Y allí estaba él, echando un suspiro, sentado, mirando al techo, con su larga cabellera que no había sido cortada en mucho tiempo. De nuevo, soltó un suspiro, mientras que por su mente tenía ganas de gritar de desesperación, además quería salir de ese lugar, en el cuál ya había estado mucho tiempo. De nuevo, hizo otro suspiro, esta vez era un suspiro de tristeza, se sentía mal, solo quería ver a alguien, a su amada. Con su mano hizo su cabellera para atrás, dejando que la luz del sol que salía de la ventana iluminara su cara. Una lágrima se derramo por su mejilla; volvió a hacer su último suspiro y esta vez sonrió, esa lágrima que soltó, no fue porque le estuviera incomodando el sol, era de felicidad. Porque a lo lejos escuchó pasos y el sonido de unas llaves. Después escuchó una reja corrediza abriéndose, volteó a donde estaba ese sonido e hizo una sonrisa más grande.
- John, ya puedes salir – le dijo el guardia con una sonrisa.
- Ajá – dijo el Señor John poniéndose de pie.
- Tus cosas te las darán acá, sígueme – le dijo el guardia, indicándole que ya podía salir de su celda.
- De acuerdo – dijo el Señor John y salió de la celda, sin antes darle una última mirada.
- ¿Y qué harás saliendo de aquí? – le preguntó el guardia.
- Verás, Erick, tengo planeado buscar a Alex – dijo el Señor John, pues el guardia y él ya habían conversado mucho, de hecho a Erick le gustaban los poemas del Señor John, y él sabía que todos eran dedicados a Alex.
- Ella se pondrá feliz de verte, aun recuerdo cuando venía a visitarte ¿te acuerdas de la vez que se vino con una peluca rubia, que decía que era una prima tuya? Me dio mucha risa, ella hacia lo posible por verte. Te debe extrañar mucho, ya que tú no la dejabas venir a verte.
- Así es, pero quiero ir directo a verla.
- ¿Ella sabe que saldrás hoy?
- No, ella piensa que saldré en 1 año con 11 meses.
- Qué precisos son – dijo Erick.
- Siempre hemos sido así.
- ¿Entonces ella no sabe de tu buen comportamiento y que ayudaste a que encontráramos a unos fugitivos?
- No, quise dejarlo como una sorpresa.
- Se pondrá feliz, ella te ama… pasa por aquí – le dijo Erick indicándole que entrará a una oficina – aquí harás los últimos trámites y podrás ir a verla.
- Gracias, Erick,… por todo – le dijo el Señor John sonriendo.
- Mándale saludos a Alexandra de mi parte.
El Señor John solo asintió con la cabeza y entró a la oficina. Diciéndole adiós a su amigo de la prisión, a la persona que más confianza le tuvo y quién sabe cuándo lo volvería a ver. Pero bueno, así es la vida, ¿no? Ya no verá a su amigo, pero verá a Alex después de tanto tiempo de no saber de ella.
El Señor John terminó de hacerlo unos trámites y después lo dejaron ir. Él salió y un taxi lo recogió, el Señor John pidió que lo dejaran en su departamento, que aun no lo habían ocupado desde que se fue; su auto se lo traería su hermano, que lo estuvo cuidando todo el tiempo que él estuvo en prisión. Cuando el Señor John entró al departamento vio como todo estaba en su lugar, pero notó algo extraño. Su departamento estaba limpio, se le hizo raro que en todo este tiempo no se llenará de polvo.