CAPÍTULO 2: SUFRIMIENTOS TRAS SUFRIMIENTOS

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Desperté...
con la misma suciedad de siempre y en el mismo lugar que me condenaba a vivir sin el privilegio de sonreír, aunque sea por obligación.

—¡Oye, tú! ¿Quieres comer? —dijo un señor muy amable y con una sonrisa incluída.

Quedé...
mudo ante su invitación y lo único que me a atreví hacer fue encorvar más mi cabeza, y esconder mi rostro ante él. ¿Quién pudiera ser? ¡No lo sabía, pero empezaban acontecerme cosas muy extrañas!

¡Chico!... ¡Ven, come algo! Nadie te va echar de aquí o insultar, pero, por favor come, ¿sí?

‹‹Dijo "por favor"... ¡Él se dirigió con respeto hacia mí!›› —susurraba en mis pensamientos ante aquella inesperada atención.

Entonces...
tomé el plato y rápidamente salí como siempre. Pues reconocía que en estas condiciones nadie me tomaría en serio o me abrazaría, menos recibirme en su casa y sobre todo querer ser mi amigo.


Yo...
sabía que mi vida estaba condenada a vivir bajo el margen de toda posibilidad, y sin derecho a quejarme delante de nadie. Cuando miraba el cielo y observaba su belleza me imaginaba ser como una estrella.


Quería...
brillar y que nadie me apagará. Ser tan inalcanzable para alguien y evitar ser lastimado. No es la mejor persona ni la que contribuiría en algo positivo.


Eso...
era para mí imposible de lograr, puesto que era un vago sin rumbo ni hogar. Era una persona condenada a vivir en el sufrimiento. Mi vida solo era sufrimiento tras sufrimiento y el regalo de cada mañana soportar la perfección de los demás. En ese instante recordé una experiencia de mi infancia.

—¡Adrián, mi niño! Mi hombrecito al cual tanto amo —era la dulce voz de mi madre que hacía mucho no recordaba.

¡Sí, Adrián! ¡Serás como las estrellas. inalcanzables! Brillarás algún día, y entonces te acordarás de nosotros — esta vez la voz de mi papá que me trasladaba con aquellas palabras.

¡Sí, papá! Mamá, seré su estrella y brillaré por ustedes y que se sientan orgullosos de mí —recordaba mientras lágrimas se me escapaban de mis ojos en aquel lugar, donde había quedado atrapado.

¿Petro, que te pasa? ¡Estás llorando! — preguntó Zapatillas.

—¡Sí! —dije —Solo me duele un poco el estómago. No pasa nada..., ya pasará...  —mintiéndole para que no siguiera y sacándome de aquel recuerdo que sin saber se había venido a mi mente.

Petro, te daré de mi comida. Ha de ser porque te has pasado de llenar tu barril, pero ahorita lo arreglamos. ¡Toma! Compré está hamburguesa y se ve rebuena —me asombraba este chico cuanto se preocupaba por mí. Podía quedarse sin comer con tal de verme bien.

Zapatillas... ¡Gracias! —fue lo que le dije porque no quería compartirle mi pasado y lastimarlo ya que el sí estaba totalmente solo en este mundo.

Nos...
quedamos ahí por un rato tratando de olvidar nuestras penas y sobrevivir en un mundo entre drones de basura, insultos de las personas y la hambre que nos azotaba cada día.


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PETRO EL INDIGENTE (En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora