Capítulo 7: Cambios

40 8 1
                                    

Agustín desvió la mirada. Es verdad que eran sus amigos, pero... ¿Valía la pena arriesgar su vida por unas que ya no tenían salvación?. Entendía que ellos ya estaban perdidos, y se dijo que lo único que lograría si intentaba ayudarlos era perecer junto a ellos. Se sentía culpable, pero a la vez se convencía de que no había nada que hacer.
Dominique, en cambio, pensaba algo muy diferente. Pensaba que esos que estaban en un lío gigante eran sus amigos. Que los que estaban a punto de morir eran sus compañeros, esos con los cuales había compartido muchos de los mejores momentos de su vida. Pensaba que tenía que ayudarlos. Aunque eso la llevara a morir a ella. Debía ayudarlos como fuera, porque si no lo hacía el peso de su conciencia la iba a matar a ella. Tenía, no, Tenían que hacer algo.
-- Agustín, son los chiquillos... -- Le dijo Dominique con voz aterrorizada, sin despegar la mirada.
-- Si... Bueno, ¿y que?, ya no podemos hacer nada por ellos. -- Respondió este, no muy convencido de sus propias palabras.
-- Pero... -- Le contestó esta llena de rabia. -- ¡pero no puedes ser tan asqueroso! --
-- ¡Y no puedes ser tan ingenua!, ¿Es que no te das cuenta?, ¡Están perdidos!, ¡Ya no podemos hacer nada!. -- Le gritó el, muy enojado, pero no con ella, sino con las circunstancias.
-- ¡Bueno, si tu crees eso, yo no, así que o me ayudas o te vas solo!, ¡es tu problema! -- Le recriminó ella, devolviéndose por donde había venido.
Agustín dudó mientras veía como ella se alejaba, pero al final murmuró algo como "¡Al Diablo!" y se dirigió a la salida.
*     *     *
-- ¡Dios mio, estamos perdidos! -- Gritaba Reachel, que no sostenía la puerta porque estaba sufriendo otro ataque de ansiedad.
-- ¡Bien, Jayson, eres un genio! -- Le sacaba en cara Patricio R. a este cada vez que un embate de los zombis de afuera los echaba muy para atrás, -- ¡Super buena tu idea!. ¡Ahora vamos a morir por tu culpa! --
-- ¡Ah claro, por mi culpa!. ¡Dime que te obligué a seguirme! -- Le contestaba este, intentando defenderse de sus reiteradas ofensas.
-- ¡Dejen de pelear, por favor!, ¡No están ayudando en nada! -- Gritaba Annais, que también estaba apoyada en la puerta.
-- ¡Nicolas, ayudanos, no seas vago! -- Le gritó Josefa a este.
-- ¡¿No ves que intento tranquilizar a Reachel?!, ¡Sus gritos no ayudan en nada, por Dios! --
Mientras discutían, los zombis no daban tregua afuera, y sus esfuerzos por mantenerlos afuera eran menguados por la creciente fuerza de estos, que no sufrían cansancio ni dolor.
Todos intentaban idear un plan. Estaban en una situación crítica y si no pensaban en algo rápido iban a morir todos, para luego volver, pero sólo a ser unos desalmados monstruos asesinos. Aunque los 7 tenían algo presente. No iban a salir de esa solos.
*     *     *
Dominique corrió a través de la cancha techada. Pensaba que demonios podía hacer. Tenía que intentar sacar a los zombis de ahí, para que sus amigos no murieran. Pero lo único que se le ocurría era distraerlos y llevárselos consigo, y aunque en su cabeza sonaba como un buen plan, no quería morir.
Como no se le ocurrió nada mas, eso fue lo que hizo, pero en vez de acercarse a los zombis, se subió al segundo piso, y comenzó a gritar para llamar su atención.
Logró llamar la atención de un buen grupo. Estos se pusieron a extender los brazos hacia ella desde el primer piso, inútilmente. Sin embargo, Dominique se percató tarde de que un zombi, que estaba dentro de un salón de clases, salió de este atraído por el ruido, y la atacó. Dominique usó sus manos, brazos y piernas para defenderse de la mortal mordida de este, pero en la pelea este la empujó, haciéndola caer por sobre la barandilla.
*     *     *
No se les ocurría ningún plan. La desesperación los consumía, el cansancio los mataba y el dolor era otro problema. Pero de la nada, la presión en la puerta casi cesó por completo. Era como que los zombis se hubieran esfumado. Se escuchaban gritos afuera. Así que abrieron la puerta, pero no pensaron bien: Aún habían zombis afuera, pero muy pocos. Los cinco infectados que se habían quedado ahí entraron, pero los 7 chicos los hicieron descansar en paz a golpes en el cráneo.
No se asomaron. Aún se escuchaba a los zombis cerca, y los gritos tampoco cesaban. Eran gritos de desesperación, y aunque sentían la necesidad de ir a ayudar a esa persona se los comía, no sería prudente. Así que se quedaron ahí dentro, haciendo oídos sordos.
*     *     *

Apocalipsis en el ColegioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora