CAPÍTULO 5

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Mar Egeo, año 1968.

– Capitán Jones, la brújula sigue sin marcar la dirección correcta. – dijo el Oficial al mando Grayson. El joven muchacho se pasó la mano por la frente en un intento de quitarse todo el sudor que le caía desde hacía horas.

El agua se estampó de nuevo contra los grandes ventanales de la sala de mando y dos de los hombres que sujetaban el mapa con fuerza cayeron de espaldas rompiendo el cristal en el que se encontraba dentro el único extintor que poseía aquella vieja nave.

El mapa se escurrió arrugándose en el suelo. Parecía tan frágil.

– ¡Capitán Jones! He dicho que este maldito artefacto no funciona, ¿me escucha? ¡Richard Jones, le necesito aquí por favor!

Richard no solo parecía cansado, estaba exhausto y sin un ápice de fuerza en el cuerpo. La tormenta les había pillado de improvisto y apenas les quedaba combustible para seguir avanzando, llevaban días navegando en círculos. Aquella estúpida brújula no paraba de dar información confusa, era como si cambiase de opinión cada vez que conseguían llegar al punto que esta les indicaba.

Cuando el capitán hubo salido de sus pensamientos, cogió el artilugio plateado y las manecillas empezaron a temblar ligeramente desprendiendo un zumbido metálico y chirriante. Una vez más aquella voz suave y ya tan familiar retumbó de nuevo en lo más profundo de su cabeza.

''Ya falta poco''

– ¡Parad motores! – gritó el capitán con la mirada perdida en las altas olas que amenazaban con volcar el barco. –Hemos llegado.

Desde que Richard se había topado con aquella cueva submarina hacía un año y medio en una de sus escapadas románticas con su mujer a las islas griegas, apenas había podido conciliar el sueño. Adoraba el submarinismo y en una de sus inmersiones halló algo especial y único, y aunque podía parecer un tesoro común y cualquiera, no todos los días se encuentra uno. En aquella cavidad marina y en la que había un mínimo de oxígeno preocupante, Richard había hallado una brújula y un mapa intactos al lado del cuerpo de un hombre en plena descomposición.

Probablemente aquella persona había llegado a aquel lugar tan enigmático y desconocido hacía un par de meses. Tenía claro que aquel hombre podría haber salido sin problemas de la cueva como el hizo después de llevarse consigo su pequeño tesoro encontrado, pero la escena que veía ante sus ojos no tenía ningún sentido.

Richard había estudiado medicina antes de dejarlo todo por aquel descubrimiento y sabía de sobra que los restos de aquella persona no mostraban a simple vista algo que pudiese sugerirse como el motivo de la muerte, claro que el hombre podría haber tenido cualquier otra enfermedad o simplemente no cogió el aire suficiente al sumergirse y más tarde la cueva lo atrapó dejándolo sin oxígeno en los pulmones. Pero algo en su mente le decía que aquel hombre había decidido quedarse en ese lugar hasta su muerte. Quizá no solo quería esconder un mapa y una brújula. Quizá quería llevarse a la tumba un secreto.

Durante los siguientes meses a su hallazgo, Richard confió en su mejor amigo Elijah para emprender la búsqueda de algo desconocido hasta el momento, algo que podría cambiarles la vida para siempre.

El mapa era sencillo, nada que no hubiese aparecido ya en un centenar de películas sobre tesoros escondidos, mostraba una señal marcada en negro en una de las esquinas, y en el resto del papel rasgado podían leerse las letras ''Islas del Egeo'', además de unos dibujos que podían entenderse como la separación de mar y tierra. No había más indicaciones a excepción de un círculo con dos rallas que cruzaban juntas la parte inferior de este que también podía verse grabado en la tapadera de la brújula plateada y que si mal no recordaba Richard, aquella misma forma se encontraba grabada por toda la pared de roca de la cueva. Estaba claro que aquella forma redondeada y esas simples rallas verticales significaban algo. Era un símbolo.

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