KHALED

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Canadá

Mis padres me habían dado permiso para pasar los últimos días del año
en compañía de mi novia en nuestra casa de Toronto, pero como cabía de
esperar; no sin antes "proponer" la gran idea de llevarnos a Kenon con
nosotros.
— ¿Te has cogido todo lo que vas a necesitar?— Pregunta Olivia por
cuarta vez.— ... Pasaporte, ropa de invierno, las llaves de casa...
— Que sí pesada, déjame en paz.— Gruño frustrado.
No sé si se trataba de la dichosa etapa de premenopausia pero cada vez
estaba más insoportablemente controladora y no sólo conmigo sino con
todos y era realmente como un grano en el culo.
— Sólo quiero que estés bien, Khaled.— Se deja caer en el sofá haciendo puchero.
— Ya lo sé mamá, pero no soy un crío.— termino de bajar las maletas.—
Así que deja de tratarme como uno.
Olivia O'Ryan resopla y abraza a Kara quien protesta intentando
zafarse de entre sus brazos pero la abraza con más fuerza.
— No crezca pequeña Holly , no quiero que te vuelvas tan desagradable
como tu hermano mayor.
— Que dramática eres mamá.
— D— R— A— M— Á— T— I— C— A.— repite Kara y no puedo evitar reírme.
— ¿Qué habré hecho mal para que hayáis salido así? POR DIOS.
— La pregunta aquí es qué no has hecho señora O'Ryan.
— ¡Arg!— chilla desesperada para luego tirarme un cojín a la cara.
— Estoy seguro de que puedes hacer algo mejor que esto. — le guiño un
ojo aposta.
— ¡Largo!— Vuelve a chillar alcanzándome otro cojín.
— Muy bonito, te voy a denunciar por abuso de autoridad. — Bromeo
saliendo de allí antes de que le de un ataque rabioso y me quiera
matar.
A falta de tan solo dos horas para que Tricia venga y nos vayamos al
aeropuerto y mi hermano seguía haciendo las maletas.
Subí a mi habitación a echar una siesta ya que casi no había dormido
la noche anterior debido a que había estado estudiando la constitución
federal.
Es bastante gracioso la contradicción que nos hacemos nosotros mismos
a lo largo de la vida; cuando tenemos doce años, apenas entrada la
adolescencia nuestro mayor deseo es cumplir la mayoría de edad para
así independizarnos y hacernos mayores y poder hacer lo que nos plazca
pero llegada a la tan deseada edad vemos que no todo lo que habíamos
imaginado es lo que parecía; no todo es fiesta y diversión, pasas a
tener responsabilidades que antes eran cosas de tus padres no tuya, te
pasas a ocupar de administrar tu propio dinero y si no sabes hacerlo
bien acabas sin blanca y te tienes que aguantar; por no hablar de las
indirectas que te lanzan tus padres sobre que te busques trabajo y
abandones el nido.
Ese no es mi caso, al menos no lo último pero estoy seguro de que esto
le pasa a más de uno.
Cuando me metí a sacar el máster en criminología no creí que tendría
que desvelarme tantas noches como llevo haciéndolo en el último
semestre, pero claro, soy un O'Ryan, está en mi adn intentar ser
siempre el mejor y eso implicaba que mis notas sean siempre
sobresalientes, entre otras cosas, pero me siento orgulloso de mis
esfuerzos, como bien dicen por ahí: sin sudor no hay gloria y no puedo
vivir siempre del dinero de las carreras clandestinas o de mis padres.
Sobre todo cuando tengo más que claro querer empezar a vivir mi propia
vida, y con esto dejo claro que pretendo independizarme pronto.
Cuando digo pronto puede ser tan pronto como dentro de un año o dos, o
quien sabe..
Me desperté con un chorro de agua sobre mi que salpicó toda la
camiseta y parte de la cama.
— ¡Joder!— gruné sentándome de golpe sobre la cama y fulminando a
Tricia con la mirada.
— Lo siento pero no te despertabas.— Se encogió de hombros la muy
capulla y luego se rió. — ¿Qué querías que hiciese? Eres un tronco
cuando duermes.
Bufé cabreado, me levanté, abrí el armario de mala manera y cogí la
primera camisa que vi de por medio para luego cambiarme y tirar la
mojada a Tricia quien seguía riéndose.
— Kenon ya nos espera en el coche.— Echa la camiseta mojada en el
tiesto de ropa sucia y sonríe burlona.
— A la mierda con Kenon.
Paso por ella y bajo las escaleras sin esperarle y sin siquiera
asegurarme de que viniera detrás mío.
Había algo que odiaba más que nada en el mundo y eso era que me
despertaran de mala manera y no se lo iba a consentir ni a ella ni a
nadie, por mucho que la quisiera.
— ¡Madre, ya nos vamos!— grité desde la entrada.
— ¿Seguro que tienes todo?— Volvió a preguntar nada más aparecer.
— ¡Mamá!
— Vale, vale..— Pone los ojos en blanco y entrelaza su brazo con el
mío mientras me acompaña hasta el coche donde ya esperan Kenon y Doble
D.
— ¡Cuidaos chicos!— Se despide cuando el coche se pone en marcha.
Para cuando llegamos a la pista de despegue ya se me había pasado el
enfado con Lady Mapache.
Tampoco puedo estar enfadado con alguien que se pasa todo el viaje en
coche haciéndome ojitos o acariciándome el pelo o la poca barba que
tengo.
En ese sentido era como un felino, me dabas un poco de cariño y estaba
a tu merced.
— ¿Para qué necesitas tantas maletas?— Tricia se muestra estupefacta
al ver las siete maletas de mi hermano.
— ¿Qué pasa? — Se encoge de hombros — Un chico necesita sus juguetitos.
Ella quien está delante de mi se gira para mirarme con los ojos
abiertos de par en par y la boca ligeramente abierta, le dedico una
sonrisa socarrona y nos echamos a reír sin parar. — Mira que llegáis a
ser desagradables, eh.
Kenon era todo un friki de la tecnología y nunca se iba a ninguna
parte sin sus "juguetes" pero aun sabiendo que se tratara solo de
cacharros tecnológicos me era muy difícil no mal pensar al oír esa
frase.
El viaje iba a ser largo así que nos pusimos lo más cómodos posible.
Doble D nos acompañaba pero ya no era algo precisamente molesto ya que
nos habíamos acostumbrado a su presencia sigilosa y casi perceptible
con lo que ya no le dábamos importancia.
Después de la comida acabe dormido otra vez, estaba agotado y mi
cuerpo pedía urgentemente descanso con lo que me dormí todo el viaje,
de lo último que fui consciente fue de ver a Tricia y Kenon
compitiendo al Monopoli.
☆★☆
La llegada a la Mansión O'Ryan fue cálida y hogareña, toda la casa
olía a galleta de canela recién hecha y supe al instante que mi madre
había mandado a Inés preparar la casa a nuestro gusto.
La casa seguía igual de pulcra como cuando vivíamos allí, el hall era
de color hueso y lo único que lo decoraba era una araña de cristal de
dos metros que pesaba algo bestial.
El suelo era a modo de ajedrez lo que daba un toque elegante y clásico a la vez.
— Vaya...— musita Tricia deslumbrada.
— Aún no has visto nada, cierra la boca o entrará mosca.— dice Kenon
apareciendo a su lado.— Deberías de enseñarle el escondi...
Abro los ojos de par en par y le hago callar. Kenon y su bocaza.
— ¿De qué escondite habla?— pregunta ella volviéndose hacia mi intrigada.
— No le hagas caso, ven, te voy a enseñar esto.— la cogí de la mano y
la guíe por la casa, mostrándole las instalaciones.
Empecé por la biblioteca con la cual se quedó boquiabierta al ver de
dos pisos enteros de libros, todos los que había leído mi madre
durante sus treinta y cinco años de existencia.
— Esto es...— se queda sin palabras dando vueltas mirando las
estanterías. — El maldito paraíso, podía pasarme aquí toda la vida!!
Hago una mueca y niego con la cabeza.
— De eso ni hablar.
Dicho esto la saqué de allí antes de poner a prueba su típica locura
de lectora compulsiva.
Luego le enseñé la sala recreativa, los despachos, la sala de estar,
el comedor, la cocina, la piscina — jacuzzi y por ultimo mi
habitación la cual estaba vacía.
Cómo no íbamos a quedarnos allí eso daba igual, nos íbamos a instalar
en la segunda habitación principal ya que la de mis padres era
intocable.
— Y por esta semAnna, ésta será nuestra habitación. — Me paro en la
puerta y le doy un beso, cojo el manillar de la puerta y lo hago girar
lentamente, para aumentar el suspense.
La habitación ocupaba la mitad de la tercera planta, y en solo un
cuarto de ella estaba la cama hecha a medida extra grande, con un
cabezal de terciopelo morado, una chimenea de gas con algunos troncos
de decoración en su parte inferior, una tele de plasma último modelo
LG, armarios... el restante de la habitación consistía en el baño, en
este había una ducha moderna y una bañera XXL...
Y las vistas daba a una parte de la ciudad, como las típicas casas de
millonarios.
Mi madre se había esmerado a tener lo mejor pero a veces todo era
demasiado exagerado para mi gusto, aunque siempre era una verdadera
gozada poder hacer uso de esos lujos.
— Es increíble. — se tira sobre la cama emocionada y se queda callada
mirando el techo mientras yo permanezco apoyado contra la puerta
cerrada.
— Llenaré la bañera, nos vendrá bien un poco de relax. — Me dirijo al
baño y abro el grifo para que se llene la bañera, entretanto le echo
algo de sales de baño y voy al armario a por unas cuantas velas para
darle un toque romántico y relajado a todo aquello.
— Nena, ya está.
Me deshice de la ropa que llevaba encima y las dejé perfectamente
doblada a un lado y luego me metí en la bañera tras encender el
hidromasaje.
Tuve que esperar un par de minutos hasta que Tricia hizo acto de
presencia y se colocó a mi lado haciendo una especie de gemido gutural
al sentir la calidez del agua por su cuerpo desnudo.
Todo aquello era tan relajante que si no fuera porque Tricia era una
parlanchina compulsiva habría acabo dormido.
— ¿Hm?— murmure sin prestar mucha atención a lo que decía.
Al no hacerle caso recurrió al arma más potente de una mujer: la seducción.
Se posicionó sobre mi y no tuve más remedio que mirarla ya que algo a
la altura de mi cintura empezaba a despertarse.
— Te estaba diciendo que...— se acomoda mejor dejándome ligeramente
descolocado con sus movimientos. — Que a veces creo que somos
demasiado jóvenes para hacer la mitad de cosas que hacemos.
— ¿Ah, sí?— deslizo mis manos por sus muslos y voy dando pequeños
apretones.— ¿Cómo qué?
— Todo esto.— Se muerde el labio inferior.— Todo este lujo, los
viajes, los regalos... ¿Sabías que hay gente que trabaja más de
treinta años para intentar vivir al menos modestamente mientras que tu
y yo tenemos lo que ellos solo pueden soñar con tener?
Levanto una ceja sin saber a dónde quiere ir a parar.
— Y... ¿intentas hacerme sentir culpable de haber nacido con ciertos
privilegios?
— No...
Rueda los ojos exasperada como siempre suele hacer cuando no pillo
alguna de sus ideas, en mi defensa diré que no se expresa bien.— lo
que digo es que podríamos vivir una vida modesta y aún ser feliz,¿no?
— Claro que sí, pero por qué vivir modestamente cuando se puede vivir
a lo grande..
— Yo no quiero vivir toda la vida rodeada de esto, Khaled.— dice algo
desanimada.— Al final tanto dinero no puede ser bueno.
— Anda, deja de decir tonterias y bésame.— Me siento, colocó una mano
detrás de su nuca y aplasto nuestros labios uno contra el otro.
Dicen que con el tiempo el amor se hace mella pero debo discrepar
sobre eso, en mi caso el amor ha ido creciendo a medida que la iba
conociendo. Tricia se había convertido en una parte esencial de mi
vida, habíamos compartido tanto momentos ilícitos, como tristes,
alegres, románticos o todos los que se nos pusiera por delante.
Debería ser ilegal sentir tantos deseos por alguien en aquellos
momentos pero así pasaba cada vez que la besaba, nuestro beso se
intensificó y en cuestión de segundos nuestro ritmo cardíaco era como
una locomotora.
Aun mojados la cojo en brazos y la llevo hasta la cama y la coloco con
cuidado sobre ella, repartir besos por su cuerpo nunca sería un
problema siempre y cuando no pusiera el ochenta por ciento de mi peso
sobre ella.
Tricia sintió como si se estuviera derritiendo por dentro, como si su
cuerpo estuviera a punto de alcanzar la estructura pastosa de un
helado de crema.
Deslizó los brazos alrededor del cuello de Khaled y se apretó contra
su cuerpo desnudo, buscando su solidez y su fuerza.
Buscando entre otras palabras su calor.
Podía sentir todas esas cosas irradiando de él y entrando en ella,
ofreciéndole su refugio.
La cabeza le daba vueltas como si el mundo girase alrededor de ella de
forma loca y desenfrenada.
Seguía sintiendo aquellas sensaciones maravillosas por Khaled que para
ella nunca terminarían de ser del todo nueva, ya que mismo con tiempo
no habían desaparecido. No había estado viviendo precisamente en una
cueva como una eremita aquellos dieciocho años, pero los efectos que
tenía era como si fuera así, pensó ella.
Porque antes nunca había experimentado nada comparado como aquello con
nadie que no fuera con él. Se sentía otra persona. Más viva, más
sensible, más... ¿suya?
Después de la muerte de su madre era como si la hubieran desintegrado,
molécula a molécula, y luego la hubieran reconstruido de nuevo.
Emocionada, anhelante y dichosa, reunió todas sus fuerzas y le
devolvió el beso con gran pasión y entrega.
Se sentía volando en el espacio, viendo brillar millones de estrellas
dentro de su cabeza.
Sabía que había muchas cosas que los separaban.
Ellos eran tan diferentes como la noche y el día. Ella era el amanecer
y él el ocaso. Ella era alegre y desenfadada, mientras que él era un
estoico y desenfrenado. Y sin embargo, había algo que despertaba esa
sensación mutua que parecía existir entre ellos.
Ella era una persona responsable, mientras que él iba por la vida
viviendo cada momento como si fuera el último. Y a veces era justo eso
lo que la hacía sentirse a gusto con él. Se sentía bien. Le hacía reír
y sentirse viva.
Khaled dejó de besarla, él clavó su mirada en la suya y sonrió suavemente.
— Eres tan preciosa...
Ella permaneció callada unos instantes tratando de ordenar sus ideas.
Cuando estaba a punto de decir algo que probara que su teoria no era
cierta él la callo.
— Sh...
Su voz había bajado algunos decibelios y ella hubiera jurado que
estaba casi acariciándola con la voz, así como los ojos.
— Hazme el amor, Khaled.
Esas palabras consiguieron apartar la última brizna de autocontrol que
me impedía dar rienda suelta al deseo que sentía en cada fibra de mi
ser, dejándome el camino expedito y despejado.
Un torrente de emociones se apoderó de mi a medida que mis labios se
deslizaron a lo largo de su cuerpo, avivando más que apaciguando mi
deseo.
Tricia me acarició el cuerpo con las manos, como si pretendiese
inventariar cada zona de mi Annatomía o aprendérsela de memoria.
Y a cada caricia, la temperatura iba subiendo cada vez más, amenazando
con abrasarnos.
Aunque ella quería alargar y saborear el momento recreándose
eternamente con aquellas caricias, deseaba con igual fuerza que
aquello llegase cuanto antes a la culminación natural. Al menos por
esta vez.
Podía sentir su corazón latiendo bajo la palma de mi mano de la misma
forma que sentía mi propio corazón.
Estaba tan entregado que tuve que recordarme a mi mismo que necesitaba
respirar de vez en cuando.
De alguna manera, sin saber cómo, nos vimos tumbados en el suelo, al
pie de la cama y con nuestros cuerpos enredados el uno al otro.
Ella sintió que su deseo iba alcanzando cotas cada vez más altas,
alimentado por una sensación de urgencia.
¿Sentiría él lo mismo? ¿O simplemente se estaría dejando llevar por ella?
Apartó esa idea de la cabeza y se dejó llevar por su deseo.
Un deseo que sólo él podía sastifacer.
Y lo estaba haciendo.
Sintió los dedos de sus manos acariciándola íntimamente. Estuvo a
punto de lanzar un grito, no sabría decir si de placer o de asombro,
al sentir como llegaba al clímax con tan solo sus caricias.
Le había hecho el amor sólo con las manos y los labios. Ella hizo todo
lo posible por devolverle el placer recibido y avivar las llamas que
sentía arder en su interior.
Ya no podía esperar más, no podía contener su deseo.
Arqueó el cuerpo para él, para que él entrase dentro de ella y la
poseyera. Necesitaba sentir la sensación de estar fundida con él en un
solo cuerpo.
No fueron necesarias las palabras.
Tricia dejó escapar un leve gemido cuando enlace mis manos a las suyas
y la penetré. Primero muy suavemente y luego cada vez más rápido hasta
alcanzar un ritmo frenético.
Llegamos a la cima de la montaña del placer de forma rápida y
apremiante, como si ambos hubiéramos tenido miedo de llegar tarde allí
y nos hubiéramos apresurado a treparla directamente en vertical en vez
de haber ido faldeándola.
Durante tres minutos o más, ella tubo la certeza de que su corazón
jamás podría recobrar ya su latido normal. Pensó que un colibrí
batiendo sus alas a la velocidad que lo hacía, podía muy bien
considerarse lentos comparado con los latidos de su corazón. Poco a
poco, el ardor que había abrasado sus cuerpos comenzó a remitir y
apaciguar, hasta extinguirse por completo.
Tricia había acabo durmiendo poco después de que hicieramos el amor, y
por mucho que me muriera de sueño debido al efecto secundario de haber
hecho el coito no podía permitir que mi chica durmiera sobre el suelo
frío, la deposité sobre el colchón y me dejé caer a su lado para luego
dejarme caer a los brazos de morfeo.
Me desperté con el calor del cuerpo de Tricia sobre mi. Me restregué
los ojos e intenté levantarme sin despertarla, luego cogí un chándal
para bajarme a por el desayuno. En la cocina pillé a Inés haciendo sus
famosas tortillas con jarabe de arce.
— Hey— Saludé a la anciAnna que llevaba trabajando para mi familia
desde que tengo uso de razón.
— ¡Khaled, mi niño! — me abraza con fuerza y me llena de besos en las mejillas.
— Huele genial.— anuncio cogiendo una tortilla recién hecha y
llevándome a la boca. — ¿Dónde está la dama que nos has traído?— Se
muestra más alegre de lo habitual. — Quiero conocerla.
Permanecí en la cocina con Inés hasta que fueron las nueve a.m.
Me hice un batido de proteínas en el que iba :Leche, avena, queso
riccota, mantequilla de maní, miel, un plátano y nesquick, y desayuné
allí en la cocina en presencia de Inés quien hacía mucho que no veía y
tanto echaba de menos.
Le hablé del instituto, de mis padres, sobre Tricia y la universidad.
Daba gusto hablar con ella, sabía escuchar y dar consejos muy sabios.
En ese sentido era muy parecida a Anna.
Cuando subí el desayuno a mi chica, ella seguía durmiéndose. Dejé la
bandeja con el desayuno a un lado y tuve la genial idea de
despertarla, de buena manera, claro. Como tenía las sábAnnas tapándole
solo una pequeña porción de su diminuto cuerpo tuve la ventaja de
poder ir subiendo besándole desde los muslos hasta la tripa. Ella
soltó un gemido de satisfacción y supe ya que estaba despierta.
— Buenos días preciosa.
— Buenos días, amor.
Su sonrisa iluminó su rostro dormido mientras intentaba esconder su
cara en la almohada.
— ¿Has dormido bien?— le acaricié el pelo y luego le besé el hombro desnudo.
— Ajá.
— Bien, porque tendremos un día bastante movido. Quiero llevarte a
hacer un tour por la ciudad.
Ella me mira y luego vuelve a esconderse.
— ¿Enserio?
— Sí, ahora desayuna.
Empecé el tour por mi antiguo instituto, lo que no era nada del otro
mundo, luego el estadio de hockey sobre hielo en el que jugué hasta
mudarme a EE.UU.
Una vez en el centro nos pasamos por el Hard Rock Cafe a tomarnos
algo, una vuelta por el barrio chino y ya una vez en el Queen Street
West encontramos a una tienda vintage que enloqueció a Tricia.
Mientras ella se volvía loca con trastos que para mi carecían de valor
fui mirando la tienda sin mucho interés.
— Es usted muy afortunado en el amor, por lo que puedo ver.— Dice la
anciAnna de detrás del mostrador.
— ¿Qué le ha llevado a esa conclusión?— Pregunto acercándome a ella
con precaución, entrelazando mis dedos por detrás de la espalda y
mirando las bisuterías barata que tenía sobre el mostrador.
— Puedo oler la felicidad y hueles como si te hubieras bañado en toda
su fragancia. — la anciAnna de pelo blanquecino y piel arrugada sonríe
enseñado todos sus dientes de oro.
Niego con la cabeza aún divertido.
— Hm...
— ¿Quieres que lea su futuro joven mozo?— se ofrece tendiéndome la mano.
Me encojo de hombros restándole importancia.
— ¿Por qué, no? No tengo nada que perder.
Le doy mi mano derecha y ella se posee de ella mirándola fijamente sin
pestañear ni apartar la mirada de mi mano.— ¿Y bien?
— Tu línea de la vida no es tan larga como cabe esperar...— Hace un
mueca extraña. — veo mucha ambición, decisión y... ¿valor?
Suspiro y sigo mirándola.
— El amor puede llevarte a la destrucción, Khaled O'Ryan.— Al oír mi
nombre intento arrebatar mi mano de entre las suyas pero me veo
paralizado sin poder mover ni un solo músculo. — Debes vivir la vida
sin esperar un mañAnna, porque puede que un día deje de haber.
Ella suelta mi mano y me da la espalda.
— Hay algo que te ha estado esperando...
Alzo una ceja sin entender nada.
Pone sobre el mostrador una caja negra y la abre, intento ver por
encima pero ella me lanza una mirada malévola y me echo para trás no
por temor sino en un acto reflejo.
— Esto te ha estado esperando desde hace muchísimo tiempo señor
O'Ryan.— Hace énfasis en "muchísimo"
— ¿Cómo sabes mi nombre?
— Eso es lo que menos importa, digamos que soy tu hada madrina y tu
limitáte a sonreír.
Ergui una ceja intrigado.
Volteó la caja negra y por fin pude ver lo que llevaba dentro.
Dentro de la caja mediAnna había una diminuta cajita de terciopelo
negro en el cual reposaba un precioso anillo con una piedra amatista
de hermosos tonos violeta, morado y azules como protagonista.
— Vaya...— dije fascinado. Se podría decir que era una de las pocas
cosas que tenían valor en aquella tienda.
— Es todo tuyo.
Levanté para mirarle y ya no era una simple anciAnna, ahora ya no
tenía arrugas y podía pasarse por una simple mujer de cuarenta y picos
años. Abrí ligeramente los ojos sin creer lo que veían mis ojos.— No
te dejes guiar por las aparecías mi caro.
— Hm.— Vuelvo mi atención al anillo el cual parecía tener destellos
brillantes que me dejaron absorto. — ¿Qué hago con esto?
La ya no anciAnna se ríe con ironía y yo resoplo por instinto propio.
— El amor vive en los jóvenes corazones que ansían amar y ser amados.
¿Crees haber encontrado tu media naranja, tú medio limon quizá, la
estrella más brillante de tu cielo obscuro? Si alguna vez lo dudas
solo tienes que mirarla a los ojos y estos te dirán lo que tanto
ansías saber.
— Khaled.— la voz de Tricia rompe la burbuja en la que había estado en
los últimos diez minutos y me giro asustado para mirarla. — ¿Qué haces
hablando solo?
— ¿Qué?No estoy hablando solo, estoy hablando con...— me giro para
señalar a la mujer de detrás del mostrador pero ahí no hay nadie. —
Estaba. .. Olvídalo.
Me paso la mano por el pelo y vuelvo a mirar a Tricia quien ya lleva
varias bolsas consigo. Es obvio que mi imaginación me había jugado una
mala pasada y lo mejor era no rayarme pensando en eso.
Llegamos a casa para la cena, Kenon había invitado a Drake y a Bright
uno de sus amigos de toda la vida a pasar la noche, hicieron un
maratón de películas sangrientas en las que Tricia y yo aportamos un
par de risas. Pero luego se cansó y quiso coger un libro de la
biblioteca para leer, como se veía absorta en su lectura de Julia
Roberts "come, reza y ama" acabé dormido sobre su regazo.
Me desperté sobresaltado a las cinco a.m, tenía la horrible sensación
de caer a un vacio sin fin.
Me levanté y me fui al baño a lavarme la cara.
El reflejo que veía en el espejo era bastante parecido a mi, aunque
esa versión ser veía demasiado cansado para ser yo.
Solté un respingo y fui a buscar mi móvil para enviar un mensaje a mi
madre, ya que llevaba día y medio sin darle indicios de vida y como ya
no tenía sueño me puse a buscar el movil, al no estar por la
habitación supuse inmediatamente que seguiría en el abrigo que usé
durante todo el día anterior.
Bajé las escaleras sin absternerme a guardar silencio ya que dudo que
alguien escuche mis ruidosos pasos.Una vez en la planta baja abrí el
armario del hall y cogí mi abrigo color azul medianoche.
Saqué el movil y cuando estaba a punto de volver a meter el abrigo en
su percha para ir al armario algo se cayó de él, bajé la vista y vi
una cajita de terciopelo negro, abrí ligeramente los labios y me
agaché a cogerla temiendo que fuera lo que llevaba todo el día
diciéndome a mi mismo que no podía ser.
La abrí y... efectivamente allí estaba el anillo que me había enseñado
la mujer de la tienda la mañAnna anterior.
— El amor vive en los jóvenes corazones que ansían amar y ser amados.
¿Crees haber encontrado tu media naranja, tú medio limon quizá, la
estrella más brillante de tu cielo obscuro?
Oigo su voz en mi cabeza como si me lo estuviera susurrando al oído.
— Khaled. ..¿ Qué haces? — la voz de Kenon a mi espalda me hizo
sobresaltar como si de verdad estuviera haciendo algo malo.— ¿Qué es
eso? Oh dios mio...
— Kenon no es lo que crees...
Kenon me arrebata la caja de la mano y la mira minuciosamente
— Una amatista... bueno nunca me he imaginado a Tricia con un diamante
así que... Quizá le guste— sonríe diabolicamente — ¡Me pido ser el
oficiante de la boda!
— Sh!!!!— rechisto haciéndole callar.— ¿Pero qué estás diciendo? Que
no es lo que piensas.
— Tranquilo, Khaled. Pienso encargarme de todo, a Tricia no le faltará
ni un solo detalle.— Sonríe de oreja a oreja y se aleja escaleras
arriba dejándome con palabras en boca y sin anillo en mano.

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