Parte 1: Inicio del círculo

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Tras pasar la semana oyendo elogios en la ciudad acerca de una nueva obra de teatro, la joven Inessa quedó con unas amigas para ir a verla.
La obra en efecto era buena, pero lo que la deslumbro no fue solo la brillante actuación de la protagonista, sino la fresca belleza que poseía. Tal vez fue la euforia del momento, pero Ina podría jurar que más de una vez cruzaron miradas.

En la escuela, emocionada le contó a la editora del periódico escolar acerca de la buena impresión que causo la obra en ella, por lo que la editora la envió entrevistar a la protagonista: Irina Smirnov.

Esa era la razón por la que estaba esperando sentada en aquella aula vacía, para su sorpresa ella llegó con puntualidad y algo nerviosa, cruzaron sonrisas tímidas. Ina quedo sorprendida, Irina no tenía más de 21 años, sabía que quería ser actriz y de las buenas, no actriz ocasional de temporadas fugaces, no tomaba la actuación como un pasatiempo, ella quería dedicar su vida entera a aquello. Le confesó que la primera vez que audiciono para un papel se rieron de ella, trataron de disuadirla, pero eso en lugar de desanimarla la hizo fuerte y la lleno de unas ganas locas de demostrar que estaban equivocados.

Después de aquella primera entrevista, se vieron muchas veces. Irina la iba a recoger a unas cuadras de su casa en su auto de 2da mano y la llevaba al departamento en el que vivía sola, donde animadas por el vodka y la música, conversaban, se conocían, se revelaban algunos secretos que sellaban su complicidad.

Ina la veía como una de las chicas más lindas que había visto en sus cortos 15 años, se sentía afortunada de haberla conocido, de tenerla allí frente a ella, echada en aquel sillón contándole cosas de su vida. Ella hablaba y sonreía; Ina la escuchaba sin poder apartar su vista de sus bellas facciones.

Aparentemente todo iba bien, pero una sensación desconocida inundo a Ina cuando fueron el cine. Disfrutó la película, pero más le gusto verla con Irina, sentir su pierna rozando la suya, espiar su perfil en la oscuridad, erizándose con la suave fricción de sus brazos. El momento en que su mano, sorprendiéndola, busco la suya permitiendole ver sus manos entrelazadas.

Hasta que un día, por iniciativa de la joven actriz, se besaron. Ya era tarde, Ina estaba por irse, pero se hizo un silencio, vio un incendio en su mirada y con una violencia que la sacudió, Irina entro como un tornado en su boca, sintió la ferocidad de sus labios, la avidez de su lengua. Nadie la había besado así, fue la primera mujer que la beso.

Ya habían pasado 3 meses desde ese primer beso, era domingo, Ina la había citado en su casa aprovechando el viaje de sus padres por el fin de semana. Irina apareció inesperadamente, la recibió en pijama, sin perder el tiempo se metió en su cama, se quitaron la ropa y se amaron por primera vez. Con un oso de peluche como mudo testigo, Irina la enciende con sus besos y le susurra al oído "Déjame hacerte mía"; la manera dulce y a la vez experta en que acomoda las almohadas para iniciar aquella batalla; la contemplación de sus cuerpos desnudos, Irina entrando en ella, ella entrando en Irina; el dolor y el placer; la explosión del orgasmo. Para luego cómplices compartir la bañera juntas, desnudas, mojadas, besándose, acariciándose despacio, permaneciendo tanto tiempo que los dedos se arrugaron y los espejos se empañaron.
La extraña quietud que sintió en el ambiente; y luego cuando se fue, la felicidad que invadió a Ina, su sonrisa en el espejo, la ropa bonita que no había estrenado que le provoca usar, esas ganas de mimarse que muy pocas veces había experimentado. De noche sentada en la mesa familiar, la pregunta que alguien le hace ¿Por qué estas tan feliz? Sonriendo en silencio, la nueva sensación de sentirse amada.

Días después tras una apasionada tarde de haber tenido intimidad, tiradas en la cama, Ina le dijo: "Te amo y por ti estoy dispuesta a ser lesbiana, no me importa que todo el mundo lo sepa". Irina al ver la mirada que le dirigió supo que era sincera, la intensidad con que se lo dijo le erizo la piel. Sólo asintió en silencio y le dio un beso en la sien. Esa tarde Ina durmió entre sus brazos, ignorando que acababa de firmar la sentencia final de su primer amor.

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