Ese día todo mundo estaba muy distraído yendo de un lado a otro sin siquiera voltear a verme, yo tendría unos 10 años y con ellos, mucha curiosidad de lo que pasaba.
Mi mamá estaba en la cocina preparando nixtamal, junto a mi hermana mayor Rosalba quien se encontraban de espaldas sollozando y lamentándose, mientras caminaba de un lado a otro juntando agua de la pila de piedra que se encontraba cerca del fogón.
Por otro lado mi mamá estaba de espaldas silenciosa sólo dedicada a su actividad, sin siquiera reaccionar a los incesantes lloridos de mi hermana que inundaban la cocina de un ambiente tenso e irrespirable.
Quedé contemplando un rato esa escena esperando que alguien me explicara que ocurría o me diera alguna explicación de la tan temprana movilización, pero nadie se percataba de mi existencia. Entonces, al no recibir respuesta bostecé perezosamente y sin pensarlo mucho me salí de la pequeña cocina al huerto para caminar entre los cultivos.
Realmente hacía un día muy bonito y soleado, pese a que el día anterior había sido lluvioso y gris. Los lejanos cerros se veían muy verdes llenos de vida con toda aquella vegetación que los decoraba. Se respiraba el peculiar aroma a tierra mojada por la lluvia del día anterior, la cual había dejado unos grandes charcos en los cuales se reflejaba el cielo perfectamente despejado, con un azul muy tenue embellecido por los rayos solares que lo hacía parecer una extraordinaria pintura hábilmente realizada. Cerré los ojos, por un momento y me concentré en el aroma y en los sonidos lejanos del ganado contestándose uno entre otros con su mugir a modo de canto muy entonado –pensaba- así como en las aves que cuchicheaban cosas entre los árboles de manera animada, las cuales, luego de conversar entre ellas, se escuchaba revolotear y se perdían entre la inmensidad de paisajes que les deparaba su viaje.
Pero sin duda lo que más oía eran las gallinas, ya que en el patio trasero de mi casa mi papá tenía varías de ellas. Se escuchaba perfectamente como mantenían un ritmo un rato de cacaraqueo y en un momento una se alteraba y lanzaba una nota más fuerte. Yo imaginaba que eran como señoras que discutían entre ellas, que platicaban como las viejitas chismosas que iban a misa y se contaban montones de cosas que pasaban en las otras casas y hasta se escandalizaban.
Si escuchaba con más atención, podía escuchar que había muchos gallos cantando a destiempo, no solo los de mi casa, sino los de otras casas y jacalitos del poblado, los cuales mantenían una eterna canción que alegraba a todo Talpa.
Imaginaba que en otros lugares habría sus propias aves con cantos muy diferentes que los de ahí, y seguro no eran así de bonitos, me daban un poco de tristeza por qué no podían disfrutar esa eterna melodía que era amenizada con una que otra cabra cantora, o el pasar de los burros rebuznando o de los caballos con sus relinchos de protesta ante sus jornadas exhaustivas de trabajo las cuales empezaban desde que el Sol salía hasta que el Sol se escondía a dormir.
Ante todos esos ruidos yo me perdía, giraba y giraba para sentir el viento rozar mi cara y cerraba los ojos para darle una sensación de inmensidad al espacio, para sentirme una con la naturaleza. Pensar de vuelta en los otros lugares que no tenían toda esa riqueza de aromas y sonidos y que seguramente de tenerlos no serían así de bonitos, inclusive trataba de adivinar el tipo de animales que había, o que sonido era el que más se escucharía, también imaginaba a que olerían otros lugares y como se verían. Era un pensamiento en el que la verdad daba muchas vueltas, aunque la verdad era que yo no conocía nada más que mis tierras, y no me interesaba conocer otros lugares –o eso me decía a mí misma–, ya que yo era muy feliz en mi pequeña burbuja imaginaria, tanto que abstraerme en los detalles de mi entorno hacía que ni siquiera me acordaba que existía una inusual movilización en mi casa y que nadie se había tomado la molestia de hacerme participe.
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Milagros
RomanceMilagros decide dejar atrás su natal pueblo y probar las delicias de la Gran Ciudad dejando su nombre atrás y todo por perseguir aquello que anhelaba. Si le dieron la vida a consecuencia de un milagro, como todos decían, era momento de vivir enton...