CAPÍTULO 16

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– ¿Es así como quieres despedirte? Separados no conseguiremos nada, y ¿qué hay de tus hermanos?

Ya había empezado a andar decidida entre la maleza y la oscuridad cuando escuché su voz muy por encima del ruido de los insectos y la lluvia que había empezado a caer con fuerza. La ropa sucia que llevaba puesta desde hacía días se me pegó al cuerpo delatando la forma de mis costillas y lo poco que había comido desde que había llegado a aquel lugar. Me paré en seco como si mis piernas se hubiesen quedado petrificadas y solapadas al barro encharcado y burbujeante. Sabía que continuar aquella misión sola era una locura descabellada que acabaría probablemente en tragedia, pero también sabía que el tiempo jugaba en nuestra contra y en mi mente solo se repetían las palabras: Actúa rápido o morirán muchas personas.

Pero por mucho que hubiese querido no mirar atrás, lo hice.

– Volveré a por ellos, yo sola. Podré enfrentarme a los guardias – dije girando la cabeza en su dirección, el pelo oscuro se le había pegado a la frente y chorretones de agua le caían por la cara dejándole poco margen para ni siquiera poder pestañear.

– No dudo de ello, pero conozco esas instalaciones mejor que nadie, perderías mucho tiempo buscándoles.

Se acercó con paso decidido hasta mí y una vez más se posicionó a una distancia que en cualquier otra circunstancia violaría el espacio personal de una persona, pero que en aquella situación no me importaba la cercanía ni el poco espacio que nos separaba.

Sentí la desesperación en su rostro y como mi corazón latía desbocado ante la proximidad de nuestros cuerpos. Cómo podía una persona ponerme la piel de gallina en cuestión de segundos y alterar todos mis sentidos como si hubiesen llevado años dormidos.

– Parece que estuvieses suplicando quedarte a mi lado Price– dije dándome cuenta de que la conversación se había situado en una dirección totalmente distinta a como la habíamos empezado. ¿Y que narices hacía hablándole de aquella forma? El tiempo era oro y allí estábamos mirándonos con una intensidad que pocas veces había ni siquiera imaginado

– Si lo que estás buscando es que te diga que juntos somos mejores, ahí lo tienes. No creo que consigamos nada si nos separamos ahora, yo tengo información y tú poderes, nos necesitamos. – su voz sonaba más grave que de costumbre, quizás por el cansancio o quizás porque en alguna parte de su ser quería convencerme a toda costa para seguir adelante.

Pero para mí desgracia y mi pesar, sus palabras "nos necesitamos" habían sido lo único capaz de convencerme, más allá de todo lo que estaba ocurriendo en el mundo y más allá de todo lo ajeno a nosotros, sabía que esas dos palabras tenían un doble significado y que empezaba a ser evidente.

La luz de la luna hacía formas extrañas en nuestros rostros, sus pestañas parecían más largas que nunca y sus pómulos resaltaban todavía más dejando claro su atractivo escondido tras una capa gruesa de suciedad y cansancio. Le miré desde todo lo alto que era y me atreví a acercarme un poco más. Su respiración agitada me dio a entender que estaba tan ansioso como yo porque el espacio entre ambos desapareciese por completo. Y entonces su mano derecha recorrió mi muñeca izquierda hasta llegar al codo y después en dirección a mi hombro. Apenas las yemas de sus dedos rozaban mi piel, como si tuviese miedo a electrocutarse. Sentí inseguridad de que aquellos pudiesen ser sus pensamientos, de que temiese que mi piel pudiese hacerle daño.

Pero fue como si me hubiese leído la mente o quizás fue mi expresión la que dejó claro que estaba aterrorizada por si no controlaba la sustancia sobrehumana que recorría mis venas y puso ambas manos sobre mis mejillas y mi nuca. No sabía si aquello estaba bien o mal, no podía ni siquiera pensar en algo más que no fuese su piel tocando mi piel, y la calidez de sus manos era tan reconfortante que me dejé llevar.

Me besó con suavidad y con extrema delicadeza. Le seguí el ritmo y en cuestión de segundos nuestras lenguas también se encontraron, sentía que me faltaba el aire en los pulmones, muy probablemente por la humedad tan espesa que reinaba en aquel lugar, pero seguí besándole apasionadamente, como si se tratase de una despedida. Kaleb presionó con ansia sus labios contra los míos y supe que ambos estábamos apretando los ojos con fuerza, sabíamos que aquel momento no podía durar para siempre y que la realidad llamaría a la puerta en cuanto nuestros labios se despegasen. Y así fue.

Nos separamos con lentitud el uno del otro y nos miramos a escasos centímetros, nuestras narices estaban unidas en un punto perfecto, pero los primeros rayos de luz asomaron en el horizonte tras toda aquella vegetación salvaje, para darnos la señal de que el tiempo se estaba agotando.

– ¿Esperado o inesperado? – preguntó levantando una ceja y mirándome con incertidumbre.

Si quería hacer referencia a lo que acababa de suceder, mi cerebro apenas había tenido tiempo de procesarlo y los nervios crecían con la intensidad de la luz del amanecer. ¿Cuántas horas habíamos estado caminando? No parecía que hubiesen sido más de dos o tres, pero algo me decía que aquel lugar funcionaba de manera diferente.

– Un poco de ambas– respondí con la mirada puesta aun en sus labios. Tuve que armarme de valor para apartarme y mirar en la dirección que debíamos tomar cuanto antes.

– Si seguimos por este sendero llegaremos a una cueva, al otro lado se encuentra la estación de tren de Michigan, probablemente la temperatura al cruzar disminuya treinta grados, allí será 8 de diciembre.

Las palabras que acababan de salir de su boca parecían tan normales y a la vez tan misteriosas, la forma en la que lo había dicho dejaba entrever un trasfondo de información que aún no se había visto dispuesto a contarme. No era tonta ni mucho menos poco avispada sabía que algo ocurría más allá de Odisea y de lo que estaban a punto de hacerle a la humanidad. Algo que escapaba al entendimiento humano o al menos algo que se me escapaba a mí. Quién en su sano juicio creería que tras cruzar una selva húmeda a temperaturas vertiginosas y una cueva apareceríamos en pleno invierno en una ciudad que por lo menos podría estar a miles de kilómetros de aquel lugar. Pero no le cuestioné, asentí y sin saber muy bien que nos aguardaría a nuestro regreso, caminamos decididos y con apenas una pista coherente en nuestras manos. No teníamos ninguna baza con la que jugar ni nadie más a quien confiarle nuestras vidas y ponernos definitivamente a salvo, simplemente nos teníamos el uno al otro.

Sabía que Kaleb había entendido que contactar con el astronauta Payne no era una idea tan descabellada si buscábamos la forma de hacerlo sin que nos matasen.

Después de un par de horas más andando y haber cruzado aquella cueva en la que claramente la temperatura disminuía a cada paso que dábamos llegamos para mi sorpresa, hasta una puerta normal y totalmente corriente, parecía de acero inoxidable y tenía una señal amarilla de alto voltaje pegada en el medio. Estaba abierta y en el momento en el que mi mano se posó en el pomo un cosquilleo recorrió mi nuca y supe que algo no iba bien.

Aparecimos en mitad de las vías del tren en uno de los túneles que conectarían con cualquiera de las muchas estaciones a las que el tren de Detroit tenía como destino, no tuve tiempo de reaccionar cuando en torno a unos diez hombres de los cuales pude distinguir a James en la oscuridad se abalanzaron sobre nosotros, sentí un pinchazo en el cuello y caí de rodillas clavándome la gravilla de los raíles en la fina piel que recubría mis huesos, antes de perder el conocimiento tuve tiempo para girar la cabeza y darme cuenta de que el brazo que presionaba la jeringuilla contra mi cuello tenía tatuajes que reconocía perfectamente. Era Kaleb.

– Has hecho lo correcto – dijo Siena, la secretaria con rasgos asiáticos que habíamos conocido mis hermanos y yo al llegar al complejo y que había tenido al parecer una relación amorosa en el pasado con quien ahora era un traidor para mí. Sus palabras fueron lo último que escuché antes de que mis párpados dejasen de luchar contra la sustancia que me habían inyectado.

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