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Le miré de reojo mientras caminábamos por la feria. Él miraba extrañado y curioso. Parece un niño. Es tan tierno. Y al mismo tiempo tiene algo tan siniestro y excitante. Frunció el ceño cuando vio a un gran grupo de niños jugando y corriendo. Lo miré divertida.
-¿Pasa algo?- Pregunté. Se giró a verme.
-Sí, nunca he estado con tanta gente en un mismo lugar- Dijo.
-Eres muy antisocial para ser el diablo- Dije divertida.
-Ah, ¿sí?- Preguntó mirándome.
-Sí- Dije sin dejar de reír. Él también lo hizo. Es tan devastador cuando sonríe.
-¿Y qué haremos?- Preguntó. Me giré para mirarle.
-Jugaremos un poco- Dije arrastrándole a uno de los juegos.
-Buenos días ¿Desean jugar? - Preguntó el hombre del lugar.
-Sí. Dos fichas, por favor- Dije. Me pasó 6 pelotas.
Tenía que tirar la mayor cantidad posible de botellas, para ganar un oso. Miré a Taehyung, estaba bastante serio. Un poco más de lo normal. Parecía que algo le molestaba o le dolía, no sé bien con exactitud. En un acto fallido me encontré colocando mi mano en su nuca. La arrastré hacia su pelo y lo acaricié.
-¿Qué sucede?- Pregunté. Corrió su mirada a la mía.
-Me gusta que acaricies mi pelo- Dijo. Dejé de hacerlo y tragué saliva.
-Deja que te enseñe como se hace- Dije. Él empezó a reír por lo bajo.
Tiré la primera pelota y fallé.
Taehyung rio.
Lancé la segunda y volvió a reír.
Agarré la última que me quedaba y también fallé.
Taehyung reía divertido y noté como el hombre de la tienda también empezaba a reír.
-Ay preciosa, no pensaba que iba a reírme tanto- Dijo mientras se tocaba la barriga.
-Veamos si tú puedes hacerlo- Me acerqué a su oído- Señor Diablo.
Le entregué las otras tres pelotas. Se acercó al estante. Landó la primera pelota y varias botellas cayeron. Lo miré sorprendida. Lanzó la segunda y más botellas cayeron. Solo quedaba una botella. Se giró para verme.
-Así es como se hace, preciosa- Dijo y lanzó la pelota sin dejar de mirarme. La última botella cayó. Giré sorprendida ante el sonido de aquello.
-Felicitaciones, ha ganado el premio mayor- Dijo el hombre. Alcanzó un oso mediano y peludo. Eran muy mono.
-Toma preciosa, para ti- Dijo dándomelo.
-Es muy mono- Dije bobamente. La última vez que me habían regalado un oso tenía 14 años. Y era del tamaño de mi mano.