PASEO NOCTURNO.

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La suave brisa rozaba mi piel, el cabello se revolvía y se pegaba a mi rostro cada vez que pisaba el pedal. Giré a la izquierda en una calle y me detuve junto a una imponente reja de acero, bajé de mi bicicleta, abrí la puerta y entré cuidando que nadie me siguiera.

Llevaba caminando unos minutos hasta que encontré el sitio perfecto para dibujar, era bajo un gran árbol de anchas ramas, con unas pocas y diminutas flores violetas. Me recosté sobre  el tronco y encendí la pequeña linterna que llevaba conmigo. Tras disfrutar un poco el ambiente saqué de mi bolso una gran libreta, una cartuchera y dejé que mis dedos hicieran de una hoja blanca e insípida una pequeña y expresiva obra de arte.

El tiempo se pasó muy rápido, un pequeño cuervo hizo que me diera cuenta de lo oscuro que era, revisé el pequeño reloj que llevaba en la chaqueta y efectivamente, era la hora de volver a casa. Guardé todo y alumbré con la linterna el camino evitando tropezar con alguna tumba.

La casa estaba totalmente sola, descargué todo en el sillón y entré a la cocina a preparar algo. Estos paseos nocturnos me dejaban siempre hambrienta ¿que podía decir al respecto?  el cementerio era el mejor lugar para relajarse y pensar, ya que a simple vista estás  solo, pero en realidad no te sientes así. Si, es algo aterrador al comienzo, pero luego que te acostumbras, aquel sitio se convierte en tu favorito.

El teléfono interrumpió la preparación del sándwich. Cogí el teléfono, la suave voz de Andrea sonó del otro lado del teléfono.

- ¡María! - gritó.

- Hola, Andre ¿Como estás?.

- ¡Te estoy llamando desde hace dos horas!

- Ya, estaba en el cementerio. - La intenté calmar.

- Claro, debí imaginarlo... No me gusta que estés allí... Es... ¡Horrible!

- No lo entenderías... - Cambié el teléfono de oreja.

- Ok, dejemos tus costumbres aterradoras...

Reí - Está bien, ¿Que sucede? - La llamada de mi mejor amiga me había tomado por sorpresa.

- Estaba pensando, ya que tus padres no están... Podríamos hacer una pijamada... En tú casa.

- No lo sé... Estaríamos solas, y además, no quiero problemas con tus padres. - Su idea era tentadora, pero quería aprovechar la soledad de otra manera.

Insistió demasiado, tanto que accedí a la pequeña reunión.

Hablamos, jugamos y cocinamos toda la noche. En un pequeño rato de descanso, ambas estábamos junto la chimenea tomando un chocolate caliente con masmelos, Andrea se levantó y comenzó a mirar algunos libros del estante de mi padre.

- Romeo y Julieta, gran obra. - Sonrió y yo asentí. - La divina comedia, El túnel, El perfume, El Quijote... ¡Grandes clásicos! - Decía mientras sus dedos recorrían el estante. - ¿Leemos alguno? - Asentí de nuevo. - Historias, Refranes, Enseñanzas psicológicas...

Me quedé mirando como se consumía la leña en el fuego, el proceso era lento y relajante, los chasquidos eran cada vez más fuertes y un olor a pino inundaba el pequeño estudio...

Un gritó desgarrador que provenía de las montañas hizo eco por toda la casa quitando de mi cabeza el fuego.

- ¿Qué crees que fue eso? - preguntó pálida Andrea.

- No lo sé... ¿Encontraste algo? - Cambié rápidamente el tema.

- Datos curiosos... - dijo con la voz entrecortada, seguro por el pánico.

- Ok, comencemos... - Me acomodé en la alfombra y mi amiga tiró el libro a mis pies, lo abrí y empecé a leer.

- Dato curioso:
La leche de los hipopótamos es rosa.

Las dos nos reímos. Andrea me quitó el libro y se tiró al frente mío. Pasó algunas páginas hasta encontrar algo, su expresión fue de malicia y me miró alzando una ceja.

- Dato curioso:
Cada vez que vas a un cementerio hay riesgo de que un espíritu se apegue a ti... Un espíritu que se puede ir contigo a casa.

Le arrebaté el objeto y leí rápidamente... Era cierto.

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Espero que les esté gustando UwU
(•ө•)♡

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