Cautiva

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Capítulo 2: "Cautiva".

Rin llevaba días encerrada, solo alimentada con un pedazo de pan y una botella de agua. La habitación era fría y tenebrosa. Húmeda y triste.

Para su suerte, buena o mala, no era nada que antes no le hubieran hecho en su niñez. No era la primera vez que dormía con un ojo abierto por si alguien indeseable entraba en su habitación.

Algunos guardias habían entrado varias veces, e intentaron manosearla cuando estaban ebrios o aburridos, o ambos. Era casi la rutina de esa semana. Sin embargo, los dos monstruosos guardias dentro de la habitación habían impedido cada uno de los intentos.

Alzo la vista de sus descalzos pies a los dos gigantescos hombres que estaban en diferentes esquinas del cuarto, uno mirándola fijamente, y el otro viendo la entrada de la habitación. Ambos con una mano en sus respectivas armas.

Eran gemelos, o clones, ya que eran exactamente iguales, hombres altos y corpulentos, tenían el cabello café, ligeramente verdoso y ojos verde brillante. Y eran, sorprendentemente, agradables con ella.

No la regañaban si cantaba para animarse un poco, la dejaban hablara y que les hiciera preguntas simples aunque ellos solo negaran o asintieran. Una vez, uno de ellos metió dentro del pan de su almuerzo un pequeño caramelo de dulce de leche. Nadie lo noto y ella lo comió gustosa, sintiendo un poco de fuerza regresando a su vivaz carácter.

Por desgracia, ellos no habían pronunciado una sola palabra del por qué ella se encontraba allí, o quien era su empleador. En realidad, no habían dicho una sola palabra en todo el tiempo que ella llevaba cautiva.

La peor parte era cuando Sara bajaba a visitarla, esperaba silenciosamente a que los gemelos Ah-Un –como Rin los había llamado por ser el único sonido que emitían- salieran a descansar, y en cuanto la puerta se cerraba, pasaba interminables minutos usándola como saco de boxeo, era el peor momento del día, ya que no la dejaba hasta que saliera sangre de su boca y ya no pudiera estar de pie.

Ya no la golpeaba en la cara, suponía que para no dejar evidencia, pero el resto de su cuerpo resentía todo el martirio que era el soportar todos y cada uno de los choques violentos de la castaña.

Los gemelos entraban varias horas después, o tal vez eran días ¿Quién los contaba? Y la miraban con pena.

Bajo tristemente la mirada, era horrible saber que probablemente no había nadie que la estaba buscando. A su tío seguramente no le importaría donde estuviera mientras pudiera disponer del dinero de su familia. Sango estaba de luna de miel por toda Europa y dudaba que se alejara de su esposo para encontrarla. Y el resto de sus amigos seguramente seguían con sus asuntos.

Y el villano no había aparecido. Era obvio que Sara no era la mente maestra detrás de todo este complicado plan. Parecía más una matona con cara de muñeca.

Y después de tanto tiempo en cautiverio, ya no sabía que esperar, después de todo ella ya no sentía sus articulaciones y si las sentía era por el dolor de la ultima paliza. Sara no había cerrado bien la puerta aquel día, después de la golpiza habitual; y Ah-Un no había regresado, por lo que un puñado de hombres entraron al cuarto y la habían golpeado hasta que perdió el conocimiento por los golpes en la cabeza. Hubieran llegado a más si Ah-U no llegaban a tiempo. De eso ya hace unos 4 días, según Sara, y aún le dolían las costillas. No sabía cómo es que seguía viva. A cada hora escupía sangre, como si tuviera una ulcera.

Y no había recibido asistencia médica más que un par de cubetadas de agua fría para quitarle la sangre y el mal olor.

Ahora realmente estaba aterrada, si Ah-Un no estaba cerca, entraba en pánico, y más al escuchar las risas de los demás guardias que acercaban la comida a su puerta para que sintiera el olor y luego comerla frente a ella. O cuando decían obscenidades y le decían todas las cosas asquerosas que querían hacerle, una vez que el jefe les otorgara el permiso.

Atrapada en los brazos de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora