techo donde pasar las frías noches y comida para cesar el sonido de su pancita.

Ojalá que el hombre gigante no llegue. - Piensa Been. Prefiero comer restos de galletas toda la noche pero sus manotas son muy duras y escuecen sobre la piel. El reloj de la alacena apunta las doce y el chiquillo inicia tristemente la canción tradicional para sus adentros, balanceándose sobre sus rodillas mientras las abraza- ¡Felíz cumpleaños a mí! ¡Felíz cumpleaños a mí!

Unos pequeñitos ojos asoman desde dentro de la alacena que casi vacía deja traslucir cualquier objeto. Es una rata. Been, no halla complacencia alguna en ellas ni en ningún otro animal. A menudo realiza pequeños rituales con ellos, le distrae y a ratos resulta divertido. Impulsado como un imán se levanta y establece un juego de miradas que bien no resulta espeluznante carece de habitualidad.

Pasan 10 segundos, 12, 15.. como rafaja cual viento empieza la persecución. El niño sabe de sobras que este es un juego a sumo competitivo, en el que una de las partes debe morir, y la otra, en efecto, proclamarse ganador, y él debe ser el ganador, como siempre. Aporrea, golpea, usa el salero, pincha, a todas estas con suprema tranquilidad. En su mundo corto de realidad lo que hace se le torna bueno, porque a él le gusta, no dilucida la idea de parar. La rata chilla, ha atinado un golpe poco certero, mas si bien, eficaz. Been inspecciona con sus deditos el cuerpo de la rata sin pudor ni disimulo. Y su estómago vuelve a rugir... y es que sí, en efecto, hoy será una larga noche...

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