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Kid contempló con desasosiego la factura que se había visto obligado a pagar para arreglar la ventana rota

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Kid contempló con desasosiego la factura que se había visto obligado a pagar para arreglar la ventana rota. Habían tenido que sustituir por completo la plancha de cristal y, debido al cierre automático, toda la hoja de aluminio tuvo que ser modificada para adaptarse al nuevo modelo. En ocasiones odiaba la velocidad a la que iba el capitalismo; los dispositivos quedaban obsoletos cada día más rápido, y los productos de primera necesidad siempre fluctuaban de precio, llegando a cotas tan inalcanzables que tenía que aparecer otra manifestación para regular el mercado. Quien decía que el neoliberalismo era una buena opción estaba equivocado, pero él no tenía fuerzas para protestar. Lo único que deseaba era que el seguro del apartamento también hubiese cubierto a los amigos borrachos e idiotas…

—¿Tú qué piensas al respecto?

—¿Qué?

Fue en aquel momento que recordó la presencia de Sanji en su salón. Apoyaba los codos en el alféizar de la fatídica ventana y, torcido en su dirección, lo observaba con hastío. El cigarrillo de su mano derecha ya estaba casi consumido y su humo blanquecino acariciaba la barba oscura de sus mejillas.

—No me estabas escuchando, ¿cierto?

Kid guardó la factura en Drive y apagó la tablet antes de dejarla sobre la mesa china que tenía delante—. Perdona, estaba distraído. ¿Qué decías?

—Que Zoro ha vuelto a empeorar. Nuestras charlas de intervención y reconciliación solamente son efectivas a corto plazo; una vez no nos despertamos con el miedo de perder al otro, una vez nos acomodamos a nuestros propios gustos, nos volvemos unos seres tan egoístas que ni recordamos que la convivencia es cosa de dos. Me he enterado de que no le han aceptado la oferta de trabajo en la reserva donde hizo las prácticas, por lo que solo le queda recibir noticias de un puesto más que solicitó, pero es un empleo en un acuario y ya sabes cómo va todo eso de la explotación animal. Le debe estar afectando mucho, pero no me cuenta nada…

Los ojos azules del rubio se perfilaron en el reflejo de la ventana. La serenidad melancólica de su rostro le otorgaba un brillo mortecino, con la luz del atardecer bañando sus pestañas de oro. El paisaje no era el mejor —un bloque de edificios como cualquier otro en la urbe vertical—, mas Sanji conseguía atraer el zigzag de los rayos de sol hasta su mirada estrellada.

—¿Y cómo supiste entonces la noticia?

—Le pregunté por mera cortesía. Ya me he acostumbrado a tener que sacarle las palabras con sacacorchos… Aun así, en esta ocasión es diferente. No es la timidez del principio, la mala práctica social, el miedo al ridículo… Zoro simplemente intenta evadirse de la realidad y no pensar en el humillante y tortuoso futuro que le espera. ¡Esa batalla no se puede llevar a cabo solo! —exclamó Sanji de repente.

El cigarrillo se carbonizó por su cuenta al llegar a la chusta y su vampiro se dio la vuelta en dirección al anfitrión. Una mueca de frustración y abatimiento fue lo único que alcanzó a detectar antes de que este saltase con un movimiento ágil la mesa del salón y se sentase a su lado cual felino impertinente.

En cuerpo y alma; Eustass KidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora