CAPÍTULO 7

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Un olor a café y tostadas me despierta. ¿Desde cuando mi hermano hace el desayuno?

Pasan unos segundos hasta que levanto la cabeza de la almohada, viendo que no es mi habitación. Entonces me acuerdo de todo. Me siento en la cama, dándome cuenta de que solo tengo puesta mi ropa interior y una remera de Valentín. Él... ¿me cambió?

Me levanto, me pongo mi pantalón (que encontré en el piso) y salgo de la habitación. Observo el lugar, cosa que no había podido hacer antes. Voy por el pasillo hasta una cocina-comedor. Las paredes son naranja brillante, y hay muchas plantas. Tenía la imagen del Valentín en la oficina; gris, apagado y un poco triste. Pero su departamento es todo lo contrario.

Valentín está de espaldas en la cocina, no llego a ver qué hace. La verdad es que me siento muy culpable. Hice que se levantara a las cinco de la mañana por un descuido mío. Aunque no haya parecido enojado esta madrugada, nada me asegura que no esté enojado ahora.

—Valen... —lo llamo, bajito, haciendo que se de vuelta. Puedo ver una sonrisa en su rostro. ¿Qué le pasa? Está sonriendo mucho.

—Hola Matu —saluda.

—Perdón... por hacerte levantar a esa hora... ¿estás enojado? —digo mirando el suelo mientras juego con mis manos. Al levantar la vista veo esa sonrisa, que me tranquiliza un poco.

—No pasa nada, Teo —dice. Sonrío por el apodo. Todavía no me acostumbro a su lado simpático.

Un pensamiento me alarma. ¿Qué día es? ¿Por qué no fuimos a trabajar? ¿Qué hora es?

Viendo la confusión en mi cara, suelta una risita.

—Hoy es viernes —dice—. Y no pasa nada si no trabajamos un día.

Sorprendido por su nueva actitud, me acerco. Juntando toda mi valentía e ignorando el zoológico en mi estómago, me pongo de puntitas y le doy un pico, susurrando un «gracias». Siento que me pongo rojo, así que miro el piso para ocultarlo. Me agarra el mentón con una mano mientras que con la otra rodea mi cintura.

—Mateo... —dice, pareciendo nervioso de repente—. Yo... em...

Parecía estar buscando palabras.

—¿Qué pasa?

Viendo su actitud pienso que me va decir algo malo. ¿Quiere que me vaya? ¿O no quiere estar más conmigo? ¿Qué significa «estar»? ¿Tenemos algo?

Pensando en todas las posibilidades, siento que quiero llorar. Él se da cuenta y aprieta más su agarre.

—Es que...

El sonido de la puerta principal abriéndose nos sobresaltó. Me separo de él, dándome vuelta.

—¡Bebé! —dijo una voz de mujer que me pareció conocida—. Ya estoy acá, Valen.

Frunzo el ceño y veo que Valentín se pone muy nervioso. Me mira y mira la puerta, así hasta que veo que una mujer alta, delgada, de largo pelo negro, entra a la cocina. Según los estereotipos de belleza, esa mujer es hermosa.

—Hola, mi amor —saluda acercándose a él y dándole un pico. Valentín me mira con una expresión que no puedo descifrar—. ¿Y vos quién sos? —dice, con mal tono. Ahí la reconozco. Es Lucía, su supuesta ex. 

El jefe [truewos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora