Chapter Nine

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Chapter Nine

Entramos en mi coche en silencio. Drew sigue teniendo las llaves, así que se pone del lado del conductor. ¿Por qué demonios le he dejado mis llaves a un extraño?, pienso. Y ¿desde cuándo mi humor cambia tan repentinamente? Debe de ser el estrés. Y la adrenalina de la noche, sí. Seguramente es eso.

-       ¿Qué te ha parecido? – pregunta mi acompañante mientras pone en marcha el vehículo.

-       Ha estado bien. – digo sin darle vueltas al asunto.

Pero, la verdad es que ha estado más que bien. Ha sido increíble. No entiendo cómo he podido perderme semejante espectáculo durante todos estos años. Mi piso solo queda a 20 minutos en coche del Planetario, y nunca siquiera consideré la posibilidad de venir aquí, a conocer. Debo ser la única citadina que no había venido antes a un show aquí.

Drew nos introduce entre el tráfico de las calles; los automóviles siguen yendo en dirección a la ciudad y, aparentemente, nosotros también. Quito mi móvil del soporte en el que lo he dejado y miro la hora. Son más de las 11. Tengo tres llamadas perdidas de Aster y unos 15 mensajes sin leer. Posiblemente todos de ella… Espera… ¿las 11? Vuelvo a mirar el reloj. 11:32 minutos. Pero… eso no puede ser ¿verdad? Es decir… estuvimos dentro del Planetario ¿qué? Una hora. Tal vez unos minutos más…

Tras revisar los mensajes y comprobar que todos son de Aster, suspiro. Vina no ha llamado aún, lo que significa que no ha terminado el concierto y sigue allí. O ya ha encontrado un tío para que la lleve a casa por la mañana.

-       ¿Solo bien? – la voz profunda de Drew me saca de mis pensamientos y el sobresalto me hacen soltar el móvil, que se cae entre medio de mis pies. Genial.

-       ¿Qué? – me inclino debajo del asiento del copiloto en el que voy. No puedo alcanzar el maldito teléfono.

-       Dijiste que ha estado bien.

Silencio.

Ha estado bien. El chico me ha salvado el pellejo frente a mi ex novio y ex amiga; me ha llevado a un espectáculo increíble y lo único que se me ocurre es decir Ha estado bien. Soy un puto genio, en serio.

Suspiro.

-       No solo bien. – digo mirando al frente. Los autos pasan a nuestro lado y frente a nosotros. – Ha sido único. – lo observo disimuladamente de perfil. Su mirada sigue fija en el camino y no puede ver mi expresión. – Es la primera vez que experimento tanta… belleza, toda junta. El Inicio… todo parecía un compás de Beethoven perfectamente trazado. Es tan…

-       ¿Puro? – miro su rostro.

Mi auto no es exactamente grande ¿saben? Y Drew lo es. Sus anchos hombros y fuertes manos sujetan el volante con una sola mano, mientras la otra está en la palanca de cambios. Aunque son manos cuidadas, tiene marcas en los dedos. Quisiera saber qué le ha hecho esas marcas. Quisiera mostrarle lo agradecida que estoy realmente por haberme llevado al Planetario. Por salir a mí rescate frente a Andreas… Puedo sentir su brazo cuando el mío ‘choca’ con él, rozándolo suavemente sobre la tela de la camisa.

Sin embargo, la palabra que dijo, es exactamente cómo describiría la proyección que vimos. La pureza con la que muestra el comienzo del Universo y la vida en la Tierra es majestuosa. Es algo que simplemente no quisieras olvidar nunca. Algo que conmovería a cualquiera.

Pongo una sonrisa de lado, intentando imitarlo. Sí, claro.   

-       Sí. Esa es la palabra que buscaba.

El resto del camino lo hacemos en un cómodo silencio. Supongo que él pensando en el show del Big Bang, y yo… no tanto.

Mientras Drew conduce, le doy miradas robadas. Su oreja derecha está perforada por un expansor. No tengo idea del diámetro que tiene, pero es grande. Justo por debajo del mentón, un lunar se deja ver en esa zona tan vulnerable… y no puedo evitar la imagen que se me viene a la mente: yo, inclinada sobre Drew, sobre su cuello, dejando un reguero de pequeños besos alrededor de su lunar…

-       Hemos llegado. – su voz me trae de vuelta a la realidad.

-       ¿Qué? – pregunto algo confusa.

Pero no responde. En cambio, saca la billetera que tenía antes esta noche y saca varios billetes. Frunzo el ceño y miro por la ventana. Estamos de vuelta en el estacionamiento del estadio. ¿Cómo pudimos llegar sin que lo notara?, pienso.

Y entonces, el chico Adonis me extiende el dinero.

Claro. El trato ha terminado.

-       Dije dos horas ¿recuerdas? – pregunta sin sarcasmo.

-       Sí. – asiento, sin saber qué más decirle.

¿Gracias? ¿Qué se repita? ¿Me dio gusto conocerte? Es probable que ni siquiera se lo crea si digo algo de eso. Así que simplemente no digo nada.

El sonido de Aerosmith llena de pronto la cabina. Drew se aleja unos centímetros de mí, y rebusca en el bolsillo de sus pantalones. Un teléfono iPhone 6 dorado, igual al mío.

-       Sí. – dice a quién sea que está detrás de la línea. – En seguida llego. Nos vemos.

En cuanto corta la comunicación, su teléfono resbala de su mano. En un intento por atraparlo, el aparato rebota en la palma y cae entre medio de mis piernas. Y entonces, cuando estoy a punto de inclinarme para levantarlo del suelo, Drew desabrocha en un ágil movimiento su cinturón de seguridad y se inclina entre mis piernas. OMG. No puedo respirar. Su duro pecho está sobre mis muslos, mientras que su brazo derecho está justo en mi entre pierna, intentando tomar el celular. Algo ahí se me comprime; algo que hacía muchísimo tiempo no sentía.

Por supuesto, aunque solo son unos segundos, toda la escena parece haber durado mucho más. Suelto el aire disimuladamente cuando él se incorpora en el asiento del conductor. Miro por mi ventanilla para que no pueda percibir el efecto que ha tenido su proximidad en mí, y entonces, un teléfono aparece en mi visión.

-       Ten el tuyo. – dice como si no hubiera pasado nada. Claro. Porque a él no le ocurrió nada. – Tenías problemas para tomarlo. – su media sonrisa aparece.

-       Gracias. – digo.

Y esta es la parte en la que lo hecho de mi auto; le digo que nunca vuelva a aparecerse otra vez en el auto de un extraño en medio de la nada y más si es una chica quien está tras el volante; y que se vaya al diablo. Si… pero el problema es que no pienso ninguna de esas cosas. ¿Por qué no pienso ninguna de esas cosas? Tendría que pensar todas esas cosas. Sin embargo… no quiero que se baje. Tan simple y estúpido como suena, no quiero que se baje del auto. Quiero que vuelva a encender la marcha y conduzca a donde mejor le parezca. Quiero que vuelva a tomarme de la mano como lo hizo cuando salimos de Granny’s, y que vuelva a hablarme al oído como hizo en el Planetario durante el show. Y, sin pensarlo, quiero volver a tener su cuerpo tan cerca de mi entre pierna como sea posible.

Tres movimientos. Abre la puerta. Se apea del coche. Cierra la puerta.

-       Gracias por el viaje. Nos vemos.

Dice a través de la ventana baja. Y entonces, se aleja.

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El chico de la bandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora