Capitulo IV

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Uriel estaba hastiado. De todo y de todos. A su alma adormecida ya nada le provocaba placer o felicidad. Lo único que le interesaba era realizar su trabajo, el cual consistía en mantener el orden en todo y en todos. Así de sencillo, su palabra era ley y todos corrían por implementarla, no había nadie en el cielo o en la tierra que pudiera hacerle frente y no lo habría jamás. Él era el encargado absoluto de las tierras y templos sagrados. Admitía que no sólo fue creado para gobernar. Hubo un tiempo en que su misión también radicaba en ayudar a la humanidad, sobre todo aquellas personas que atraviesan etapas duras, cuidaba de su integridad y aliviaba la fatiga. Pero eso era antes, tanto que ya ni recordaba. Hoy solamente se dedicaba a custodiar el sistema y la estructura de la comunidad celestial. Los humanos habían dejado claro hace mucho tiempo que no los necesitaban. Para Uriel la humanidad estaba podrida. Eran simples títeres que no poseían un gramo de resistencia contra la tentación. Eran altamente influenciables, sobre todo si esta influencia procedía del mal. Envidiosos, traicioneros, mentirosos, violentos, avariciosos, volátiles... la lista era infinita y el tema le provocaba asco y dolor de cabeza.
Se encontraba sentado en su trono, situado en el medio de una gigantesca mesa en forma de semicírculo. Esta era el único mobiliario que había en el salón de su deidad. A su lado izquierdo habían tres tronos, todos ellos ocupados por los príncipes de los cielos. En ellos se encontraban Miguel, Gabriel y Jofiel. A su derecha los tronos de Rafael, Zadkiel y Samuel. En ese momento se encontraban todos excepto Rafael, era este quien los había reunido. Se masajeó el puente de la nariz al pensar en los motivos que tendría Rafael para hacer tal cosa. Llevaban muchas décadas sin reunirse en este salón donde ellos decidían de manera unánime las cosas de trascendencia para los ángeles o para la humanidad. Lo que fuera debía ser importante para él.

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Alicia comenzaba a perder la calma mientras se acercaban a su destino. Se preguntaba si Rafael le podría dar una dosis extra de relajantes, pero no se atrevía a pedírselo. Rafael que iba caminando a su lado le dedicó una mirada afable como si ella fuera algo gracioso de contemplar. Comenzaba a sentirse como el proyecto mascota del arcángel, "¡Miren, aquí esta Alicia para entretener a las potencias del cielo!" pensó sarcásticamente.

Rafael que seguía con sus ojos puestos en ella negó con la cabeza.
-Alicia, no pienses nunca que eres un objeto para nuestra diversión. Estas aquí porque el creador así lo ha querido, éste es tu premio, no lo olvides. Yo solamente agradezco que con el calor de tu llegada descongelaras un poco del hielo que envuelve mi corazón. No quiero que te sientas inquieta o nerviosa. No tienes motivos para estarlo. Confía en mí.- Como siempre sus palabras eran Xanax para su alma.

El arcángel apuró su paso y se adelantó para abrir las puertas del Salón donde lo esperaban los demás así que Alicia no tuvo más remedio que quedarse a sus espaldas.

-Hermanos, gracias por acudir con premura a mi llamado.- Aun masajeándose el puente de la nariz, Uriel levantó la vista al escuchar la voz de Rafael.

-Rafael ¿podrías explicar cual es el asunto que nos tiene a todos reunidos aquí? Te aseguro que ninguno de nosotros lo sabe, ni siquiera Jofiel.- Realmente esperaba que el asunto al menos lo sacara de su adormecimiento crónico. Rafael que estaba de pie en la entrada del Salón Circular comenzó a explicarse.

-Muy pocas veces he sentido el llamado de un alma pura, todos ustedes saben que estas son más raras a cada día. Pero hoy advertí claramente el sufrimiento de esta alma que clamaba por mi ayuda. Estaba a punto de enviar a una de las Dominaciones cuando tuve un presagio. El alma debía ponerse a prueba para ser castigada o merecedora de un premio. Y por haber superado de manera extraordinaria hoy recibirá una recompensa. Ella renacerá como Esperanza.-

Uriel pocas veces quedaba intrigado y esta era una de ellas.
-¿Y se puede saber donde esta esa rareza de alma?-

-Hermanos les presento a Alicia.- Rafael señaló con su mano a la derecha y Uriel simplemente levantó su ceja cuestionando el acto, pues ahí sólo había espacio vacío.

URIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora