Capitulo 3: Bromance

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El despertador suena, como todas las mañanas y lo apago mientras me incorporo. Estaba despierto mucho antes de que el despertador sonara. No he podido dormir muy bien, cada vez que cerraba los ojos, las imágenes volvían a mi mente y revoloteaban sin parar. Cuando pienso que voy a seguir adelante, que lo he superado, todo regresa a mi mente.

Camino hacia el baño, abro la gaveta y al hacerlo, noto que mis manos tiemblan. Suelto un pesado suspiro y saco la pequeña caja donde guardo todas mis drogas psiquiátricas. Sé que contiene cada frasco con solo ver la tapa, no tengo que detenerme a leer el nombre. Me reconforta saber que ya no debo tomarlas todas al mismo tiempo.

Tratando de controlar el temblor de mis manos, lleno un vaso con agua que tengo e ingiero la droga.

Después de haber terminado con mi rutina mañanera, bajo a desayunar y encuentro a mi madre apoyada en el mesón con sus manos cubriendo su cara, lanzando suspiros lastimeros cada dos segundos.

—¿Estás bien, mamá? —me mira al instante con una sonrisa falsa y empieza a asentir con la cabeza. Sus ojos se ven muy rojos e hinchados, incluso los bordes de sus labios están rojos. Es imposible que niegue que ha estado llorando.

—Sí, solo algo cansada. Me resfrié y no pude dormir bien —tiene una expresión triste y demacrada marcada en el rostro, no le creo. Estoy más que seguro de que conozco la razón, o al menos la puedo imaginar. En el último tiempo mi padre ha tenido muchos viajes de negocios, justo después de mudarnos por su trabajo, es bastante sospechoso.

—¿Dónde está? —Siento como la rabia empieza a tocar cada nervio que tengo en el cuerpo, con solo imaginar que mis sospechas sean ciertas.

—Un viaje de negocios en Boston —suspira y cierra los ojos por unos segundos. La observo y cuando los abre, sus ojos están humedeciéndose, lo que provoca que apreté el mesón de la cocina con mucha fuerza, haciendo que mis dedos me duelan por la presión.

—Si sabes lo que está haciendo, ¿Por qué no lo dejas? No es justo —le digo, luchando contra el impulso de elevar la voz—. Mamá, no es justo para ti, no lo es para mí, ni para Travis.

—Leo, hablamos más tarde de esto. Travis no debe tardar en bajar.

Hace varios meses, mi madre y yo empezamos a sospechar que mi padre podría estar engañándola, pero no hicimos nada, bueno no quise hacer nada hasta tratar de conseguir más pruebas.


—Debo irme a trabajar, hoy tengo turno hasta tarde. Cuida de tu hermano mientras no estoy —una lágrima cae por su mejilla y siento náuseas al instante.

—Estaremos bien —le sonrío y dejo un beso en su cabeza, me sonríe devuelta y sale de la cocina.

Voces del VientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora