capítulo [XVI]:

125 27 20
                                    

La televisión de la sala está encendida y las risas del señor Caine son el primer sonido que Thomas oye al ingresar a la casa. Intenta no mirar a nadie y pretende que todo está en su correspondiente lugar cuando su madre lo invita a sentarse junto a ella y le ofrece snacks que él rechaza cortésmente porque siente su estómago dado vuelta.
El malestar se intensifica cuando ve a su mejor amigo apareciendo por el pasillo, su rostro blanco, regio y fingiendo una sonrisa que los señores Caine infieren como real.

Pero Thomas conoce la verdad y Teresa, aunque esté en un cuerpo ajeno, todavía sabe interpretar los gestos de su propia cara en la distancia y, por mucho que quiera virar los ojos, entiende que lo mejor será no agitar el avispero. Con los días, la chica ha entendido que no puede obligar a Newt a actuar como ella todo el tiempo, ya es un caso perdido solo esperar que cambie esa cara de velorio que siempre trae, así como también, desde aquel cuerpo masculino, Teresa tampoco intenta asemejarse al rubio que era antes de tocar aquella playa.

El castaño puede oler la tensión y el conflicto en el ambiente; la discusión de afuera todavía emitiendo un sonido sordo en cada esquina de su mente y la incomodidad haciéndole cosquillas en la nuca. Siente que va a desmayarse por el nerviosismo y, luego, por la tristeza, mientras intenta que Newt le devuelva la mirada aunque sea una sola vez, no quitando sus ojos del rostro de su novia ni por un segundo.
Pero el aludido lo ignora completamente, todo lo que puede hasta que el horno de la cocina hace sonar su particular timbre y todos se preparan para ir a la mesa.

Mientras su novia, con unas habilidosas manos masculinas, va por los platos, su madre habla por lo bajo con su mejor amigo, que finge ser una nuera confidente e interesada en las recetas de la familia Caine, y Thomas aguarda por la comida junto a su padre, cuando lo único que quiere es tomar la mano de Teresa y arrastrar a Newt a la habitación; explicarle con lujo de detalles todo lo ocurrido, pedirle disculpas en todos los idiomas que conoce y aferrarse a él para ponerse a llorar luego porque, por alguna estúpida razón que ni siquiera se esfuerza en comprender, lo extraña y lo siente a mil kilómetros de distancia. En su mente parece ser el único dilema que le urge resolver. Quiere aclararle todas sus dudas, decirle que nada de lo que Teresa ha dicho es cierto, que morirá si no le da una oportunidad de explicar todo.

Pero no es tan sencillo, para nada. Si no puede ni obtener una mirada suya, ¿conseguirá que lo perdone? ¿que se acerque? ¿que le deje a él aproximarse sin recibirlo con un puñetazo en medio de la cara cuando esté lo suficientemente cerca?

Lo que le sigue de desesperanza, es eso lo que Thomas siente ahora mismo.

Tal vez besar su boca, tocar específicamente los labios de Newt, aunque haya sido Teresa, ahora hace que Thomas incluso sienta algo de pena al mirarlo. De hecho, moriría de vergüenza si tan sólo él lo mirara fijamente. Pero ahora mismo eso no es un problema. Newt está enojado, está más que claro, y solo se dedica a ignorarlo mientras habla con la señora Caine como si nadie más existiera a su alrededor. Y lo está lastimando, la indiferencia de su mejor amigo le hace un hoyo a su corazón, así lo siente él por muy dramático que parezca.

«Mírame, garlopo. Aunque sea con odio, por favor, solo mírame» ruega.

En todos los años que llevan de amistad, han discutido y descongeniado más de ochenta veces, pero jamás lo ha sentido tan alejado de él, tan apartado y en silencio. Y no le gusta. «Dios», no le gusta para nada. Es su mejor amigo, su compañero, no tendría ser así.

«Por favor, Newtie. No deberíamos estar así», la voz que habla en su mente ya suena, francamente, agonizante.

Y, por medio segundo, Thomas piensa que Newt se encuentra igual, necesitándolo, porque cuando todos los platos están en la mesa y cada utensilio a la par, el chico encerrado en la anatomía de su novia desea buenas noches en general y parte a la habitación sin dejar que nadie haga preguntas, regalándole una única mirada glacial que el castaño no sabe cómo traducir; tristeza, enojo, súplica..., algo de eso. Y entonces Thomas sólo quiere ir tras él, corriendo, pero la mano fuerte de Newt lo sujeta bajo la mesa y su madre, comenzando a servir la cena, apoya esa moción.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 06 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

En Otro Cuerpo /Newtmas/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora