Capítulo XI: Noviembre

226 45 17
                                    

17 de noviembre.

No fui capaz de pensarlo en un mes entero.

   No, no me refería a la situación. El intento de robo, más bien. Sí, un intento porque hasta ahora, solo habían destrozado todo lo que alguna vez logramos juntos luego de que nuestros padres se borraran de la vida, nuestra vida. Pero, no sé si me importaba ahora mismo, eran cosas materiales después de todo. No había nada que procesar de eso.

   De hecho, hubiera preferido que se llevaran todo.

   No fui capaz de pensar en él en un mes entero. Recuerdo muy bien lo que la doctora me dijo. Es probable que él no despertara nunca más pero yo no estoy preparado.

   No estoy preparado para dejarlo ir de un día para otro. De esa forma. Es una locura, no cabe en mi cabeza. Hace un mes y días nos habíamos recuperado como relación, habíamos reído, nos tocamos, compartimos. Estábamos bien. Sentí que nunca terminaría. Y al final, aquí estoy.

   ¿Cómo de la nada puedes perder todo lo que alguna vez sentías que nunca se iría?

   No lo sé, en serio. No lo sé pero no puedo dejarlo ir tan de repente. Sé que debe haber una solución ¿No?

    Mierda, solo fue un día. Ni siquiera uno, fueron horas y ya me estaban diciendo con una frialdad extrema que él nunca volvería. ¿Es en serio?

   Pero, a la vez, no quiero ser egoísta. Yo realmente creo y confío con fervor que él se recuperará aunque, y si al final ¿Es en vano?. ¿Y si solo lo obligo a respirar artificialmente mediante una estúpida máquina solo porque yo aún no proceso que él puede estar muerto?

   No, no está muerto.

   O si, tal vez si.

   Esa era la pelea constante que había en mi distorsionada mente y por eso mismo lo evité. Pero la realidad era otra y debía pensarlo. No podía seguir intentando olvidar. Debía aceptarlo, más bien.

   No sirvió de nada dormir más de diez horas por día para evitar sobrevivir porque en realidad ni siquiera pienso continuar existiendo si no es con él. No sirvió para mierda volver a disparar imaginando en mi pobre cabeza que era alguno de ellos. No sirvió de nada dejar de comer para experimentar un dolor que me distraiga del aún más grave y enorme: el de mi corazón. No sirvió de nada, ninguna de esas me ayudó y ni me ayudará a aceptar lo que realmente pasa: el amor de mi vida se marchitó.

   El revólver quedó debajo de mi almohada. Ahora no siento más que paranoia por las noches, siempre lo traigo conmigo. A pesar de que leí ese endemoniado papelito que dejaron tirado esos desgraciados, nunca dejé de estar alerta. Ni siquiera al dormir porque a partir de ese diecisiete tengo el sueño entrecortado. Despierto todas las noches luego de una hora.

   De mi habitación caminé hasta la de Itachi. Al abrir la puerta cuidadosamente, logré ver de a poco el aspecto de su cuarto. Todo había quedado como él lo había dejado. Cama tendida y ordenada al igual que sus prendas. Todo estaba en su lugar y en perfecto estado. Así era él.

   Hace bastante que no tocaba su habitación por miedo pero, ahora lo necesitaba más que a nada.

   Me dirigí a su armario y abrí las puertas de madera donde guardaba sus abrigos y camisas. Tomé una de ellas, una de las que usaba habitualmente y la abracé cómo si fuera lo único que me quedaba. Inhale el aroma que solamente el podía emanar y que era tan dulce... Me tranquilizaba en todo aspecto. Y me quedé un par de minutos así, fantaseando.

   Imaginando que era él el que me abrazaba y me decía que todo estaba bien. Que todo acabará cuando pase el temblor.

   Luego, me quité la prenda que llevaba puesta y me la coloqué para que se impregne en mi y no me abandone por nada.

   Y finalmente, me hice un lugar en el armario para meterme. Sentado, abrazando mis piernas y rodillas mientras me asfixiaba con su aroma y con sus recuerdos.

   Todo oscureció al cerrar las puertas. No pude evitar lagrimear. Creo que nadie podría evitarlo en una situación así. Especialmente porque también recordaba a mamá.

   Cuando era pequeño, mamá murió junto a papá. Pero fue la muerte de ella la que me marcó para toda la vida. Itachi simplemente se vio tan herido que ni siquiera me dejaba entrar a su habitación. Entonces, con el tiempo la olvidé.

   Olvidé su rostro, olvidé sus abrazos. Olvidé la comida que preparaba, olvidé su voz, sus palabras. Olvidé los recuerdos que me brindó. Olvidé muchas cosas y cuando me di cuenta, ni siquiera recordaba su perfume. Fue tal la desesperación que corrí hasta su habitación e hice lo mismo que ahora.

  Pero sentí un pequeño dolor en el corazón cuando me di cuenta que su olor estaba desapareciendo y que no volvería a recuperarlo nunca más en mi vida. Entonces, me ahogué por última vez, llorando lo más que podía. Haciendo el duelo a mi manera. Y cuando ingresé a su habitación por situaciones de la vida otra vez, su ropa no olía más a ella, ni a nadie. Se había ido de este mundo.

   Yo no te olvidaré Itachi. Nunca, que ni se te cruce por la cabeza. Por eso haré lo mismo. Me ahogaré con tu aroma y desechare toda mis lágrimas. Quiero sentirlo todo de nuevo porque no cometeré el mismo error dos veces.

   Y no te preocupes. Leí atentamente como me indicabas cuando era niño. En noviembre del año que viene, como decía el papel, la venganza será severa. Lo prometo.
  

Severe Revenge [SasuIta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora