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Lo primero que vio al entrar en la consulta fue al amable hombre larguirucho y moreno que le tendió unas hojas a Jamie, ella lo escuchó explicar detalladamente las instrucciones que debería llevar a cabo por al menos los siguientes seis meses, acordaron otra cita dentro de dos semanas antes de despedirse con un firme apretón de manos; al salir, en lugar de conducir directo a casa, Dakota tomó una desviación para llegar a la farmacia, estacionó justo al frente y le quitó las recetas de la mano al copiloto.

-Dame eso, yo iré a comprarlas.

-Tú te quedas aquí -dijo con firmeza abriendo su puerta- no tardaré.

-Al menos toma mi tarjeta.

Ella se la arrebató, cuando volvió con una bolsa llena de frascos la mantuvo en su regazo hasta que llegaron a casa, bajó primero y fue a la cocina, Jamie que la seguía como un niño malhumorado la vio revisar meticulosamente las recetas, abrir los frascos y acomodar las dosis en una de esas pequeñas cajitas con multiples espacios para ordenar las medicinas, cuando terminó, lo dejó al centro de la mesa.

-Escúchame bien, las medicinas se quedan aquí, las vigilaré, pondré alarmas para que las tomes a tus horas y solo a tus horas, llevaré la cuenta de las que quedan y si una sola falta te largas de aquí.

-No soy estúpido, puedo hacerme cargo de tomarme mis medicinas sin problemas -resolpló cruzándose de brazos- ¿o qué piensas, que me haré adicto a ellas o algo así?

Ella bajó la mirada para ocultar su rostro enrojecido lleno de culpa, Jamie tomó asiento delante de ella en la pequeña mesa, mantuvo sus brazos en el regazo y la miró de frente.

-Sé que no puedo llevar los problemas del mundo en mis hombros, pero soy como un enorme costal que, a su paso, se va llenando de las mierdas ajenas de todos a su alrededor para hacerse cargo de ellas -movió sus hombros en círculos- trabajaba en la empresa familiar, me licencié en empresariales porque era mi deber seguir ahí, tenía a mi cargo doscientos empleados y puedo recitarte sus nombres en orden alfabético, puedo decirte cuál de ellos tenía problemas con su hipoteca, deudas, avisos del banco, dolores de cabeza, un perro que se rompió una pata... sin contar que estaba al tanto de las cifras que se generaban, las altas y bajas, las acciones, su mis hermanas faltaban por irse a hacer la manicura, si mi tío faltaba a sus responsabilidades por irse a beber, si el empleado de limpieza no había sacudido las repisas por un dolor de espalda... era como si cargara el edificio y fuera mi deber mantenerlo equilibrado.

Se levantó, fue a la nevera y tomó el cartón de jugo de tomate para beber directamente de él, se quedó mirando el techo cuando se lo terminó.

-Había noches que mis sueños consistían en ir un día más al trabajo a resolver problemas, se lo conté a la psicóloga, ¿recuerdas que te lo dije? bueno, pues me dijo algo que no olvidaré: deja de preocuparte por mierdas ajenas y encárgate de las tuyas.

-Poético -murmuró Dakota.

-Así que llamé a mi padre, le dije que renunciaba, tiré el móvil y me fui a la playa -sonrió y cerró los ojos- la última vez que había jugado en el mar fue cuando tenía diez u once años, así que ahí estaba yo, limpiándome, dejándome llevar por primera vez en mi vida diciendo que ahora solo sería feliz, que dejaría que el destino me llevara a donde quisiera... y entonces te vi ahí, ese recuerdo se quedará conmigo por siempre.

El perro entró a la cocina muy animado con su nueva pelota favorita en el hocico, Dakota se la quitó y abrió la puerta trasera que daba a su huerto, el chucho corrió animado cuando ella le lanzó la pelota, y cuando la atrapó se la dejó de nuevo para seguir el juego, Dakota sentada en el escalón de la puerta sintió a Jamie detrás de ella.

-¿Conoces a la banda SnakeSoul?

-Me suena, ¿visten de cuero negro con falsas botas de piel de serpiente neón?

-Justo esos -sonrió de mala gana, arrojando la pelota de nuevo- yo salía con... uno de los guitarristas, Matt.

-¿Matt es el rubio o el que lleva una mohicana?

-Ninguno de ellos se puso de pie, al girarse quedó frente a él- no está más en la banda, pero él estaba, me corrijo, se sentía como tú.

-¿Hipnotizado por tus labios? -ladeó la cabeza- es comprensible.

-Tenía un trastorno de depresión y ansiedad, era terrible, en su caso era durante el día cuando peor lo pasaba, las noches todo quedaba atrás y no pasaba nada, subía al escenario, bailaba, gritaba, escribía, tocaba sin parar...

-Labios rojos -dijo Jamie de pronto- esa canción, es de ellos ¿no es así?

-Sí.

-La hizo para ti -afirmó.

Dakota asintió, la letra era preciosa, a pesar del ritmo fuerte que caracterizaba a la banda, aquella canción con acordes de rock era una pieza poética que Matt había escrito un año después de que comenzaran a salir.

Porque en mi alma vacía no queda nada

pero tus labios rojos han dejado ahí su marca

que el infierno me llame a gritos 

pero tus labios rojos salvarán mi corazón olvidado

-Lo convencí de buscar ayuda, me dijo que podía salir de eso, pero se volvió adicto a los medicamentos, lo llevamos a un centro de rehabilitación, y una mañana subió a lo más alto de una torre eléctrica, nunca sabré con exactitud que pretendía hacer, pero recibió una descarga que lo mató.

Jamie la abrazó, ella se dejó hacer contra su pecho, respirando profundamente, ya no le dolía tanto el recuerdo, pero siempre que pensaba en eso la recorría solo una sensación de nostalgia, de haberlo visto una última vez y decirle que lo quería con más fuerza, solo tenía una pequeña nota en un post it donde él había escrito el coro de la canción que le había dicho que fue todo lo que encontraron en su habitación, estaba sobre su libreta de composición.

-Lo siento.

-No sientas pena por los muertos -ella disfrutó su abrazo solo unos instantes más antes de separarse despacio, alzó la vista y la mirada de él era intensa, profunda, miró sus labios delgados rodeados de barba cobriza, y por primera vez en años, estuvo a punto de seguir el impulso de tomarlo de las mejillas y bajar su boca esos centímetros que lo separaban, ya sentía su aliento, lo podía saborear, sentir la textura de su cabello mientras conocía la textura de sus labios y lengua, sus pestañas haciéndole cosquillas en los pómulos, el bajo vientre le dio un tirón de placer que fue lo que logró hacerla retroceder- ahora iré a guardar tus píldoras, y si te pillo buscándolas...

-Me darás una patada -él besó su frente y la dejó ir- quedó claro, solo quiero agregar algo.

-Dime.

-Yo debería cargar mi propia mierda, pero te agradezco que me eches una mano.

Labios rojos | Relato | DamieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora