La rabia lo consumía. El desprecio inevitable que sentía hacia los humanos era palpable. Y para Uriel, el más grave de los insultos era concederle a un humano el regalo de ser su semejante. No quería ensuciar y mezclar su raza angelical con un ser inferior y poco confiable como el hijo del hombre.
No pudo evitar recordar que al principio de los tiempos, ellos fueron creados por la fuente de energía inmaculada con un solo propósito. Crear y guardar el mundo que habitaría a una raza perfecta. Esta misión cohabitaba en el núcleo de sus células. Felices por complacer al creador, los originales con esmero emprendieron un nuevo e inmenso reto que los convirtió en los arquitectos que moldearon detalladamente un hermoso hábitat que pudiera ofrecer todo el bienestar que acunaría esta perfecta y nueva raza a los que llamaron hombres. Tristemente descubrieron que hasta la perfección tiene sus defectos.Y ahora uno de esos despreciables defectos sería portador de alas cuando lo único que merecían era ser erradicados de la faz de la tierra. ¡Un momento! Ese trabajo lo estaban haciendo ellos mismos y malditamente bien.
Infelizmente no podía ir en contra de la voluntad de sus seis hermanos aunque ésta estuviera en desacuerdo con sus propios caprichos. Era la lealtad que sentía hacia sus hermanos arcángeles lo único que evitaba que la negrura cubriera totalmente su corazón y su alma. Si eso algún día llegara a ocurrir lo convertiría en uno más de los Arcángeles Caídos.Sabía que su tiempo era limitado y se daba cuenta que sus hermanos notaban que algo no estaba bien con él, sobre todo Rafael, que con su don podía percibir su decaimiento espiritual.
Pensó en Alicia y en el hecho de que tras milenios sin sentir nada, había sentido un choque potente no más al verla. Estaba seguro que solo eran chispas de curiosidad, por mucho que quisiera no podía borrar su precioso rostro portando aquella mirada tan expresiva. Era esto que lo enfurecía aún más. La humana no se merecía ni el más mínimo de sus pensamientos. Y he aquí él, Supremo Arcángel Uriel y gobernante de los cielos, no podía hacer algo tan nimio como retirar el contacto visual de su transformación.
Asimiló cada uno de los detalles, desde su rostro decidido al entrar en el cilindro de luz hasta ver como su cuerpo quedaba inerte al ser succionada y suspendida por la energía que él y sus hermanos absorbían de la fuente del creador y exteriorizaban para dar forma física al regalo de Alicia. Su cuerpo flotaba levemente arqueado y su cabeza colgaba hacia atrás dejando caer la cascada ondulante de oro líquido que era su cabello. La luz devoró cada espacio de su cuerpo y la iluminó de tal manera que Uriel tuvo que parpadear varias veces, porque aquella era una imagen que quitaba el aliento. Toda la luz desapareció cuando su cuerpo hubo absorbido la energía pura y por un instante el Salón quedó en completa calma para luego explotar en una vorágine de colores vividos que lo cegaron momentáneamente. Estas luces alegres provenían de la espalda de Alicia y zurcían con esmero las alas del azul más hermoso de todos. El azul de la esperanza.¡Basta! No se quedaría ni un segundo más para ver el circo patético que estaba montando Rafael. En cuanto el proceso de renacimiento terminó, Alicia gradualmente descendió hasta que su cuerpo fue cuidadosamente tendido en el suelo. Rafael no se hizo esperar para salir corriendo y tomar en sus brazos el pequeño cuerpo inmóvil de la humana. Y ver el deslumbramiento que el arcángel no quería esconder, le fastidió a niveles que no quería contemplar. Así que hizo lo más inteligente. Salir del salón antes de cometer una estupidez como quitársela a Rafael y tomarla en sus propios brazos. Hasta el pensamiento era absurdo. Sin despedirse de nadie, se marcharon él y su perpetua e inmortal acompañante. Soledad.
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-Alicia- Su nombre la llamaba a despertar de la profundidad donde su alma se regocijaba por haber recibido el baño que limpió cada una de las células de su cuerpo. Si pudiera, ella permanecería en este estado sublime por el resto de su eternidad, pero no podría, la voz que la instaba a que abriera sus ojos era cada vez más insistente.
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URIEL
FantasyPara Alicia El amor en cualquiera de sus formas es el arma más poderosa. La fé es la herramienta que determina la intensidad del combate. Y la esperanza, Bueno... muchos dicen que es lo último que debería perderse. Para Alicia, la mezcla de estas tr...