CAPÍTULO 1

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Empecé a trabajar en esta empresa hace como dos semanas, pero mi jefe está de viaje por Europa, así que no lo conocí todavía. Ya me hice amigo de la mayoría de mis compañeros, me memoricé dónde está la cocina y el baño, ya tengo una taza propia, en pocas palabras, ya estoy acostumbrado a este lugar.

Escuché que mi jefe es muy estricto, serio y malhumorado. Que no soporta la impuntualidad, lo desprolijo. Estuve deseando que nunca volviera (debido a todo lo que me contaron de él), pero el día iba a llegar.

Estoy de pie charlando con Laura, la primera persona de la que me hice amigo, cuando veo que dirige su mirada a algo detrás de mí, y pone una expresión de nerviosismo. Me doy vuelta para encontrar al que supongo es mi jefe.

Lleva un traje negro, tiene un semblante serio, casi enojado. Sus ojos son lo que más me interesa, son de un color cielo muy lindo. Reacciono cuando veo que arquea las cejas.

—¿Se puede saber qué haces hablando y no trabajando? —pregunta. Al instante me pongo nervioso. No quiero que tenga una mala primera impresión de mí, pero parece que ya es tarde.

—Sí, perdón —digo, agachando la cabeza. Camino hasta mi escritorio, que está a un par del de Laura. Cuando llego levanto la cabeza por encima de la pared de vidrio para verlo entrar a su oficina. Vuelvo la mirada a mi computadora y me obligo a olvidar lo del señor Oliva para poder concentrarme bien en mi trabajo.

—¿En serio? —pregunto a Carolina, una de las jefas.

—Sí, Palacios. Y sin quejarse. Mucha suerte —sonríe y se va.

Me acaba de decir que voy a ser secretario del señor Oliva. Casi no hablé con él, pero las veces que lo hice me pude dar cuenta de que es muy malhumorado y estricto. Le molestan muchas cosas, de las cuales tengo un par. No quiero que me eche. Necesito este trabajo si quiero mantener mi independencia.

Suspiro y camino a mi antiguo escritorio para agarrar mis cosas.

Golpeo la puerta del señor Oliva. Escucho un «adelante» y entro. Nunca había estado en esta oficina, pero parece un poco deprimente. Las paredes son grises, aunque tiene un par de pinturas colgadas. Lo veo sentado atrás de su escritorio, concentrado. Me quedo unos segundos mirándolo. La verdad es que es muy lindo. Me encantan sus ojos, y su seriedad. Pienso que nunca lo vi sonreír, pero que me gustaría.

—¿Va a quedarse todo el día ahí mirándome o se va a poner a trabajar? —dice, sin dejar de mirar su computadora. Murmuro una disculpa y torpemente pongo todas mis cosas en el escritorio. Una vez que termino, el señor Oliva me llama para explicarme lo que tengo que hacer.

Después de una lista interminable de cosas que tengo o que no tengo que hacer, me deja ir a almorzar. Salgo agobiado de su oficina y voy hasta Laura.

—¿Almorzamos? —le pregunto. Ella asiente y se para, y caminamos hasta la cocina. Una vez ahí saco nuestra comida de la heladera y la pongo a calentar, mientras le cuento cómo me fue.

—Sí, así es el señor Oliva.

—O sea, ¿alguna vez lo viste reírse? ¿O sonreír? —me quejaba—. Igual... está re bueno—. Ella asiente, pero su mirada cambia a una igual a la que puso cuando...

—Permiso —escucho a mis espaldas. Doy un saltito y me doy vuelta, encontrándome al señor Oliva. Siento un calor en la cara, como si me hubiese puesto rojo. Me olvido de la comida y salgo de la cocina, muy nervioso. Doy unos cuantos pasos hasta que me acuerdo de Laura. Pienso en si debería ir a buscarla o si la espero acá. No quiero volver, la verdad. Me daría mucha vergüenza verle la cara al señor Oliva después de eso. Así que decido ir hasta mi nuevo escritorio, después me ocuparía de comer.

Estaba leyendo la agenda del señor Oliva en mi computadora cuando lo escuché entrar. Todavía me daba vergüenza mirarlo, así que no levanté la vista de la pantalla. Él tampoco parecía querer hablar, lo cual me alivió un poco. ¿Qué iba a decirle?

Me sobresalté cuando vi frente mío un plato con comida, que me tendía el señor Oliva. Fruncí el ceño y lo miré, seguía con ese semblante serio, pero pude notar un brillito en sus ojos. Agarré el plato y el tenedor, todavía confundido.

—Gracias —dije torpemente, viendo como él se iba a su silla. 



Hola, lector/a! 

Gracias por haberle dado una oportunidad a mi historia. La escribí con todo el amor que le tengo a este ship, espero que te guste! 

-uri

El jefe [truewos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora