¿Podrías cantar para mí?

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Skyler


Siento como si la cabeza me fuera explotar.

Tomé los expedientes que había dejado la noche anterior sobre mi escritorio y salí con torpeza de mi habitación.

Si algo odiaba era llegar tarde a algún lugar. Y esa mañana me había quedado dormido sobre los expedientes que no pude terminar de revisar.

—¿Ah, sí?  —contesté con desinterés a Elliot. Su voz se escuchaba pastosa, definitivamente horrible —. ¿Tuvieron mucho trabajo en el hospital?

Hice la pregunta de manera automática porque realmente no me interesaba aquella plática que estaba sosteniendo con él, pero no quería ser grosero, y aunque estuviera apurado me encontraba atendiendo su llamada mientras maniobraba con el manos libres que se había quedado atascado en en cuello de mi camisa.

—Mierda —dije cuando sin querer lo boté al suelo y el pequeño aparato fue a dar al piso.

Rápidamente me apresuré a levantarlo. Y terminé de abotonar la camisa blanca lo más rápido que pude.

¿Sigues ahí? —preguntó Elliot desde el otro lado.

— Sí, sí. Aquí sigo.

Tomé las llaves y salí de mi apartamento apresuradamente. Intentando que los papeles que traía en las manos no fueran a dar al piso. Como pude ingresé la llave en la cerradura y aseguré la puerta de entrada para poder salir disparado.

Vivía en un pequeño condominio, nada parecido al edificio en dónde residía Carter Fortier. Era más bien una sección en madrid en dónde vivían personas de clase media llamada «La latina» con pintorescas contrucciones en dónde se había vuelto costumbre acudir en fines de semana a gente de otros barrios y forasteros.

Era común ver artistas en la calle, bastante gente abarrotaba la avenida, resultaba imposible transitar sin tener que maniobrar como si se tratara de una pista de obstáculos.

Sin embargo, el ánimo que mantenían era algo que se contagiaba en conjunto con el buen clima que hacía por esos días.

Pero, algo que no me favorecía en absoluto eran las noches bohemias que me quitaban las pocas horas de sueño que alcanzaba a pescar.

No estuve en turno ayer —dijo Elliot, ya había olvidado por completo la pregunta que le hice antes de que el manos libres se cayera.

—¿Ah, no? Pensé que te quedabas hasta tarde los jueves.

¿En qué mundo vives, Seyffert? —me reprimió Elliot —. Te dije hace dos semanas que me han dado guardias de fin de semana —me recordó haciéndome sentir un poco avergonzado. Porque era verdad, hacia un par de semanas que sostuvimos aquella plática pero por alguna razón lo había olvidado por completo.

Conforme me adentraba en la calle el bullicio matutino de las personas comenzó producirme un poco de ansiedad, porque sabía que entre más gente hubiera en las calles significaba que era realmente tarde.

—Lo lamento, creo que lo olvidé por completo —dije con mi completa atención en la calle en búsqueda de un taxi.

De un momento a otro un auto amarillo apareció, no dudé ni un instante en hacerle parada y subirme. Como pude me introduje en el auto echando por delante los expedientes y procurando que mi bata no se doblara más de lo que ya estaba o de que el manos libres volviera a caerse de mi oído.

Te escuchas estresado —insistió Elliot pero no quería tener esa plática nuevamente con él.

—¿A dónde va? —dijo el hombre que conducía el taxi. Un hombre de aproximadamente cuarenta años, calvo y con cara de aburrimiento.

El Silencio de Sky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora