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Lo primero que vio cuando despertó fueron sus ojos grises.

Estaba casi sobre ella, jugando con un mechón de su cabello, al verla despertar sonrió como si nada, ya estaba acostumbrada a eso: podía verlo en crisis por la noche y a la mañana siguiente sonreía como si tal cosa no hubiera pasado.

-¿Cómo estás? -dijo tratando de abrir los ojos del todo.

-Muy bien, mejor que nunca ¿dormiste bien?

Mientras hablaba su índice comenzó a recorrer el contorno de su rostro, ella cerró los ojos aceptando la caricia, no podía ni contestar, sintió como su dedo paseaba por su frente, sus cejas y pestañas, deslizándose por el puente de su nariz hasta sus labios que delineó despacio, tan despacio, un cosquilleo comenzó a hacerla sentir deliciosamente adormecida, no quería despertar de aquel sueño, pero las sensaciones cambiaron cuando sintió más calor sobre ella y luego sus labios eran cubiertos por otros.

-¡No! -se levantó tan rápido que sus cabezas estuvieron a punto de chocar, ella trastabilló hasta la cocina donde, sin saber muy bien qué hacer, llenó la tetera de agua y la puso a calentar, Jamie la había seguido, la miraba desde el otro lado de la mesa con una expresión un tanto sorprendida, así que tuvo que aclararse la voz un poco antes de darle una explicación.- Mira, el hecho de que seas mi compañero de casa y que te esté ayudando con todo lo que estás pasando no indica que haya algo entre tú y yo.

Él rodeó la mesa despacio para acercarse a ella, Dakota lo frenó colocando una mano al frente dejando apenas un palmo de espacio entre su cuerpo y el torso desnudo.

-Siento algo por ti, no voy a mentirte -enderezó la espalda- desde que te vi la primera vez en la playa, estabas tan desconcertada mirándome, pensé que había sido algo mutuo.

-Solo quería saber qué hacías nadando en el agua helada con unos caros pantalones.

-Acababa de dejar mi trabajo en la compañía familiar -su pecho subió y bajó con fuerza- yo estaba bajo mucho estrés y luego de hablar con la psicóloga de la compañía aquel día tomé mis cosas y salí, estaba sintiendo la verdadera libertad ahí, entré al mar para limpiar toda esa mierda de mi, me sentía tan bien... después de eso solo alcé la vista y estabas ahí.

Lo recordaba, como se había acercado con su sonrisa, casi como en ese momento, solo que ahora estaba alzando una mano a ella para cubrir su mejilla.

-Siento que te conozco Dakota, más de lo que imaginas, cada día al ver tus ojos azules como aquel océano, tus pecas, tus labios rojos...

-No digas eso -al retroceder esta vez su cadera chocó con la encimera e hizo una mueca de dolor, él intentó acercarse pero de inmediato extendió una mano para mantenerlo lejos- no sabes nada de mí, no lo asumas, y por el resto del fin de semana solo te pido que te mantengas tranquilo hasta el lunes que te verá el psiquiatra.

-¿Y si no quiero ir?

-Vas a hacerlo -su voz era profunda, casi como un gruñido- no estoy pasando esto por segunda vez en vano.

Jamie quiso saber a qué se refería pero ella salió de la cocina a toda prisa hacia el segundo piso, el resto del fin de semana se mantuvieron alejados y por suerte él estuvo bastante tranquilo, el perro no dejaba de estar a su lado insistiendo en que lo mimara y sacara a pasear; el lunes llegaron puntuales al hospital y los hicieron esperar en un par de incómodas sillas fuera de la consulta, Jamie comenzaba a tocarse el pecho y a tomarse el pulso con los dedos, por suerte no tardaron en llamarlo.

-Necesitarás privacidad -le dijo ella cuando él le tendió la mano- entraré luego de que hables con él.

-Está bien -murmuró y entró cerrando detrás de él.

Para pasar el rato sacó su móvil y luego de revisar sus correos y mensajes comenzó a ver viejas fotos en facebook, su pierna comenzó a saltar cuando llegó al álbum de SnakeSoul, la primera foto era ella delante del escenario, llevaba los ojos demasiado maquillados y una camiseta que ella había cortado con la doble S en forma de serpiente que era la imagen de la banda, había más de ella mientras fingía cantar en el escenario con las manos en alto, con los músicos, bromeando con la batería y luego llegó a la foto de ella con Matt, quiso pasarla deprisa pero en lugar de eso hizo zoom sobre su rostro para verlo mejor, sonreía apenas, llevaba las gafas negras sobre la frente, sus ojos tenían oscuras ojeras debajo y sus pómulos estaban tan marcados dándole un aspecto demacrado, pero siempre tenía ese buen humor y aquella voz que volvía locos a sus seguidores, la siguiente foto era de ambos haciendo el tondo con una guitarra, otra de la banda en el escenario y muchas más que siguió pasando con nostalgia, no parecían haber pasado cuatro años de eso, apenas comenzaba a salir con él, había estado loca por Matt desde la secundaria, iba a ver a su banda en el garaje desde entonces, cuando habían comenzado a salir él la llevó con el grupo de gira por algunas ciudades cercanas, estaban comenzando a crecer como banda, sus canciones se escuchaban por las radios, sus camisetas se vendían por internet como pan caliente y luego estaba ese tema especial...

-¿Puedes pasar?

Apartó la vista del móvil y bloqueó la pantalla mientras se levantaba y entraba al consultorio, ocupó la silla vacía junto a Jamie y se presentó con el médico, a juzgar por la cantidad de anotaciones en su libreta y los pañuelos del bote de basura habían pasado un largo rato ahí, en la habitación donde todo había pasado.

-Es maravilloso que usted sea el apoyo de Jamie en este momento, sé que con su ayuda el proceso de la medicación y tratamiento para su trastorno de ansiedad y depresión serán mucho más fáciles de llevar y sobre todo de superar.

Labios rojos | Relato | DamieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora