Treinta y siete

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Querido tú:

Conocerte después de mirarte en secreto por tantos años, después de desear conocer tu nombre y de soñar con tus pláticas, me llevaron a una conclusión:

Necesito ser honesta, porque todos mis pensamientos me están carcomiendo. Necesito decirte la verdad, porque quizá mañana no tenga la oportunidad.

Me gustas. Sí, lo dije.

Me gustas física y mentalmente (lo poco que he conocido de ti). Me gusta tu voz. Me gustan tus ánimos. Me gustan los mensajes de buenos días y las despedidas por las noches. Me gustan tus apodos y la forma en que me dices que soy diferente. Me gustas porque piensas diferente a mí.

Me gustas porque me haces reír.

Me gustas.

Llegué a imaginar mil y una situaciones de cómo decírtelo. Quizá un pastel y una carta. Citarte en algún lugar y decírtelo. Gritártelo a los cuatro vientos. Escribirte mi verdad como una canción y en el momento en el que la cantes te darías cuenta. Pero no. ¿Sabes que creí mejor? Escribirlo aquí, que lo leas y te preguntes si eres tú. Que la duda te carcoma mientras mis pensamientos se desbordan.

Apareciste en mi vida como anónimo, me cautivaste como desconocido, me ganaste como amiga y me conquistaste con tu voz.

Ansiaba un final feliz. Un amor correspondido. Una señal que dijera "quizá le gustes también": un valiente que se atreviera a conocerme. Un lector que se cautivara con mis escritos. Un hombre diferente a los demás. Una persona que se quedara.

Pero aquí y ahora no hay finales felices. Ni siquiera hay finales tristes. Solo queda la espera.

Todo lo que escribí mientras él no me mirabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora