~5 meses después~
Un chico castaño esperaba sentado en la fuente de aquel parqué. Se notaba desesperado. Miraba su reloj una y otra vez.
Suspiro y paseo su mano por su cabello.
-Ry- Sakurai!-. Se puso de pie y a lo lejos observo a un chico correr en su dirección. Sin pensarlo también corrio hacía él y en un impulso se lanzó a los brazos de aquel chico.
El peliazul asombrado por las acciones del mas bajo no pudo mantener el equilibrio y ambos terminaron en el suelo.
Unos segundos después y con el castaño aun ensima de si, intento sentarse arrastrando al mas delgado consigo.
-¿Estás bien?, no es normal que tu...-
No pudo continuar pues el castaño le besaba. Se sorprendió, sin embargo correspondió el beso, tomando el dominio del mismo a los segundos.
Ambos se separaron cuando la falta de oxígeno fue insoportable. El moreno estaba fuera de si.
-¿Porqué me besaste?- fue la primera duda que salio de sus labios. Su cabeza era un caos.
-Gracias por mantener tu promesa- contestó el castaño, con una sonrisa en sus labios.
-Ryo, tu?- El peliazul estaba rígido. Se notaba que trataba por todos los medios aguantar los espasmos del llanto, asi como el nerviosismo.
-Lo recuerdo, mejor dicho te recuerdo Daiki, se quien eres y lo que significas para mi-
Se vio envuelto entre los brazos del moreno, quien no soporto más y lloró, su cuerpo temblaba. Se habia sentido tan perdido todo el tiempo que el castaño no recordaba nada.
El castaño se unió a él en su llanto. Y estrujo su camisa entre sus dedos. Todo fue muy repentino y tenia miedo de la reacción del moreno.
Sin embargo no pudo simplemente quedarse callado, en cuanto encontro esa pequeña carta azul entre sus libros.
Para cuando termino de leer sus ojos estaban inundados en lágrimas. Era la carta de Daiki, la carta que su amado moreno le dio todo nervioso para unas horas después declararsele al acabar el entrenamiento.
Busco su celular como loco y cuando lo encontró, solo mando un mensaje breve citando al moreno en aquél parque.
-Menos mal... Yo... Yo....- el llanto no permitía que Aomine se expresara con claridad, estaba tan aliviado. Ryo, su amado hongito sabía quien era.
Aun con la mirada acuosa, el oji-azul salió de su escondite y miró al chico que estaba entre sus brazos.
-Me hiciste esperar demaciado hermoso- y lo besó. Fue un beso tierno, de reconocimiento, de aceptación y muchos sentimientos más.
Fue entonces que el castaño lo entendió. La voz que escuchó en aquél tunel, era su amado rogando porque no le dejase sólo.
Al separarse le abrazó con fuerza y una sonrisa adorno sus labios.
-Daiki te amo- dijo el castaño, pequeños temblores recorrieron su cuerpo y en un murmullo pregunto-¿y tu... Aun me amas?
Aomine lo separó de su cuepo y lo observo, entonces lo entendió, su hongito estaba inseguro y se culpaba por olvidarlo. Lo miro con ternura y sonrió
-Claro que te amo y siempre te amaré, ya te lo dije y ahora te lo repito, yo siempre estaré a tu lado-. Sollozo y se abrazaron nuevamente.
El castaño pudo comprobar por si mismo, que aquello que escuchó alguna vez era verdad. Pues los recuerdos que estan grabados en el corazón, aunque se oculten o parezca que se han olvidado, jamás desaparecen.
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