A la mañana siguiente, ella despertó como si hubiera tenido una mala pesadilla, pero ahora esa pesadilla era su realidad. Ella bajo a desayunar, su madre estaba sentada mirando la taza de café y su padre miraba a la pared, ninguno hablaba.
Cogió su mochila y se fue a clase. Nadie se esperaba que esa mañana, ella fuera capaz de asistir a clase. Pasaba por los pasillos, todos la miraban, esperando ver una señal de debilidad, de llanto pero ella sabía que no se podía permitir en ese exacto momento ser débil.
Todos fueron a sus respectivas clases, mientras ella caminaba a su clase, todos la miraban con incertidumbre pero nadie se atrevía a preguntarle. Aquel día se le hizo interminable, se le hacía raro no ver a sus dos hermanos caminando y saludando por el pasillo. Justo cuando iba a empezar a llorar, se dio cuenta que su clase estaba justo al lado, no estaba la profesora, ella saco su material y se sentó en su sitio correspondiente.
Ella tenía ciertas dudas de lo que le había ocurrido a sus hermanos, cuando en ese preciso momento apareció el profesor sustituto de matemáticas, Adán. El profesor parecía joven, apuesto, inteligente y fuerte. Tenía los ojos de color miel, sus rasgo de la cara eran suaves, su cabello era rubio y vestía adecuadamente a la situación. No parecía ni rico ni pobre, tenía un coche normal y una vida normal, justo antes de conocer a su alumna Sofía. Ella no sabía que el profesor era un infiltrado de la policía para descubrir el intento de homicidio de sus hermanos.
Mientras que el profesor se presentaba, él la miraba fijamente. Ella no entendía porque el profesor la miraba, habiendo tantos alumnos en esa sala. Ella empezó a divagar por su mente, pensando que todo era una imaginación. Tocó el timbre y ella volvió a la realidad, recogió su material cuando noto que una persona se le coloco detrás.
- ¿Tu eres Sofía Martínez?
-Si, soy yo.- conforme respondió se giro.
Entonces vio a su nuevo profesor. El profesor se quedo mirando a sus ojos y se dio cuenta que había estado llorando y había pasado mala noche.
-Siento lo ocurrido. Me he enterado conforme llegue al instituto- Dijo Adán con cierta tristeza.
Ella respondió:
-No es tu culpa, pero que la persona que fuese lo iba a pagar muy caro.
El profesor la miro mientras que a ella se le caía una lágrima por la mejilla. Su instinto fue pasarle el dedo gordo suavemente por la mejilla quitándole la lágrima derramada.
Ella no se esperaba ese gesto por su parte, así que ignoro ese hecho que acaba de ocurrir. El profesor siguió hablando y le dijo que era el tiempo de descubrir al asesino y que no llorara que la policía estaba haciendo su trabajo ya. Le falto nada para descubrirse, y a ella se le empezaron a implantar ciertas dudas sobre quién era el profesor.
Cuando llego a su casa, sus padres no estaban, supuso que estarían viendo a su hermano Lucas. Empezó hacer la comida, mientras cocinaba, le vino al recuerdo la primera palabra que le dijo su hermano pequeño. Ella estaba en el sofá de su casa con su hermano en brazos, Daniel estaba a su lado. Los dos se miraban con felicidad mientras le hacían reír al pequeñajo, cuando de un momento a otro su hermano dijo:
-Tatatatata...
Ella se quedo mirando a sus dos hermanos. En el recuerdo todo parecía un cuento de hadas, cuando de repente sonó el timbre de la casa. Y se encontró a un policía joven, con ojos azules y con una piel pálida. Parecía fuerte, tenía un buen físico, aparentaba unos 20 años y le recordaba a su hermano Daniel. El policía hablo y la saco de su ensoñación.
-Perdona...¿me puedes repetir lo que usted ha dicho?
-No me llame de usted, me llamo Aitor. ¿Están tus padres en casa?
Ella respondió que no, que seguramente estaban en el hospital visitando a su hermano Lucas. El policía se fue y cerró la puerta, le dio un olor bastante fuerte a quemado y recordó que había dejado la comida en el fuego. Salto la alarma de enciendo. Se oyó de nuevo el timbre y fue abrir, era el mismo policía de antes.
-¿ Está todo bien? – dijo él con toda la tranquilidad posible.
-NO, SE ME HA QUEMADO LA COMIDA Y ENCIMA NO SE COMO FUNCIONA Y NO PUEDO CALLAR LA ALARMA.- dijo ella muy nerviosa a punto de llorar.
El policía entro y desactivo la alarma. Se lo agradeció haciendo la comida para los dos. Sentados en la mesa, a punto de comer, ella se puso a llorar y no comió nada. Aitor, como sabía lo sucedido con sus hermanos, simplemente le cogió la mano y le dijo que se tranquilizará.
Ella sintió un escalofrío, cuando él le cogió la mano y ella en su instinto la aparto rápidamente. Ante la reacción de ella, el se despidió y se fue, le dijo ya vendría hablar con sus padres.
Después de tener una mañana bastante movida, se puso hacer las tareas del instituto y se le paso el tiempo volando. Cuando sus padres llegaron le preguntaron que hacía aun despierta. Ella recogió las cosas que tenía por en medio y se fue a dormir porque mañana sería el entierro de su hermano. Siempre leía un poco por las noche, mientras que leía escuchaba hablar a sus padres sobre Lucas. Decían que no había ni mejorado ni empeorado, que permanecía estable pero que aún no sabían si iba a despertar del coma. Su madre comenzó a llorar desgarradamente mientras que su padre intentaba abrazarla.
-Mis hijos, mis hijos... ¿Por qué mis hijos?....- Ana decía entre lágrimas sin ningún consuelo.
Su padre al ver a su mujer llorando empezó a llorar y para Sofía esta noche no se le iba a olvidar en la vida, ella desde su habitación observaba la escena que nunca se hubiera imaginado. Se volvió a su cama, se acostó y se quedo dormida entre los llantos de sus padres.
YOU ARE READING
El asesinato de la familia Martínez.
Mystery / ThrillerCon el asesinato de dos hermanos, empieza un nuevo caso. Su hermana Sofía se verá obligada a resolver el caso de sus hermanos enamorándose de un misterioso profesor. Descubrirá que su familia no era lo que ella realmente pensaba, sino con este ases...