Capitulo 9

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Desperté en mi habitación, me puse de pie, y miré el reloj de pared el cual marcaba las 4:36 am, todo estaba en silencio, me miré al espejo, parecía un zombie, el poco delineador que me había puesto estaba corrido, mi cabello estaba horrible y se veía opaco, mis piernas estaban temblorosas, aun seguía sin ropa, me di la vuelta y vi la marcas rojas en mi cuello, bajé la mirada y mi trasero estaba lleno de moretones y marcas rojas que llegaban en parte a mis caderas. Otra vez mis ojos se llenaron de lagrimas y sentí odio, mucho odio y ganas de tirarme por la ventana, quería hablar con Alex pero no iba a contarle nada a nadie, no quería contar mi propia vergüenza y humillación, sentí culpa por no haberme ido desde la primera vez que vi la clase de monstruos que eran.

Abrí la llave de la tina y me sumergí en la tibia agua, me lavé con cuidado, cuándo tocaba las marcas de mi piel lastimada iba recordando todo, no sé si iba a superarlo, lo único que sabía es que cuanto antes iba a marcharme de ahí y no iba a decir absolutamente nada a nadie jamás.

Me vestí lo más rápido que pude tratando de ignorar el ardor por el roce de la ropa en mi piel, empaqué mis cosas y dejé los uniformes sobre la cama junto con el último cheque de dinero que me habían pagado, busqué el pañuelo de seda que Ian me había obsequiado aquella vez y lo dejé de igual forma.

Con sigilo y silencio total salí de la mansión y caminé a la avenida para tomar un taxi, no tardó mucho en que uno me levantara – ¿Se encuentra bien?- respondí con un sí frío a aquel hombre que se había fijado en mis lagrimas absurdas y cobardes. Cuando llegué al apartamento subí de inmediato esperando encontrarme con Alex y darle un abrazo, pero el silencio del lugar me invadió por completo, ella no estaba y yo ya lo sabía, pero la necesitaba y también a mi padre, dejé mis cosas en la sala y corrí hacia el cuarto, me encerré y lo llamé varias veces hasta que respondió una voz que no era la de papá.

-¿Mark?- dije entre sollozos.

-No, habla Mario, un amigo ¿Quién habla? ¿Eres la hija de Mark?- su tono de voz se tornó nervioso y triste, sentí un gran pesor en mi corazón y de inmediato mi voz se quebró.

-¡Sí! necesito hablar con Mark por favor- mi mano derecha forzó a hacer un puño para resistir a lo que fuese que iba a decirme, sabía que no era nada bueno.

-Yo... no puedo comunicarte con él... tú padre está gravemente enfermo, lleva dos semanas hospitalizado, no dejan entrar a nadie aquí, todo fue... todo fue muy rápido-

-¡Qué! ¡No puede ser! ¡Por favor dígame en que hospital!- mi llanto creció.

-En Texas Health, si vienes puedo ir por ti al aeropuerto o a la estación de autobuses-

-¡Por favor! Ahora mismo iré a la estación, por favor, llamaré en cuánto llegue- colgué y sequé mis lagrimas, hice una maleta pequeña y de nuevo pedí un taxi hacia la estación de autobuses. El viaje duraría 17 horas, parecía una eternidad pero debía llegar a tiempo para estar con mi padre, sentía un gran vacío en mi pecho, sentía una punzada en mi corazón, durante todo el camino no dejé de pensar en todos los momentos malos que había estado pasando, ningún pensamiento positivo venía a mi mente, no había comido nada, mi piel estaba más pálida de lo normal y no había momento en el que mis ojos dejaran de estar hinchados.

Faltaba poco para llegar a la estación, aproximadamente una hora, así que llamé a Mario pero no respondió, lo intenté varias veces pero seguía sin responder, intenté con un sms y luego de unos minutos respondió y fue ahí cuando sentí un fuerte dolor de cabeza y un ardor tremendo en mi pecho que no me dejaba respirar –Señorita, ¿Se siente bien?- preguntó la encargada del autobús –Sí, debe ser el viaje, estoy un poco cansada- sonreí con esfuerzo y con los ojos llorosos.

Atracción DominanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora