(...) Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Después que ha concebido, la concupiscencia da luz al pecado (...)
SANTIAGO 1.14-15
No recuerdo el momento exacto en que comencé a anhelar algo más que sus abrazos. Antes podía conformarme con estar cerca de ella, oírla hablar, o verla hacer todo y nada a la vez. Sin embargo, estas últimas veces me he sorprendido al estar imaginando su voz gimiendo mi nombre.
Por un breve instante, nuestras miradas se encuentran y mi corazón se detiene; de inmediato, ella desvía sus hipnotizantes ojos hacia otro punto.
Tardo unos segundos en notar que tengo a toda la mesa mirándome, como esperando que diga algo. Siendo sincera, no tengo idea de lo que hablan.
—Lo siento, no escuché la pregunta —admito.
—Te ves muy distraída —dice quien está sentado junto a ella—. No has probado casi bocado. ¿Debo comenzar a preocuparme?
—Espero que no —murmuro tan bajo que es difícil asegurar si hablé o lo pensé—. Es decir, creo que solo estoy emocionada, es todo.
—¿Quién no? —me apoya alguien del grupo.
—Todo saldrá espectacular —asegura otra persona—. Lo hemos hecho decenas de veces.
El que dijo estar preocupado por mí asiente y se reintegra a la conversación, pero no me quita el ojo hasta que llevo un poco de comida a mi boca.
Los demás no se molestan en volver a incluirme en su charla.
No podría importarme menos.
Me entretengo viendo como ella habla. Su atención se divide entre la comida y nuestros acompañantes; quiero protestar para obtener algo también, pero me siento sin derecho de hacerlo.
Un agujero negro aparece en mi pecho, y duele, duele tanto como mis sentimientos.
***
Una vez en mi habitación, me recuesto en la cama lista para dormir. Ruedo un par de veces, pero se me dificulta encontrar un posición cómoda. No puedo cerrar los ojos sin que imágenes de ella saturen mi mente.
¡Maldición!
Me levanto y salgo al pasillo sin tener claro lo que está pasando por mi cabeza. Encuentro algunas personas en el camino y agradezco que a ninguna le importe demasiado cruzarse con una chica sin zapatos.
Llego hasta la habitación de mi compañera. Sé que sigue despierta, la luz debajo de su puerta la delata. Estiro mi mano hacia la cerradura, sintiendo que debo moverla metros de distancia, en lugar de los diez centímetros que nos separan; y una vez que logro alcanzarla, me arriesgo a ingresar la clave en lugar de tocar.
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ƬΣMPƬΛƬIӨП 誘惑 +𝟭𝟴
Fiksi PenggemarEn el pasado quedaron los días de mi amor infantil, ahora trato de entender este deseo que arde cual fuego a punto de iniciar un incendio. Quiero darle todo de mí, y aunque sea solo como un secreto, necesito escucharla susurrando en mi oído que me d...