Lo primero que vio al abrir la puerta fue a Matt, caminando por el borde del tejado.
-Hola labios rojos -él alzó la vista a ella- ¿no deberías estar dormida?
Ella quería gritarle que se quitara de ahí, que era peligroso, pero no le salían las palabras, no pudo advertirle que estaba demasiado cerca, demasiado...
Él comenzó a caer, estiró una mano para tomarlo de su chaqueta, le dijo que lo soltara pero ella lo aferró más fuerte.
-Déjame ir, preciosa.
-Matt.
-Déjame -ahora no veía nada, solo sentía la tela de su chaqueta en sus manos- estoy bien, déjame ir.
Entonces sintió su beso, un beso suave en sus labios, era tibio, perfecto para decir adiós, un beso de despedida ideal.
Soltó la tela.
Abrió los ojos.
-¿Dakota?
Casi se cayó de la cama, pero él estaba ahí para sostenerla, la ayudó a sentarse en medio de su habitación en penumbra, las sábanas estaban caídas sobre la alfombra.
-Estabas dando patadas como una mula, tranquila, solo era una pesadilla.
-Si, no... ay, lo siento -se frotó los ojos- ¿estás bien?
-Yo sí, estaba dormido hasta que me despertaste -su expresión adormilada lo confirmaba- por primera vez fue mi turno de venir a cuidarte a ti a media noche.
Sin duda, le pareció muy coherente su respuesta, por eso le sonrió, por la combinación de una repentina paz, una iluminación tenue y su bonita sonrisa, el perro entró en la habitación y se dejó caer en la alfombra uniéndose a la fiesta de pijamas.
-¿Quieres un té? -Jamie alzó una mano para retirarle el cabello del rostro- para mi funcionaba.
-Claro.
Bajaron a la cocina, Jamie puso la tetera al fuego y abrió la puerta del jardín trasero para buscar un poco de manzanilla en el huerto, solo la luz de la luna y la que se colaba de la cocina iluminaba las plantas aromáticas, tomó algunas florecitas blancas para preparar el té, cuando se giró casi soltó un grito al darse de frente con Dakota, casi no veía su rostro pero sí podía sentirla, el corazón se le aceleró cuando ella se pegó a él rodeándolo por el cuello.
-No tuve una pesadilla -pestañeó- tuve una visita.
-¿Ajá? -no se movió.
-Matt vino a verme, y fue muy claro en su mensaje -pegó la frente en su pecho- me ha liberado.
Dejó caer las florecitas de su mano para pasar una mano por su largo cabello, dejó un beso ahí en la castaña melena revuelta y cerró los ojos.
-Debería darle las gracias, supongo.
-No, debería dártelas yo a ti -presionó su mejilla en la zona donde su corazón latía con fuerza- por todo lo que haz hecho por mi.
-Pero si solo te he traído noches de desvelo y muchas visitas al médico.
-En realidad me has ayudado a volver a la tierra, a ver detalles que antes no veía y a disfrutar de nuevo la vida -alzó el rostro- ¿qué fue aquello que me dijiste la primera vez que nos vimos en la playa, te acuerdas?
-Somos afortunados de estar vivos ahora -frunció la nariz- estaba citando una canción.
-Desde lo de Matt no he vuelto a escuchar música, bueno lo hago... pero no la siento, el ritmo y la letra no son nada.
-Afortunadamente a mi me gusta la buena música y estoy dispuesto a compartirla contigo, si quieres.
Ella asintió despacio y cerró los ojos aún con el rostro hacia él, quería algo, quería atiborrar sus sentidos de él, pudo sentir sus labios bajar a los de ella, rozándolos con lentitud, como trazando su boca para tentarla.
-Creo que me gustas, Jamie.
Ya la estaba besando, por fin, de la forma que había deseado hace tiempo, pellizando, probando y mordiendo sus labios rojos, eran dulces, feroces, quería quedarse así por siempre, ahí no había preocupaciones, miedos ni pensamientos que no paraban de dar vueltas en su cabeza, sus manos la estrecharon con fuerza, su cuerpo encajaba suave contra el suyo, podía sentir que no llevaba nada bajo el pijama, la alzó por los muslos cargándola para girarse y tumbarlos a ambos sobre la hierba húmeda, el aroma a jazmín, lavanda y menta los rodeó, Dakota tenía las piernas al rededor de sus caderas, las alzaba presionándose contra el centro de su cuerpo.
-Que las estrellas y la luna sean testigos de nosotros esta noche -ella tomó el bajo de su camisón y luchó hasta sacárselo quedando desnuda para él.
-Y también las imágenes de satélite -frotó su nariz con la de ella- seremos la bomba en Google maps.
Sus risas hacían coro con el canto de los grillos y el ulular que venía de los árboles, él la besó y acarició su cuerpo meticulosamente hasta que ella metió la mano bajo sus pantalones de pijama para llevarlo dentro, estaban tan al borde que en apenas unos segundos ella gritó por su orgasmo y él no tardó en seguirla, se derrumbaron echos un ovillo enredados en sus ropas y con trozos de césped por todo el cuerpo.
A lo lejos las olas del mar se llevaban los viejos recuerdos, y la estrella fugaz que cruzó el cielo escuchó con atención sus deseos más secretos.
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Labios rojos | Relato | Damie
FanfictionEn la búsqueda de la felicidad, dos personas se encuentran para encontrar el camino correcto, pero en las sombras del camino se esconde más de lo que los ojos pueden ver.