|8| Rayos, Betty.

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Alejate de él, Betty.

Ale.ja.te de él.

Vaya que aquellas palabras se volvían incomprensibles dentro de su propia cabeza cuando tenía una de las fuertes manos de él sosteniéndole con firmeza de la cintura mientras besaba su boca con necesidad.

Sí, demonios, ¿Cómo habían terminado en eso?

Era mucho tener que explicar cuanta tensión sexual podrá existir entre dos individuos, que por su cabezonería, ocultaban muy pero muy mal lo que sentían. Es casi imposible evitar la especie de magnetismo que hay entre dos personas que ya se habían probado, en el más primitivo sentido de la palabra. Estando o no estando bajo el efecto de cualquier bebida que adormece el sentido de la prudencia y aviva el de la impulsividad, cualquier rose entre ellos equivaldría a una gran alerta de peligro que se encendía de forma automática dentro de sus cabezas pero que se ignoraba con creces.

Y allí se encontraban, ignorando las alertas que les soltaban sus sudconsientes al estos -si se imaginan como seres individuales- estar a poco de materializarse y volverse sus propios personajes en carne y hueso para poder empezar a lanzar zapatos hacías las cabezas de los imprudentes que les ignoraban. Claro que aún así la llamada fuerza de voluntad hacia un poco de las suyas en la cabeza de Betty, cuando su conciencia le gritaba lo mal que estaba aquellos. Pero su traicionero cuerpo solo deseaba que la mano que empezaba a recorrer su muslo siguiera su recorrido sin problemas.

No dejes que se te suba el calor, no dejes que... ¡¿Esa es su lengua en tu boca?! Maldición, no hay remedio. Alejate de él, empujalo y sal corriendo por tu misera vida.

Siempre pensaba que su fuerza de voluntad era un asco, una total bolsa de porquería llena de otras bolsitas dentro de otras bolsitas de porquería, pero su escasez de esta solo menguaba más en presencia de él.

El hombre desmoronaba todo en ella como un terremoto. Terremoto que empezaba a recorrer su cuello con su boca besando cada lunar que había pasado por alto la primera, y borrosa, vez que estuvieron juntos.

¿De dónde sacaba las fuerzas para patearle las canicas y salir corriendo? Era difícil cuando le besaba de una forma que cualquier mujer necesitada de afecto envidiaría - ja! Hormonas, que locas- aquel beso podría ser la envidia de cualquier kadrama coreano con besos de pajarito de por medio. Aquello era lo equivalencia de subirse al cielo, estar aferrada a una nube y echarse a gritar De aquí no me baja ni mi abuela, perros, a toda la potencia de sus pulmones.

Alejate de este hombre peligroso, te puede embarazar... Te puede doblemente embarazar.

Bah, debió pensar en eso en el momento en el que termino acorralada contra una mesa, posteriormente también lo debió pensar cuando luego estaba sobre esta y con aquel libidinoso entre sus piernas. No es que se hubiera quejado mucho.

En un momento de lucidez y cuando las cosas se estaban poniendo vertiginosas, el aire, como un caprichoso, les espeso a faltar. Y por consiguiente tuvieron que separarse para llenar sus pulmones de oxígeno.

Cuando abrieron sus ojos volviendo brevemente a la realidad, ambos estaban visiblemente sonrojados y con la respiración agitada. Se quedaron observando atentamente con los ojos igual de brillosos, compartiendo con aquella mirada un anhelo que, ante aquel momento, no era muy ajeno.

 Betty's Problem - Tony StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora