Capítulo X: Octubre

257 45 43
                                    

17 de Octubre. 23:45 p.m. Día del atentado.

   Luego de mi sueño —más bien pesadilla— no pude estar tranquilo. Durante prácticamente todo el mes intenté decirle a Itachi que algo anda mal, que sucedería algo horrible, que lo presentía. Le dije que vi a esos tipos otra vez y que tenían armas pero... No hizo más que tratarme de loco. De hecho, me preparaba té de hierbas y me mandaba a mi habitación porque según él yo estaba siendo muy pesado y le estresaba.

   También, a consecuencia de eso, me envió a hacer trabajos para distraerme y especialmente para que no lo molestara.

   Cómo por ejemplo, ahora.

   Era pleno otoño. Mi hermano dijo que por hoy haga todas las tareas de mantenimiento en la granja así me lograba desestresar pero, sucedió todo lo contrario.

   Fui a los establos principalmente. Digamos que era mi lugar favorito para comenzar. Recuerdo que liberé un rato a los caballos y luego hice toda su limpieza, incluso les di más alimento.

   Después, me dirigí a las pequeñas huertas para regarlas y fertilizarlas. Ahí es donde tenía mis tomates y otras plantas como el morrón, el zapallo, papas y cebollas. También poseía aromáticas como la menta, lavanda y curry. El curry era fascinante. Me gustaba por su nombre y porque confundía los demás. Hay gente que cree que el condimento del curry viene de esta planta cuando en realidad es la cúrcuma. Pero bueno.

   Al salir de ahí me dispuse a caminar por las hectáreas de pera y manzana que poseemos. Obviamente no caminé todas hectáreas, solo me acerqué a los árboles más próximos para ver como iba su crecimiento. De cuidar estas tierras lo hacía Itachi así que no tenía que hacer algo pero, solo me sentí curioso. Además, recién en verano podré ver frutos.

   De por medio visité a las gallinas y limpié. Cambié la cama de viruta porque el amoníaco ya era sofocante y me dio lástima por ellas. Fue un trabajo asqueroso y agotador pero debía hacerlo. Aunque, lo único molesto es llevar la carretilla pesada hasta las composteras, nada más.

   Así que continué mi trabajo hasta llegar al lugar que más detestaba pero que si no fuera por ellos, no viviría: el chiquero de los cerdos.

   Aquello era una especie de amor odio. Oh, en realidad ni siquiera llegaba al amor. Pero, debía cuidarlos de igual forma. Itachi hace mucho tiempo había iniciado un criadero de cerdos para sostener mejor nuestra economía y poder acceder a ciertos lujos. Los lechones se vendían por un precio bastante alto, supongo que eso lo motivó. Y convengamos que comprar un cerdo faenado por kilos tampoco es algo super barato.

   Era un proceso largo, repleto de sangre y trabajo sucio. Además, luego de la faena se debían hacer los análisis de triquinosis. Recuerdo que rezabamos para que los cerdos no se encuentren enfermos y no perder más dinero porque es bastante costoso mantenerlos para que luego no haya nada a cambio.

  De igual forma, nada de lo que mencioné tiene que ver con mi odio a los cerdos. En realidad, lo que sucedió es que cuando era muy pequeño —la edad donde había aprendido a manejar el revólver— me mordió uno de los cerdos que Itachi cuidaba. Ese en particular era agresivo pero, eso no lo sabía y al intentar acariciarlo pasó lo que tenía que pasar.

   Y desde ese momento disfruto ver las faenas.

   Abrí la puerta de sus corrales para dejar que avancen a uno pero más grande, que estaba a la intemperie y donde podían convivir todos juntos. Limpié los que estaban repletos de excremento y les suministre más agua y comida. Finalmente, volví a entrarlos a su lugar correspondiente.

   Para este entonces había oscurecido. Supuse que ya era más que tarde entonces me dispuse a caminar de inmediato hasta mi casa.

   Seguramente Itachi debe estar muy preocupado. Dios, que idiota, ¿Cómo perdí tanto tiempo? él suele volver antes de las siete, siempre seguro.

Severe Revenge [SasuIta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora