Capítulo 11

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“Tomar las riendas del asunto”

Me congelé hasta los huesos. Sentí un leve escalofrío recorrer mi espalda y ponerme la piel de gallina al instante. Tragué saliva con el estómago hecho un nudo y me di ánimos para responder. 

- ¿Me amas? – pregunté. 

Vi en sus ojos algo de decepción. Se sentó a mi lado y me dio un cálido y casto abrazo. Que recibí con muchas ganas. 

- Sí, te amo – besó mi mejilla – y no estás lista, lo sé, no quiero obligarte. 
- También te amo – sonreí – eres el mejor novio que pude pedir. Me alegra que esto esté funcionando tan bien y… ya vendrá nuestro momento, pero no será ahora. Me gusta como estamos, en algo relajado, tenemos una conexión que va mucho más allá del sexo, estoy segura de eso. Esto es especial.
- No es la prueba de amor que quieres, ¿Verdad? – sonrió - ¿Me pongo la camisa? 
- Por favor – me ruboricé un poco – Aunque estás en muy buen estado. Soy tan suertuda – reí. Él se puso la camisa sin mangas blancas y se recostó a mi lado, cubriéndome con las sábanas de la cama – Gracias. 
- Gracias a ti, por ser sincera conmigo – me abrazó. 
- Gracias a ti por darme la confianza para que lo sea – besé sus labios. Él sonrió. 
- ¿No te molesta dormir en la misma cama? Si quieres me voy al sofá…
- ¡No! – supliqué – Quédate, me gusta sentirte cerca. Quiero despertar contigo por la mañana. 
- Ya has despertado conmigo al lado…
- Pero esa vez me asusté. Porque no recordaba que te hubieses quedado dormido a mi lado – reí – ahora quiero abrazarte. Aquella vez quería arrancarte el cabello por ser un cretino. 
- Amas a este cretino. 
- Es cierto. 
- Duerme, mañana tienes un día agitado – besó mi cabeza y me di la media vuelta. Puso su barbilla en mi hombro y me rodeó con los brazos. Jamás dormí tan bien como esa noche. 

Por la mañana Nicholas me despertó con un beso corto y en el cuello, haciéndome cosquillas. Nunca creí que despertaría de tan buen humor. Me estiré en la cama y me volteé a mirarlo. Estaba sonriendo y seguía con su brazo alrededor de mí. 
- Ya es hora de levantarnos, tienes un día largo por delante preciosa.

Luego de alistarnos, salimos a comer algo al centro para relajarnos un poco. Él tomó mi mano muy fuerte. Para darme confianza, supongo; o quizás para sujetarme ya que parecía que me desmayaría en cualquier momento. 
Sentía muchas ansias de dar pronto la audición, los nervios me jugarían malas pasadas como siempre, y eso me ponía realmente nerviosa. 

Luego de unas horas, caminando por el centro de Nueva York, comprando cosas y comiendo como si no existiese un mañana (Al menos no para mí en NY). Nicholas y yo nos dirigimos al campus Juilliard. 
¿Qué si estaba nerviosa?
JAJAJAJAJAJAJAJA.
Sí. 
El campus era inmenso. El edificio era demasiado hermoso y moderno. Me sentí dentro del paraíso. Viendo como las chicas caminaban de por todas partes con guitarras, violines, o bailaban para llegar de una clase a otra. 
Me hicieron esperar a mí y a una gran cantidad de personas en una sala. Nicholas tomó mi mano y se sentó junto a mí. Un hombre bastante extraño para hablar nos dio indicaciones sobre cómo procedía la prueba. Nos harían una entrevista oral, una audición frente el rector y al profesor encargado del departamento de teatro, y una prueba sorpresa. 
Eso de “Prueba sorpresa” pues…resultó ser que no me lo esperaba. Pero es sorpresa por algo, ¿No?
La entrevista fue con el profesor de canto. Se trató sobre mi vida académica y mi “potencial”. No fue nada incómoda ni horrible. De hecho me sentí muy segura respecto a esa etapa. Me pidió que cantara un poco para ver el timbre de mi voz, así lo hice y él no hizo comentario alguno, simplemente concluyó la entrevista. 
Más tarde me llevaron a mí y a un grupo de cinco personas al auditorio. Puedo describirlo en una palabra. 
Perfección. 
El lugar era inmenso, el escenario, un sueño. Las sillas parecían pintadas porque eran muy hermosas y la iluminación… bueno, quizás Broadway sería mejor, pero esto se le acercaba muchísimo. 
El rector era un hombre serio, vestía de traje y corbata. No se veía muy preocupado por las audiciones. 
En cambio el profesor de teatro era muy cómico y vivaz. Sr. Moon, Escuché que era un genio dramático, escritor y director de varias obras, que tenía memoria de oro y era simpatiquísimo y profesional. Era medianamente calvo, muy bajo y regordete, usaba lentes de marco negro, y se vestía con colores muy vivos. 
No me intimidaba, lo contrario, me hacía sentir confianza.
Mi audición fue corta y clara. Me miraron ambos, sin ninguna expresión en el rostro. Y yo me esforcé mucho por parecer segura de mí misma, a pesar de que había gente mirando y me daba la luz en la cara. 
Luego de eso nos reunieron a los cinco en el escenario y nos dieron un guión de diez líneas cada uno. 
- Háganme llorar – ordenó el rector – quiero emoción personalizada, denle vida a su línea como les acomode. Y tengan muy claro que no me emociono con nada. 

No todavía || 2da temporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora