Os encontráis en un castillo (I)

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Un joven acaba de entrar a la ciudad por la zona sur, es alto, debe rondar los 20 años. Tiene el pelo castaño y desordenado, aunque está tapado por la capucha de su capa, negra y roída. Es bastante delgado, aunque fibroso. Se mueve con agilidad entre la gente y mira con audaces ojos pardos a su alrededor.

El chico se adentra en la capital desde el este, observando como las casas y las personas parecen ser más ricas a medida que se acerca al centro, donde el Palacio Imperial se yergue orgulloso con sus altísimas torres. Ninguno de los esplendorosos palacios que ha pasado de largo pueden compararse a esta majestuosidad. Al lado de este castillo, otras dos construcciones también llaman la atención, la Santa Sede y el Castillo de Averus no son tan grandes como su vecino, aunque siguen siendo espléndidos. 

Pero Nico no se para ante ellos y sigue caminando durante un largo rato hasta rodear el castillo. En la parte trasera, dos enormes guardias protegen la entrada. El chico se acerca a uno de ellos.

-¿Es este el lugar donde cualquiera puede apuntarse a la misión?

El guardia le mira y responde:

-Sí, en el día de hoy, pero tendrás que esperar a entrar.

-Está bien, gracias- dice asintiendo

Sin quitarse la capucha, Nico se sienta a un lado del camino. El sol aún está en lo alto, va a esperar bastante.

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Tristana entra por el oeste a la capital. Su caballo va deprisa, pero ha tenido que dejarlo guardado a la entrada.

Las capuchas son amigas de quienes quieren pasar desapercibidos, por eso la lleva puesta. Tiene el pelo negro, recogido en dos trenzas. Algunas personas la miran, pero está acostumbrada, al fin y al cabo no es demasiado habitual ver a una persona con la piel de color ceniza.

No tarda mucho en llegar a su destino, tras recibir algunas indicaciones alcanza la parte trasera el gran palacio de la emperatriz. Al lado de la puerta, dos guardias cumplen con su deber, a un lado del camino, un chico parece esperar.

La escena anterior se repite, tras pedir información sobre la misión, Tristana se queda esperando tímidamente a que la puerta se abra, lejos del chico, que no tiene oportunidad de hablar con ella.

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Mientras, un carromato viene desde el este. Cualquier persona diría simplemente que es exótico, pero el ojo avispado sabría distinguir en él los rasgo de la nobleza lanettense, no muy comunes en estas tierras.

Sin ninguna interrupción, se dirige al Palacio Imperial. En la puerta, los guardias (avisados de su llegada) abren la puerta sin mediar palabra, dejando esperando fuera a dos plebeyos.

El carruaje para y salen de él dos soldados samurais. Baja después un hombre de ojos rasgados y traje feudal, aspecto militar pero tranquilo. El pelo negro recogido en una coleta. Es alto y su cara está marcada por dos cicatrices que contrastan con su piel clara y sus ojos color miel. Dai Isayama impone solo con su semblante.

Le sigue una muchacha de largo cabello oscuro, con reflejos azules. Tiene una complexión atlética y la piel pálida, cruzada por dos líneas rojas, no podrías adivinar en qué está pensando aunque la mirases fijamente. No es muy alta,pero es probable que ya haya cumplido la mayoría de edad. Ryû viste las ropas de guerrero lanettense, parece noble y segura de sí misma.

Son recibidos en el patio, donde sus dos guardias permanecen mientras que ellos dos son acompañados a un gran salón de reuniones, Ryû se limita a seguir a su padre mientras observa su alrededor. Hay varios nobles sentados a la mesa, cuatro de ellos con rasgos de los reinos independientes. Se sientan con los demás, y aparece en escena un hombre bastante conocido, es alto y fornido, cejas pobladas y tez morena. Ryû le mira.

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