Capítulo XV: Noviembre II

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7 de Noviembre. Día de la venganza.

   — ¿Vas a moverlo o me tendrás toda la mañana aquí, idiota? — Pronuncié mientras me llevaba uno de mis puños hasta mis ojos para frotarme. Los sentía algo ardientes y pesados pero, todavía no tenía sueño.

— Mientras más me insultes más pretendo tardar — Respondió mi compañero. Luego, movió uno de los alfiles blancos del tablero.

— Cabeza de pescado — Le dije con un tono burlesco y eliminé aquella pieza con uno de mis caballos negros.

   Kisame bufó mientras fruncía el ceño. Él también se llevó uno de los puños hasta sus ojos y repitió la misma acción que la mía.

   Nos habíamos desvelado más de la cuenta, al punto que ya había amanecido. Era una costumbre prácticamente pero, nunca nos habíamos excedido de las cuatro. Aunque, esta vez, nos emocionamos un poquito con el café luego de la cena, unas partidas de póker y bueno... Aquí estamos.

— Dios... ¿Por qué siempre te comes mis piezas más importantes? No es justo. Solo me comí un par de tus peones — Emitió rezongando. Decidió mover una de sus torres, amenazando a mi caballo.

— Es que eres un distraído — Moví mi caballo hacia el lugar donde antes se encontraba para, evidentemente, no perderlo — o no sabes jugar directamente.

— No. Tú eres muy atento. Y si no, tienes ganas de joderme — Al momento de terminar se hecho hacia atrás, en el respaldo del sillón. Estiró sus brazos y espalda. Se escuchó un par de crujidos.

— Si, creo que es más la segunda — Respondí sarcástico pero, aquello cargaba con más simpatía que otra cosa.

— Que raro de tu parte — Dijo de la misma forma. Incluso, me brindaba una cálida y linda sonrisa —. ¿Deseas comer algo? Como que ya es hora de desayunar...

— Está bien, tengo hambre.

— Genial.

   Entonces, él se levantó y en pocos segundos ya estaba en la cocina, como lo hacía casi siempre. Yo solo me quedé esperando sentado en mi sillón porque Kisame tenía la costumbre de traerme el desayuno.

   Oí sus típicos tropiezos. Era tan distraído que aún no aprendía el lugar de cada objeto que se usa en esta casa entonces, siempre se chocaba con algo. También pude escuchar como se caían algunas ollas. Armó un alboroto pero, en pocos segundos se oyó el sonido que hacía cuando colocaba la tetera en la hornalla. Pero esa rutina y armonía fue interrumpida por otro sonido más.

   Era el teléfono que sonaba de manera descontrolada. Siempre fue así de dramático su sonido. Digo, a veces lo escuchaba metros fuera de casa.

   Como el más cercano era yo me puse de pie, caminando pesadamente, dispuesto a contestar. Sin embargo, Kisame se adelantó y atendió. Supongo que tiene más que claro que detesto contestar llamadas y especialmente cuando se trata de vendedores.

   Pero por su gran cambio de semblante, no parecía ser uno.

   Al principio se vio neutro y paso de eso a estar muy serio. Luego frunció el ceño y entrecerró sus ojos como si no entendiera nada. Hasta que por fin, vi como palideció de repente, acompañado de una mueca que solo podía denotar sorpresa. No, más bien estupor. Porque cuando colgó no sabía ni siquiera modular bien todo lo que quería decirme.

— ¿Quién es, Kisame? — Fue lo primero que pregunté antes de que colgara. Y cuando lo hizo ni siquiera me dijo algo. Simplemente no hablaba.

   Repetí la pregunta varias veces hasta que me acerqué bruscamente con la idea de golpearlo o algo para que salga de ese estado. Pero, cuando lo vio venir simplemente lo soltó.

Severe Revenge [SasuIta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora