(15 años antes de los hechos ocurridos en La Cacería , capítulo 3)
La noche es gélida y deprimente, el viento ruge contra las árboles y la pesada lluvia acariciaba las plumas de los depredadores, que aprovechaban cada estruendo tormentoso para avanzar en la oscuridad.Tú no puedes verlos, ni oírlos, pero ellos parecieran poder sentir sus galopantes latidos sumergidos en pavor. Era la noche del terror. Estaban por todas partes, en cada sombra, en cada esquina y en cada descuido que sus pobres víctimas cometieran.Los gritos desesperados surcaban la noche, y se ahogaban en un silencio espantoso. Algunos lo llamaban la noche roja ,otros simplemente lo llamaban La Cacería.En una zona apartada del pueblo y de los suburbios, dos figuras se fundían con la oscuridad. La primera, de casi tres metros, y la otra, casi invisible a su lado, de no más de uno.
-Es tu primera vez, así que presta atención y aprende con rapidez, algún día deberás cargar con el legado de nuestros ancestros, Licastos.-Habló fuerte y orgullosa la silueta de uno de los más temibles cazadores del clan de las manticoras, Kazthar el encarnizado.
-Sí, padre.-Contestó la pequeña silueta que se encontraba a su lado se encontraba el primogénito del orgulloso Kazthar. Con apariencia enclenque, y un patrón de colores muy singular en sus alas, para ser exactos estas eran tan coloridas como un arcoiris.
Ambos se encontraban frente a una pequeña y acogedora casa, y las almas desafortunadas que allí habitaban.Kazthar dio una patada a la vieja puerta de madera, y esta salió volando hacia el interior de la casa, tirando algunos muebles en el proceso. La pared y techo estaban agrietadas, e incluso había goteras. Licastos se tropezó al entrar con un tablón suelto, y maldijo por lo bajo sin que su padre le oyera. Él realmente no quería estar ahí. Un pasillo oscuro, y mucho silencio. Kazthar olfateó el aire, y tras unos segundos le indicó a su hijo que hiciera lo mismo.
-Se han escondido, pero no les servirá de nada. ¿Lo hueles, Licastos? ¿Hueles su miedo?
El pequeño Licastos seguía olfateando como un perro, hasta que por fin logró captar un olor agridulce, una mezcla de lágrimas y sudor frío. No sabía explicarlo, pero era un olor muy singular e intenso.
-Lo huelo, huelo su miedo.
La pesada mano de Kazthar revolvió el cabello negro de su hijo, como forma de decir "bien hecho".Siguieron sumergiéndose en la pequeña casa. No había muchos lugares donde poder esconderse, pero los residentes lo habían hecho, y pareciera que realmente se hubieran desvanecido. Su padre le ordenó que buscara, y así lo hizo, pero aunque los olía muy cerca, casi debajo de sus narices, no los encontraba. Miró a su padre, esperando una represalia, pero este solo le mostró una sonrisa de dientes afilados y agudo instinto.
-Justo ahí. Dijo, señalando al suelo justo bajo sus pequeños pies. Licastos lo miró confundido, pidiendo una explicación.
Su padre entonces se acercó, le echó suavemente a un lado y le volvió a señalar el suelo, donde algunos tablones estaban sueltos y con sus zarpas, los arrancó de cuajo, mostrando un agujero en el suelo, no muy profundo y con una familia de faunos embarrados en el hoyo. El hombre, un fauno adulto se abalanzó entonces contra Kazthar, intentando clavarle un cuchillo de cocina, pero este simplemente le agarró del brazo, y lo apretó violentamente. El hombre gritó agónico, intentando liberarse, mientras un crujido se oía. Kazthar miró satisfecho, y lanzó al hombre contra la pared, dejándolo medio inconsciente. Licastos miraba embobado todo desde un rincón de la habitación. Ya había visto a su padre luchar, pero esta vez pareciera que lo disfrutara de una forma más sádica. Kazthar se dirigió al agujero, y sacó tirando del cabello a una mujer, la cual gritaba desesperada mientras sujetaba algo. Licastos se acercó un poco más, y aunque no fuera un buen momento ni un buen lugar, a él le pareció una mujer preciosa, casi tanto como su madre, o tan guapa como puedas llamar a la comida. Pero no se acercó a ella por eso, sino porque quería ver qué escondía con tanto vigor entre sus brazos.
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Lo Que Enfrentamos Juntos
De TodoNuestro mundo era pacífico cuatro razas convivían en perfecta armonía,: las hadas, los centauros,las manticoras y los faunos. Pero los tiempos de prosperidad no duran para siempre.... Una enfermedad,una guerra, desolación y hambre. Las gentes que ha...