Chapter One

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Chapter ONE

Voy a matarla. Sencillamente, voy a matarla.

Llevo más de una hora esperando a que termine de arreglarse para que pueda hacerle de chofer y llevarla al bendito recital, y ni siquiera es capaz de darse prisa. ¿Qué demonios lleva tanto tiempo? ¿Qué rayos va a ponerse para el recital de una banda de rock? ¿Un vestido de gala? Seguramente, dice la condenada voz de mi cabeza. Ella es la voz cantante en mi vida.

Toco la bocina por décima vez en los últimos 65 minutos y, de milagro, esta vez parecen escucharla. Vina, mi hermana de 17 años y sus mejores amigas, Eme y Rouge, salen por la puerta principal de la casa residencial de mis padres. Desde mi posición en mi coche puedo ver el rostro de mi madre a través de la cortina de la ventana en la sala. Ni ella ni mi padre se han dignado a salir a saludarme. Que les den.

Una llamarada de furia comienza a invadirme cuando reparo en lo que llevan puesto mi hermana menor y el resto de sus amigas: simples jeans y unos buzos GAP de diferentes colores. Tiene que ser una broma. Vina entra rápidamente en el sitio del acompañante de mi Chery QQ año 2005 mientras sus amigas entran en los asientos de atrás. Sacude enérgicamente la mano en dirección a la casa con una gran sonrisa mientras dice:

-       Arranca de una vez, T.

-       Buenas noches a ti también. – digo encendiendo el vehículo.

Cuando conduzco apenas unos metros fuera de la vista de nues… heee, de su casa y la de mis padres, Vina y sus amigas resoplan y se miran con complicidad estallando en risas. Esto no me gusta nada, pienso. Y entonces comienzan a sacarse los buzos que llevan puestos y los meten en las mochilas que han traído consigo. No digo nada hasta que veo en mi perfil cómo mi hermana comienza a desprenderse el pantalón.

-       ¡Hey! ¿Qué rayos haces? – ella pone los ojos en blanco y sigue desnudándose en mi coche. Mierda.

-       Tranquilízate. – dice. Saca un pedazo de tela negra con brillos de la mochila y se la pasa por las piernas. – No habrás pensado que iría al recital de Quimera vestida como una pordiosera ¿verdad? – Eme y Rouge le ríen el chiste.

-       La verdad es que no tengo idea de cómo se supone que vas a ir vestida a un recital de rock. – digo mientras miro la carretera. A esta hora los automóviles no suelen ir tan rápido, pero todo el mundo sale los sábados a la noche.

-       No es cualquier recital de rock, T. – dice por lo que es la vez número 200 o algo así desde que supo que la maldita banda de la que es fanática desde hace un año, iba a tocar en nuestra ciudad para el cierre de la gira de… algo. – Es el recital de Quimera y cierran con éste show, la gira que han estado haciendo por todas las ciudades del país.

-       Ya. – digo sin entusiasmo. – Lo has dicho docenas de veces.

No tengo idea de quién es esta banda. Bueno, no exactamente. Conozco su música. No son malos; los he oído cada vez que mi hermana los pone en el estéreo de mi coche, pero no estoy tan segura de que ella vaya a su recital por su música, o sea taaaaan fanática de ellos por esta razón. Creo que tiene que ver principalmente porque tiene las hormonas a flor de piel y le tiene demasiadas ganas a uno de los músicos. Nunca he visto siquiera una fotografía de ellos.

Mientras me voy aproximando al semáforo, éste cambia a amarillo así que me detengo. Giro mi cabeza para mirar a mi hermana y entonces me quedo el shock. Es la primera vez que la veo… así. Lleva puesto una especie de top con escote que deja ver demasiado de sus pequeñas tetas con un short negro brillante que desaparece entre sus muslos. No estoy segura de que llegue a taparle el trasero. Y para rematar la vestimenta, se ha puesto unas sandalias de tacón.

Mi hermana es bellísima. Realmente salió a mi madre en este aspecto. Tiene 17 años pero ya mide un metro sesenta y nueve y tiene un cuerpo de modelo, como mi madre. Su melena rubia/castaña le cae en cascadas por la espalda con algunas ondulaciones que parecen tan naturales como lo son. Y apenas lleva maquillaje. Ella nunca necesita maquillaje.

Así que, mientras veo que se ha vestido como para salir de parranda toda la noche y como si tuviera 21 años, comienzo a entrar en dudas sobre lo que realmente va a ir a hacer en este recital.

-       Solo por curiosidad, – digo mientras sigo manejando. Aún quedan unos buenos quince minutos para llegar al estadio donde se celebrará el show. – ¿a dónde piensan mamá y papá que has ido? – ella sonríe hacia mí.

-       A quedarnos en tu casa para convencerte de que vuelvas con Andreas. – dice, como si no fuera obvio.

Genial. Me ha usado en la mentira que se ha hecho para poder ir a ver a estos adictos al sexo, alcohol y drogas. Como mis padres se enteren van a matarme. Como si no me odiaran ya por dejar a Andreas y no seguir lo que ellos querían para mí en la vida. Suspiro. ¿Por qué mi hermana no puede ser un poco como yo? No es que sea mejor, nunca me compararía de esa manera. Somos diferentes. Punto. Pero… el hecho de que salga a escondidas de casa para ir de fiesta y se emborrache o le mienta a mis padres sobre algo como un recital… Si al menos no se vistiera como una zorra el tema no me cabrearía tanto.

Cuando llegamos no hay manera de que pueda estacionarme entre todo este gentío. Ya hay una cola de tres cuadras para poder entrar al recital y da la vuelta a la manzana. Entonces recuerdo que en la parte de cargas del estadio hay una calle que seguramente esté libre. Siempre está libre. Lo sé porque solíamos venir con Andreas a los partidos de fútbol que tanto le gustan. Y siempre estacionábamos allí.

En cuanto paro el coche, mi hermana y sus amigas se apean de él, no sin antes darse una repasada en sus espejos y retocar el lápiz de labios. Eme lleva un conjunto similar al de Vina, con un short de tiro alto y un top que solo le cubre las tetas. Rouge se ha puesto una camiseta hasta la cadera pero con un tremendo escote y unas calzas que son… prácticamente transparentes. Suspiro. No entiendo qué les ha picado a estas chicas. Hace menos de un año atrás no se vestían como los zorrones del instituto. Ahora, seguramente todos piensan que lo son; al menos cuando salen. Mi madre nunca permitiría que llevara algo provocador al instituto.

-       De acuerdo. – dice mi hermana mirándome por la ventana baja del pasajero. – El recital terminará alrededor de las once si es que empieza puntual; pero ya te llamaré cuando necesite que nos recojas. – sonríe con esa sonrisa de hermanita menor que sabe no puedo rechazar. – ¡Nos vemos!

La observo mientras camina en dirección a la entrada del estadio con sus amigas, una de cada lado. Cierro los ojos y cuento hasta diez. Demonios. Esta chica siempre me hace lo mismo. Ahora tendré que pasar las siguientes dos horas esperando a que me llame para saber cuándo puedo recogerla.

Busco en los favoritos de mi celular y pongo el bluetooth mientras llamo a mi mejor amiga. Siempre hace que me sienta mejor. Sin embargo, el celular suena y suena sin que Aster conteste. Miro la hora. Son apenas las ocho y media, tendría que estar en casa ya.

Entonces ocurren dos cosas: la puerta del acompañante, la misma por la que bajó mi hermana hace dos minutos, se abre y se cierra de golpe; y ahora, ya no estoy sola en mi coche. 

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El chico de la bandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora