Cap 1. 05:45 a.m.

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      Cuando la marea está tranquila suele ser peligrosa y engañosa a la vez, es como una víbora preparándose para a atacar a su presa. Sobre el alféizar de un cuarto pintado de azul había un libro abierto para colorear y lápices de colores regados alrededor, a través de la ventana cerrada llegaban los primeros rayos de la mañana. Dejó de pintar con el color rojo y tomo otro color de los lápices que estaban tirados, cuando de repente escucho unos ruidos extraños dentro de la casa. El niño soltó su color verde que cayó al suelo en un solo golpe, se puso de pie, la curiosidad como a todo niño pequeño lo llevo a dejar su libro con un superhéroe a medio colorear, centrando su atención al sonido que escucho. Giro y camino hacia la puerta de la recamara, salió al pasillo y el miedo se apoderaba de su pequeño cuerpo, con pasos cautelosos se dirigió a las escaleras, pero su imaginación comenzó a crear varios escenarios posibles que pudieran estar pasando que fueran los causantes de aquellos ruidos, pensó que sería un ladrón que había entrado a la casa y estaba rompiendo todo aquello que no tenía valor o alguien estaba peleando por lo que llevaba a romper las cosas. Paso por cada uno de los dormitorios de lado a lado, las puertas de los cuartos estaban abiertas y adentro de ellos no había nadie, ningún rostro familiar encontró. Llego al balaustre de madera y bajo por las escaleras llamando a sus padres, no obtuvo respuesta de ninguno, fue entonces donde se percató que algo no andaba bien y pudo escuchar mejor el ruido de las cosas.

El sonido de unos crujidos de algo rompiéndose iba aumentando, se hacían más fuertes. Llego al último escalón y lo que vio lo dejo paralizado por un instante, todo el piso estaba lleno de llamaradas enormes, el fuego iniciaba desde la cocina, hasta el comedor, la única puerta para salir estaba comenzando a arder también, el calor era intenso y el humo comenzaba a entrar en sus pulmones costándole respirar. Sus ojos le picaban, empezaban a irritarse y a estar llorosos. Entro aún más en pánico.

– ¡Mamá, Papá! –gritó desesperadamente buscando a sus padres. No vio a nadie así que corrió por el pasillo libre que daba a la sala, era una parte de la casa que no tenía mucho fuego, buscaba una forma de escapar de la casa. Al llegar ahí no encontró ninguna salida, toda la casa ardía, los muebles, las cortinas, los cuadros estaban consumiéndose, todo se encontraba en llamas. Quiso regresar por el pasillo en el que entro a la sala, pero fue detenido por unos pequeños pedazos de madera encendida por el fuego que cayeron de arriba obstruyéndole el paso. Grito por temor, miedo o pánico, no sabía qué hacer en esa situación, era terriblemente malo, si no moría quemado, moriría asfixiado, cualquiera de las dos opciones no eran nada agradables. Pero su instinto de supervivencia lo llevo a tomar la pequeña mesa de centro empujándola cerca de la ventana para poder subirse en ella y así escapar del incendio. Sin embargo, el seguro de la ventana se encontraba más arriba de la altura del niño, se puso de puntitas para tratar de alcanzar el pestillo, entre tanto esfuerzo y con las ganas de salvarse por fin lo pudo botar, abrió la ventana en un solo movimiento con la esperanza iluminada en los ojos se preparaba para saltar, apoyo sus manos en la barda de la pared para tomar impulso, justamente en ese momento se alzaron unas incontrolables llamas de color rojo, naranja con un destello azul por todo el marco de las cortinas beige que colgaban, salto por miedo de la mesa lo que hizo alejarse de la ventana cayendo sobre el suelo sin saber cómo en ese instante su ropa estaba bañada de tierra, al momento de caer tiro la maceta de su madre, el niño suspendido sobre el suelo de madera quedo atrapado en un círculo de lumbre con los ojos llorosos por miedo, angustia o por el humo que hacía le picaran y le costara respirar.

En medio de todo el humo que había, una sombra negra apareció entre las llamas que se encendían cerca de las escaleras y de la puerta de salvación, era una mujer que lo veía fijamente con ojos cristalinos a punto de romperse, de su mano colgaba una silueta más pequeña. Era un niño que debía tener dos o tres años, la confusión se presentó al ver claramente al niño pequeño, era idéntico a él. Se puso de pie y se froto los ojos rápidamente con la palma de sus manos aun manchadas del carboncillo de su color verde combinado con la tierra de la planta para fijar mejor la vista y no había duda, era él.

Estrella Infinita: Un Amor Sin PrejuiciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora