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Lo primero que vio cuando se incorporó en la cama fue la silueta de Jamie en la puerta, con lo que de inmediato supo que sería otra noche de desvelo.

Luego de aquella vez dos semanas atrás, parecía haberse calmado, o eso creyó porque tres días después el perro saltó en su cama para despertarla de nuevo, fue casi igual que la primera vez, luego pasados tres días lo mismo.

Pero esta vez parecía que no sería igual.

-Dakota -tenía una mano sobre el pecho desnudo y respiraba agitadamente, tomando cada bocanada de aire con fuerza.

-¿Qué sucede? -estuvo de pie de un salto, había comenzado a dormir con ropa deportiva para que algo así no la tomara desprevenida, se estaba calzando sus pantuflas cuando él se recargó con fuerza contra la pared -tranquilo, prepararé té...

-No puedo... respirar.

Santo cielo.

Lo ayudó a bajar las escaleras despacio, lo metió al auto y condujo al hospital más cercano, a unos veinte minutos de donde vivía, él iba inclinado hacia el frente con la cabeza casi entre las rodillas, trataba de calmarse respirando pero no parecía funcionar, se frotaba las manos, abría y cerraba los puños, parecía a punto de desmayarse, cuando estacionó fuera de la puerta de urgencias, una enfermera llegó a su lado.

-Tengo a una persona en el auto que no puede respirar.

-¡Camilla! -gritó la enfermera y poco después llevaban a Jamie dentro, ella iba detrás mirándolo con preocupación.

-Vamos a tomar sus signos mientras viene el doctor -la enfermera de la entrada revisó su presión, temperatura y le preguntó si sufría alguna enfermedad crónica, el respondía entrecortado aún medio jadeando.

Dakota vio todo el proceso desde la esquina de la pequeña habitación, poco después un hombre bajito y bien peinado vistiendo su bata blanca impecable para ser pasadas de las tres de la mañana se puso al lado de él y comenzó a escultar su corazón charlando como si nada pasara.

-Me han dicho que le falta el aire, ¿señor...?

-Jamie.

-Ah Jamie, ¿diminutivo de Jamison? ¿Jamsey?

-James.

-Oh, tiene un leve acento extranjero señor James.

-Soy... de Irlanda.

-Un país hermoso, ¿hace cuanto vive en América?

La charla siguió de forma intrascendente mientras la enfermera anotaba con discreción algunos datos, Dakota los miró y no pudo evitar fruncir el ceño al ver que todo parecía normal, tanto sus signos como su presión, incluso la toma de azúcar que le hicieron sin que él apenas lo notara, la enfermera le sonrió con amabilidad como para calmarla, vio como intercambió gestos con el doctor y luego salió apenas un minuto y volvió con una jeringuilla.

-No creo que los Gigants ganen el fin de semana -Jamie había pasado de la respiración errática a una más tranquila- voy con los Dodgers hasta el final.

-La temporada pasada no les fue tan bien -el doctor le indicó que se colocara de costado mientras seguían en su charla, la enfermera le inyectó la solución y se marchó de ahí- ahora dígame, ¿algo más le pasa además de apoyar a un mal equipo y no poder respirar bien?

-Es porque el beisbol es el único deporte decente que juegan aquí, debería ver un verdadero partido de Rugby -dudó un instante- mis brazos hormigueaban, el pecho me duele un poco.

-Nada de que preocuparse, el dolor pasará solo si los Dodgers logran hacer alguna carrera -dijo burlón- le he puesto algo que lo ayudará a calmarse, ¿ha visto a algún otro doctor últimamente? No es que me sienta traicionado precisamente por eso.

Dakota se calmó al ver que la sonrisa de Jamie volvía, eso significaba que el malestar había pasado.

-Veía a un psicólogo hace algún tiempo, en la empresa donde trabajaba, pero desde que salí no lo he retomado -se cruzó de brazos- le apuesto que harán al menos diez carreras el sábado.

-Hecho, le apostaré cinco dólares y una taza de café, por lo tanto deberá volver el lunes.

-Usted me agrada.

-Eso me dicen todos, ahora me llevaré a su novia para que firme su salida y puedan ir a casa a descansar.

Le indicó a Dakota que lo siguiera y ella, con las mejillas teñidas de rojo lo siguió hacia el vestíbulo, el doctor la miró con la misma tranquilidad con la que había hablado con él.

-Seguramente no es la primera vez que le pasa algo así, ¿verdad?

-No es mi... le rento una habitación en mi casa -aclaró- y no, no es la primera vez.

Luego de explicarle los episodios anteriores, el médico asintió y comenzó a escribir una nota.

-La salud de Jamie está perfectamente, hablando en el aspecto físico- frunció el ceño ligeramente- pero creo que sufre algún trastorno, muy probablemente ansiedad.

Las manos de ella comenzaron a sudar, se temía ya algo así, había visto síntomas muy parecidos antes pero pensó que quizá con Jamie sería algo diferente, algo que solo necesitaría algunas medicinas y descanso, soltó el aire despacio.

-Entiendo.

-Es necesario que comience a buscar apoyo para esto, en algunos casos puede venir acompañado de algunas otras repercusiones como depresión -le tendió una pequeña hoja- este el el número de la psiquiatra del hospital, estará aquí el lunes, lleguen a las diez y los recibirá, ahora puede llevarse a su compañero, le he dado un buen calmante, estoy seguro que dormirá hasta mañana a medio día.


Resultó ser un calmante fuerte, pues Jamie se durmió apenas encendió el auto de vuelta a casa, al llegar el cielo comenzaba a aclararse, entró en silencio con el perro moviéndose a su alrededor, como no iba a poder subirlo por las escaleras tomó unos cuantos edredones y los acomodó en la sala, tardó diez minutos más en espabilar a Jamie para llevarlo dentro, lo ayudó a recostarse y lo cubrió con una sábana ligera luego de asegurarse que todo estaba bien cerrado, el perro se acomodó a sus pies, hecho un ovillo.

-Descansa.

Pero siguió ahí mirándolo, temía dejarlo solo de nuevo, así que se acomodó en el sofá a su lado, los pies le colgaban pero estaba tan cansada que le pareció estar recostada en una nube, estiró un brazo hasta tocar el fuerte brazo de aquel apuesto hombre que roncaba ligeramente, pasó su mano de arriba a abajo, por su cabello y hasta la punta de sus dedos, quería ayudarlo a estar mejor.

Fue su último pensamiento antes de quedarse dormida.


Labios rojos | Relato | DamieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora