4

81 14 43
                                    

A Kid nunca le había importado su propio cumpleaños y se había encargado de dejárselo claro a cualquiera de sus amigos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A Kid nunca le había importado su propio cumpleaños y se había encargado de dejárselo claro a cualquiera de sus amigos. Él solo deseaba estar tranquilo y tener poco trabajo, como todos los días después de abrir los ojos por la mañana. Si aún fuese una celebración que le permitiese librarse de su jornada laboral, podría tomar en consideración realizar alguna fiesta, mas no era el caso. A pesar de todos sus avisos, Law en ocasiones lo engañaba y lo contrataba él mismo para realizar alguna reparación y, por lo tanto, se convertía en un siervo privilegiado, dotado de poder aunque encadenado a las órdenes. Su pareja lo disfrutaba y se regodeaba en su impotencia, pero al final admitía que disfrutaba cada uno de los momentos que pasaba con él.

Había sido 10 de enero un año más. Las copas de los árboles se llenaban de nieve y crujían, débiles, ante el peso estival. Las quitanieves realizaban su recorrido en el mayor silencio posible y los jardineros talaban ramas con cálculos precisos y cuchillas impecables. El parámetro radiante bajo el asfalto calentaba los pies a los viandantes y ayudaba a derretir aquellos copos que caían indefinidamente sobre la avenida.

Kid, con su traje térmico y las manos en los bolsillos de su chaqueta de pana verde, avanzó con calma por la calle desierta. Con el frío nadie quería salir y, además, no dejaba de ser un domingo por la mañana. Ni siquiera sabía qué hacía él mismo despierto cuando el día anterior le habían hecho una nueva encerrona por su cumpleaños… 

O tal vez sí que lo sabía: durante la noche había estado dando tantas vueltas en la cama que decidió que era mejor opción ir a dar un paseo y serenar su ociosa mente. 

El sábado, en contra de sus preferencias, tuvo lugar una fiesta sorpresa. No supo en qué momento o a través de que procedimientos, pero ellos se habían introducido sigilosamente en su apartamento mientras él estaba fuera y preparado una celebración demasiado elaborada como para ser cosa de una tarde.

Cuando Kid supo que la idea había sido de Sanji y no de Shanks —el primer nombre que se pasaba por su cabeza cada vez que se imaginaba alguna locura—, se sorprendió y alteró a partes iguales. Él era un ser mucho más empático que su jefe, así que aquella intromisión en su vida privada fue más personal que si lo hubiese hecho el mismo idiota de siempre.

Tampoco comprendía cómo habían conseguido comunicarse con sus amigos ya que había intentado mantener al otro pelirrojo lo más lejos posible de su círculo social, pero ver las sonrisas tímidas de Killer, Heat y Wire consiguieron calmarlo a pesar de las ganas de chillar que lo habían atenazado nada más cruzar el Portón al Inframundo.

Sanji le había preparado un auténtico festín por su cumpleaños y, con una mirada inquisitiva, esperó su dictamen de los olorosos platillos, como si permaneciesen en el interior del Rip-off bar y el pelirrojo no hubiese querido asesinarlo segundos antes. Aquel cocinero no hacía más que mejorar y Kid tuvo que aprender un nuevo ritual. Debía alzar la vista al cielo antes de probar una sola de sus comidas, analizando cada nube, previniendo cualquier temblor; debía prepararse para la posible ira de los dioses que caería sobre él por atreverse a tomar el néctar divino y la ambrosía prohibidos para un simple humano. El rubio había sonreído, agradecido, cuando de sus labios brotó otro elogio de la larga fila que aún trataba de asimilar.

En cuerpo y alma; Eustass KidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora