CAPITULO VI: LA APERTURA DE MI CORAZÓN

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José se presentó en mi casa hasta la semana después de mi declarado secreto de amor. Fue a visitarme como acostumbraba a hacerlo a la dulcería pero se enteró por Refugio que yo me había negado ayudar más a asistir. Dijo que argumenté que no me sentía tan bien de salud como para seguir apoyando a Rosalba y que prefería quedarme en casa para leer. Le añadió que ultimadamente yo era más silenciosa y distraída que de costumbre, que prácticamente ya no hablaba con nadie de mi familia. Que solo me la pasaba con Ana y Nacho, además de asistir a las lecciones que daban las Maestras Cisneros directamente en la escuela, ya no en casa, por decisión propia.

Le abrió mi Tía Rosa quien lo recibió tan efusivamente como siempre, ofreciéndole un cafecito de capomo. Él –escuché– aceptó amablemente y tomó asiento.

– ¿Cómo sigue Milagritos? –Le preguntó a mi tía quien seguramente se encontraba en la cocina– Me dijo Refugio que ya no va a trabajar con Rosalba y que ya no habla.

–Sigue igual de loca que siempre, pero dice que se cansa –dijo mi tía– Yo solo la veo encerrada allá en su cuarto sin decir nada desde que comienza el día hasta que sale la luna. Ahorita debe estar dormida, duerme mucho ultimadamente, sabe que traiga.

– ¿Y ya vino un médico a revisarla? –Pregunto con cierta preocupación José– Me parece muy extraño su cambio de actitud.

–A mí no, desde que nació muerta y luego vivió, y que si no quiero ir a cumplir mi manda y ahora que si quiero, que si me enfermo y me voy, que si mejor no, así se la ha pasado toda la vida de arriba abajo y de abajo arriba. Ya mi me preocupa tanto, aparte su Papá ya le trajo a un médico y dice que está bien, que está mejor que nunca, que tal vez está cansada de tanto descanso.

–La voy a despertar–dijo José, déjeme entrar–.

–Vaya a ver si le hace caso.

Yo estaba escuchando todo esto pegada a la puerta, pero cuando escuché que iba a ir a verme rápidamente corrí y me escondí debajo de las cobijas fingiendo dormir.

Al entrar mi corazón estaba muy agitado y mi respiración también. Esta muy nerviosa y no podía todavía mirarle la cara. Me daba mucha vergüenza.

– ¡Milagritos! –me agitó bruscamente– ¡Despierta! ¡Vamos ya me dijeron que estás bien de salud!

–No molestes José – le contesté lo más crudamente que pude.

–Que mal carácter tienes –se rió– vamos anda, vamos a pasear, no puedes estar aquí toda la vida encerrada.

–No quiero, vete, déjame en paz.

–¡Nada de no quiero Levántate ahora!

Me tomo de las manos, las cuales sudaban mucho por la ansiedad, y me jaló para sacarme de un tirón entre las cobijas.

– ¡Vete, no me molestes! –Mi cara estaba llena de frustración y no quería que me viera fijamente, no quería que se diera cuenta de mis sentimientos por él.

– ¿Pero qué te pasa Milagritos, que te hice por qué estas tan enojada? – Intentaba verme fijamente pero yo le rehuía la mirada– Anda vamos a pasear. Ya déjate de juegos.

– ¿Por qué no llevas a pasear a Rosalba y me dejas tranquila a mí? –se me escapó decirlo–

Yo me escondí de vuelta entre las cobijas y temblé al darme cuenta de lo que había hecho. No sabía que pasaría.

– ¿Eso qué significa Isabela? –me dijo muy serio tanto que sus palabras eran acusadoras con un tono que nunca había usado conmigo. Aparte me llamó Isabela...

MilagrosWhere stories live. Discover now