CAPÍTULO 5: PÉRDIDO

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"Narra Zapatillas"

—¿Has visto a Petro, Lucesita? —preguntaba a todo los amigos que encontraba.

—¡No, Zapatillas! Ayer por la noche lo ví entrar al parque, y de ahí no lo volví a ver —me respondió la Lucesita. —Pero pregúntale al Camarón, pueda que lo haya visto —dijo por último.

—¡Lo buscaré! ¡Gracias, Lucesita! —dije de inmediato.

Está realmente preocupado. ¡No le veía por ningún lado! Nadie lo había visto y comenzaba a pensar lo peor. Encontró al Camarón y le preguntó, pero también este, no tenía la menor idea.

Zapatillas, sintió las pulsaciones de su corazón acelerarse a mil por hora ese preciso instante...

—¿Le habrá pasado algo? ¡Oh por Dios! ¡No creo haya hecho lo que me imagino! —con voz fuerte exclamó. ¡Petrooooo!.

Había frustración invadiéndole, y sin poder más, salió hacia aquel lugar en busca de él y esperando encontrarlo sano y salvó, pues Zapatillas lo quería como un hermano.

¡Pero no le encontré! Mi único amigo había desaparecido sin dejar rastro. Es como que si la tierra se lo hubiese tragado. ¿Donde podía estar?

Aquel ser estaba totalmente afligido ante la idea de que su único amigo estuviera herido y mucho peor... ¡muerto! Decidió agotar fuerza y caminar cada calle de aquella ciudad, que tanto los odiaba y enfrentar todas las miradas por encontrar a su hermano y amigo. Pero a pesar de su intento lamentablemente, no lo logró. Así que, en su llanto y dolor dirigió su mirada hacia el cielo a pesar de no creer en nada, le rogó al cielo que Petro estuviera bien. De repente una chica pasó y viendo el quebranto de aquella alma en medio de la nada, se dirigió hacia él para saber lo que le acontecía.

—¡Hola! ¿Puedo saber que te acontece? No te haré nada, solo déjame ayudarte —preguntó tiernamente.

—¿A quién podría importarle que nos pudiera pasar, niña de la sociedad? —respondí quebrantado.

—¡A Jesús y mí me importa lo que te pasa! —dijo con tanta seguridad.

—¿En serio? ¡Porque no lo veo que le importe tanto! ¿Y quién es ese? —rispote alterado.

—Se que la vida no trata a todos igual y el ser humano es egoísta en la mayoría de los casos, pero, sí es cierto lo que te digo, chico. ¡A él le importas!, tanto que me mandó a ayudarte —dijo con tanta seguridad.

—¡Esta bien!...te diré. Mi amigo desapareció desde anoche, y lo he buscado por todas partes y no lo encuentro. Es como mi hermano, señorita —contesté casi llorando.

—¡Calma, chico! ¿Dime cómo se llama y te ayudaré? —preguntó.

—Le decimos Petro —dije

—¡Petro dijiste!

—Sí, Petro.

—¡Por ahí hubieras empezado! ¿Ya fuistes a los hospitales?

—No se me ocurrió, señorita. Ahorita voy a los que me quedan cerca —

—¡Espera...yo te acompañó! —respondió.

—¿Como cree señorita? Digo, usted es rebonita y va muy arreglada y si la ven conmigo ¿que pensarán de usted? ¡Pues a mí ni me miran! —dije en cuanto lo propuso.

—En este momento no me importa y para ser honesta, nunca me ha importado lo que piensen los demás. ¡Ven, sube al auto! —cuando escuché no lo podía creer.

—¡Queeeé! Aaaa suuu aaauutooo, pepeperooo estoy suuucio —dije tartamudeando.

—¡Sí, chico! ¡Lo veo! ¡Vamos! —Este ha ser el chico del que Petro mencionó aquella vez. Iba pensando, mientras conducía. Si lo quieres encontrar entra porque yo sí.

—¡Esta bien! No me gusta mucho la idea pero por mi hermano lo haré —dije apenado.

—Entonces, ¡Adentro!

Olía riquísimo y yo horrible. La verdad me preguntaba a mí mismo como lo soportaba. Pero ella no solo era linda por fuera sino por dentro. Fuimos a tres pero nada. Cuando llegamos al que estaba por el centro, lo encontramos.

—¡Petro! —grite al verlo en una camilla. Pero no me dejaron acercarse.

—¡Doctor, disculpe! Soy su amiga y puede dejarnos verlo por favor.

—¡Soy el Dr. Donovan! A tí puedo dejar que lo veas, pero a él en esas fachas, no lo creo.

—¡Esta bien! Gracias Dr. Donovan. Quédate aquí, solo voy a ver cómo está y luego, veré para que te dejen verlo.

—No soy retonto, señorita. Sé porque no me dejan, pero vaya usted... yoyoyo esperaré aquí —dije con lágrimas en mis ojos.

—Lo siento, pero ya vengo. ¿Está bien? —mirando con tristeza dijo. Y yo le afirme con mi cabeza.

La ví alejarse con esos señores de blanco. Me quedé esperando por lo menos lo habíamos encontrado.

—¡Oye, oye! ¡¿Petro, está bien?!

—Un auto lo atropelló pero estará bien. Ven, vamos a que te limpies pero antes compraré ropa para tí y Petro.

—¿Como cree, señorita? ¡Usted ya hizo mucho por mí y Petro!

—No te lo estoy pidiendo. ¡Vamos y punto! —un tanto cascarrabias dijo.

—¡Sí, es así. No tengo de otra, señorita!

«Recordando Anna»

—El necesitará mucho cuidado y medicina. Los golpes fueron internos y fuertes —dijo el médico.

—¡Entiendo, doctor! Me encargaré de él.

Fin

"Narra Anna"

Comencé a pensar como lo haría mientras compraba. Mi papá odiaba a los indigentes y no tenía otro lugar para llevarlo. Cuando me llamó Lucas, mi amigo, y me acordé que él tiene una casa en la ciudad y podría prestarla por un tiempo.

—¡Dios te bendiga Lucas! Que bueno que me llamas. Me preguntó ¿si todavía tienes la casa sola aquí en la ciudad?

—Sí, ¿porqué la pregunta?

—Porque quería pedirte si me la alquilas un tiempo, por favor. Después te explico. Tengo que irme.

—¡Esta bien, Anna!

—¡Gracias, Lucas!

Terminamos las compras y luego me llevó a darme un chapuzón que casi me dió hermotemia...o no sé cómo es que se dice.

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PETRO EL INDIGENTE (En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora