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Laura Irina Roth

(1998-2020)

"Adios no es para siempre,

Adios no es el final."


¿Quién había elegido el epitafio?

Su madre no, ya que se encontraba justo al lado de ella.


Laura Isabel Turing Roth

(1971 – 2020)

"Para el mundo fuiste una madre,

para nosotros fuiste el mundo"


—Laura eligió el epitafio para su madre —dijo Fausto.

Nos encontrábamos en una zona especial de su extenso patio trasero, decorada como un jardín.

—Usted eligió el de ella. Parece que no hubiera logrado despedirse del todo antes de elegirlo.

—No lo hice. No voy a hacerlo tampoco. Sé que está en algún lugar ahí afuera todavía.

Me mantuve conversando con Fausto a pesar de encontrarnos frente a los ataúdes de toda su familia, Laura y Laura. Él no había aceptado nunca la muerte de su hija, ya que no había tenido la oportunidad de ver su cuerpo. Su lápida, para él, no significaba nada.


—¿Qué te parece si hacemos algo esta noche? Podemos ver otra película —sugirió Laura. Nos encontrábamos en la vereda frente a su casa. El cielo aún era azul.

—¿Otra vez una de esas películas de los sesenta que no entiende nadie? No gracias. Prefiero ver un documental de historia.

—¡Pero si la de la otra vez te encantó! ¡La viste completa!

—Yo estaba más interesado en lo que venía después de la película, por eso me esforzé en tragarme la película entera. —Sonreí inocentemente, Laura respondió con una mueca de desaprobación. Dio un paso al frente y su cara quedó a pocos centímetros de la mía.

—Bueno, —respondió, pensativa —Si hoy mirás otra película conmigo podemos llegar a un acuerdo.

—Media película —repliqué —No tengo tanta paciencia.

—No. —dijo, y tal como hacía cuando quería ganar una discusión, me tapó los los labios con los suyos. No me quejo, definitivamente se merecía ganar la discusión si la iba a terminar de ese modo. Estoy seguro de que si en el futuro lo hacía en un juicio real podría ganar la mayoría.

Una voz vino desde la calle llamando nuestra atención.

—¡Hey! Si van a comer no lo hagan frente a los pobres. —Mateo anunció su presencia parado en medio de la calzada. Otra voz vino del lado opuesto.

—¡Chicos! ¡Están todos juntos! ¿Quieren pasar a comer? —Isabel, la mamá de Laura, nos invitaba a pasar a su casa.

—No, gracias —le respondí —Probablemente sí venga a comer esta noche, con su permiso.

Cometí el error de decir eso en voz alta, porque el caradura de Mateo se auto invitó.

—¡Genial! —dijo él desde su misma posición en la calle —¿A que hora nos juntamos?

EpidémicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora