CAPÍTULO 7

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Dos días antes del Eclipse

Dieron las doce en punto de la noche y la pantallita del coche se iluminó. Eché un vistazo al cuadro de gasolina, apenas quedaba para un par de kilómetros más. Miré al desconocido recostado en el asiento de al lado y que había prácticamente empujado dentro del coche como si de un bulto se tratase y me centré por unos segundos en su pecho, aun respiraba.

No había sido fácil salir de aquel bosque, nunca se me dio bien seguir las indicaciones del GPS y apenas había camino al que recurrir, sin embargo, no miré atrás y con las manos aferradas al volante no pensaba en otra cosa que no fuese ponernos a salvo. Tenía que haber algún motel o posada cerca de la carretera, pero durante horas tan solo nos habíamos encontrado con alguna que otra gasolinera abandonada. No había luces en el camino y la mayoría de carteles estaban destrozados, pintados con grafitis o simplemente habían dejado de existir.

Antes de desmayarse el muchacho había pronunciado las palabras: ''No me lleves al hospital por favor''. Era lo suficientemente lista como para darme cuenta de que llevarle a cualquier centro médico sería una mala idea, hay cámaras y harían demasiadas preguntas, por no contar con el hecho de que estábamos en mitad de la nada y a horas de cualquier pueblo que aun mantuviese algún servicio 24 horas.

Tenía la boca entreabierta y los dientes ensangrentados. Puede que fuese un chico agraciado, pero no lo supe averiguar pues sus facciones se hallaban completamente desfiguradas por los golpes que había recibido.

Al salir del bosque decidí que era el momento de parar y mirarle el corte profundo que tenía en la pierna izquierda, no había recibido clases de medicina en mi vida, pero había visto suficientes capítulos de anatomía de Grey como para saber que un torniquete pararía la hemorragia, y eso hice, me saqué el cinturón del pantalón y lo apreté alrededor de su muslo como pude.

Sabía de sobra que necesitaba atención médica y que yo no podía dársela, no era una herida muy grave, pero temía que si no llegábamos pronto a algún lugar seguro podría sufrir daños mayores. Los acontecimientos sucedidos en aquel edificio extraño del bosque se repetían en bucle dentro de mi cabeza.

Mis manos. Mis manos habían hecho cosas que mi cabeza no lograba procesar y después aquellos hombres... habían aparecido chispas de electricidad. Les había matado.

Sacudí la cabeza varias veces intentando que todos aquellos recuerdos se desvanecieran, pero no, no tenían la intención de irse a ningún lado, ya formaban parte de mí, de lo que me había convertido.

Por fin, un cartel que indicaba un hostal a quinientos metros consiguió sacarme de mis pensamientos, aceleré todo lo que pude hasta llegar a la salida marcada y en pocos minutos nos hallábamos en un aparcamiento con alguna que otra caravana y un par de coches viejos a nuestro alrededor. Por lo demás estábamos rodeados de árboles altos y frondosos, me pareció el lugar perfecto para esconderse.

Me bajé del Jeep y fui corriendo al mostrador iluminado por unas lámparas que vagamente funcionaban y estaban repletas de insectos muertos.

– Hmm-hmm ¿perdona? – carraspeé con la garganta intentando no impacientarme a cada segundo que pasaba.

El hombre que se encontraba delante mía estaba tirado en una silla con los brazos a los lados y una botella de alcohol medio vacía posada en su gran barriga, intentaba mantener el equilibrio para no caerse en cada ronquido que salía de aquel espécimen.

En cuanto enfocó la vista se puso en pie tambaleante y la botella de cristal se estampó contra el suelo, no tardó en coger un rifle en un acto reflejo de debajo de la mesa y apoyarlo en el mostrador haciendo un ruido ensordecedor que hizo que retrocediese un par de pasos. Apreté la mandíbula y me recordé por qué había llegado hasta allí para no salir pitando en ese mismo momento.

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