Capítulo 3: Desesperación.

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Pasaron todo el día esperando ayuda, pero esta no llegó. Patricio G. y Jayson hicieron un buen trabajo rompiendo mesas y sillas para conseguir las patas como armas, aunque este trabajo los había dejado exhaustos. Cuando llegó la noche, Annais dijo que de alguna manera tenían que dormir, que el buen descanso era esencial en una situación así. Todos asintieron, y pasaron por alto el comentario de Patricio R. de que el agua y la comida también lo eran.
Ninguno logró dormir a gusto. Tenían demasiadas cosas en la cabeza como para tan siquiera intentarlo. Aunque seis de ellos lograron dormir a ratos. Solo uno pasó la noche en vela. Y fue Annais. No podía pensar en nada mas que en sus compañeros muertos. No lo podía creer. Hace 24 horas tenía una vida normal y ahora estaba acostada en un suelo de cerámica, en la sala de musica de su liceo, con 6 compañeros, intentando dormir. Pasó toda la noche llorando en silencio. Nadie la escuchó, o fingieron no hacerlo.
Al día siguiente, amaneció soleado. El clima no estaba a tono con las circunstancias. Miraron por las ventanas. Los zombis seguían ahí, parados o deambulando. Pero había una diferencia. Los muertos del día anterior, que antes estaban siendo devorados, ahora estaban caminando por ahí. Se habían transformado.
Todos se desilusionaron. De alguna forma, esperaban poder salir de esa habitación. Pero era imposible. No había manera, no con tantos caminantes ahí fuera. Algo tenían que hacer.
Pasaron una hora tirados, aislados en si mismos. Tenían sed, estaban fatigados, muy cansados y les dolía todo. Ninguno de ellos sabia que hacer. Solo sabían que tenían que salir de ahí cuanto antes, para no morir deshidratados. Pero si salían, se arriesgaban a morir devorados. No sabían que era peor.
Entonces, a Jayson se le ocurrió una idea.
-- ¡Chicos, ya se que hacer!-- Dijo con tono de esperanza -- ¡Podríamos enviar una carnada para que todos los zombis lo sigan, y luego los demás escapan -- Terminó triunfal.
Patricio G. lo miró con cara de decepción.
-- Ok, cerebrito, supongamos que vamos a hacer eso. -- Le dijo mirándolo con odio -- Supongamos que vamos a usar la carnada. Pero dime: ¿Quien sería esa carnada?.--
-- Ah, pues... Emmm... Tiene razón, es una idea estúpida, olvidenlo. -- Respondió Jayson con decepción.
Pasaron otras 3 horas. Ya estaban en el clímax de la desesperación. No podían más. Las sensaciones que cargaban sus cuerpos eran insoportables. No sabían que hacer para poder salir de ahí.
Pero entonces, escucharon un grito. Pero no era de desesperación, sino de atrevimiento. Alguien le ordenaba a otra persona que corriera. Había alguien afuera. No estaban solos.

Apocalipsis en el ColegioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora